DAR ES SALAAM – En una calurosa tarde en Kariakoo, el bullicioso centro comercial de Dar es Salaam, la capital de Tanzania, el aire es una mezcla turbulenta de gases de escape de diésel, humo de carbón y polvo levantado por el movimiento de los pies. Los comerciantes se atan pañuelos sobre la nariz para evitar que la niebla les entre en la garganta y los pulmones.
«Hay demasiados coches, el humo tóxico hace que sea difícil respirar», dice Abdul Hassan, un vendedor de verduras que lleva 19 años trabajando en el mercado.
Un nuevo estudio del Instituto Tecnológico de Dar es Salaam y el Instituto Medioambiental de Estocolmo, publicado en la revista Clean Air Journal, ha confirmado lo que muchos habitantes de la ciudad ya saben: el aire es tóxico.
Los datos en tiempo real recopilados en 14 estaciones de control de la portuarria ciudad de Dar es Salaam entre mayo de 2021 y febrero de 2022 mostraron que las concentraciones de partículas en suspensión (PM2,5 y PM10) superaban constantemente los límites recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En su punto álgido, los niveles diarios de PM2,5 alcanzaron los 130 µg/m³, más de ocho veces el límite recomendado por la OMS.
Estos hallazgos sitúan a Dar es Salaam en la cúspide de la crisis mundial de contaminación atmosférica, lo que subraya la urgente necesidad de cumplir la meta 9 del 3 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que exige una reducción sustancial de las muertes y enfermedades causadas por el aire peligroso.
«La contaminación atmosférica no es un problema invisible: se puede oler y sentir en los pulmones», afirma Neema John, un cocinero callejero que trabaja cerca del mercado de Kariakoo. «Mis hijos tosen toda la noche cuando el humo de los vertederos en llamas se cuela en nuestra casa», añadió.
Un asesino silencioso
El estudio muestra que las personas que viven cerca de vertederos, carreteras muy transitadas y zonas industriales son las que corren mayor riesgo.
En el vertedero de Pugu Dampo, las concentraciones de partículas alcanzaron niveles alarmantes, hasta 2762 µg/m³ para las PM10, durante meses de quema incontrolada de residuos. En Ilala y Kinondoni, donde se encuentran fábricas y grandes intersecciones, los promedios diarios superaron constantemente los límites de seguridad.
Los expertos en salud advierten de que dicha exposición está relacionada con el asma, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (Epoc), la insuficiencia cardíaca y las muertes prematuras. En Tanzania, las infecciones respiratorias son una de las principales causas de visitas al hospital y de mortalidad infantil.
«Se trata de una emergencia de salud pública que se esconde a plena vista», afirma Linus Chuwa, especialista en salud pública con sede en Dar es Salaam.
«Cuando los niveles de PM2,5 superan con tanta diferencia los estándares de la OMS, pueden causar daños a largo plazo en la salud de las personas», aduce.
Pobreza energética y combustibles contaminantes
Pero el problema no solo proviene del tráfico y la industria. Según el estudio, Dar es Salaam consume casi la mitad del carbón vegetal total de Tanzania cada año. Con solo 34 % de la electricidad del país generada a partir de energía hidroeléctrica limpia, la mayoría de los hogares dependen del carbón vegetal y la leña.
Esta dependencia de los combustibles contaminantes socava la meta 7.1.2 de los ODS 7, la que establece el garantizar el acceso a energía limpia para cocinar y calentar.
«Para las familias, el carbón vegetal es más barato y accesible, pero el humo llena los hogares de partículas tóxicas», afirma Fatma Suleiman, que vive en el densamente poblado suburbio de Mbagala. «Sabemos que es peligroso, pero ¿es la única alternativa más barata?», detalla.
El reto de la sostenibilidad urbana
Dar es Salaam es una de las ciudades de más rápido crecimiento de África, con una población que supera actualmente los seis millones de habitantes. Su rápida expansión, sus industrias no reguladas y sus carreteras congestionadas la convierten en un ejemplo típico de los retos recogidos en la meta 6.2 del ODS 11: reducir el impacto medioambiental de las ciudades mejorando la calidad del aire.
El estudio reveló que durante las horas punta —de 6:00 a 11:00 de la mañana y de 18:00 a 21:00 de la tarde— los niveles de contaminación atmosférica en las zonas de tráfico y las zonas industriales se disparaban. Por el contrario, las concentraciones descendían durante los días festivos, lo que pone de relieve cómo el transporte y las actividades industriales impulsan las emisiones.
Existen iniciativas políticas: el sistema de autobús rápido y el ferrocarril de vía estándar tienen como objetivo reducir las emisiones de los vehículos, mientras que Tanzania se ha adherido a iniciativas regionales y mundiales para la calidad del aire. Sin embargo, la aplicación de las normas de calidad del aire sigue siendo deficiente. Las normas de calidad del aire de 2007 rara vez se aplican y la supervisión sigue siendo limitada.
Un caldero hirviente
Las advertencias resuenan con más fuerza en la calle Kongo, la arteria más famosa de Kariakoo. Aquí, miles de personas se abren paso a través de un laberinto de puestos de madera mientras los vendedores ambulantes gritan los precios, compitiendo con el rugido de las motocicletas y el traqueteo de los carros.
«Respiras humo, polvo e incluso el hedor de la basura que parece que nunca se recoge», dice Mwanaidi Salum, madre de tres hijos. «Cuando me sueno la nariz, sale negra por el polvo y el humo», añade.
Aunque el estudio ha identificado otros puntos críticos de contaminación atmosférica, la combinación del tráfico intenso, los fuegos de cocina al aire libre y los residuos sin recoger lo convierten en un microcosmos de la crisis de contaminación de la ciudad.
Navegando por el caos, tragando humo
Los coches y las motos avanzan a trompicones, tocando el claxon y dejando tras de sí densas columnas de humo. Los peatones se apartan de un salto, apretando las bolsas contra el pecho. Carros de madera cargados con arroz, plátanos y fardos de ropa usada bloquean todos los caminos.
Los investigadores advierten que los niños, los vendedores ambulantes y los ancianos son especialmente vulnerables a las enfermedades respiratorias y cardiovasculares.
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Jacqueline Senyagwa, investigadora del Instituto Medioambiental de Estocolmo, afirmó que los hallazgos de Dar es Salaam ponen de manifiesto riesgos que distan mucho de ser abstractos.
«Aunque nuestro estudio no recopiló datos médicos, los registros de calidad del aire que obtuvimos de 14 estaciones de control mostraron claramente concentraciones muy elevadas de PM2,5 y PM10, varias veces superiores a los límites de seguridad de la Organización Mundial de la Salud», explicó.
«A nivel mundial, la exposición prolongada a estas partículas está relacionada con afecciones respiratorias y cardiovasculares, especialmente entre los niños y las personas mayores. Estamos hablando de asma, enfermedades pulmonares, insuficiencia cardíaca y enfermedad pulmonar obstructiva crónica», añadió.
Señaló que la contaminación atmosférica se ha convertido en uno de los principales factores que provocan enfermedades no transmisibles en todo el mundo. «Según la OMS, es la segunda causa de enfermedades no transmisibles a nivel mundial. Eso debería ser una llamada de atención para Tanzania», adujo.
Sin embargo, a pesar de estos peligros, Senyagwa afirmó que Tanzania sigue careciendo de un marco nacional sólido para la supervisión de la calidad del aire.
«Hay varias razones. En primer lugar, la concienciación sobre los efectos de la contaminación atmosférica en la salud es limitada entre la población, los responsables políticos y los reguladores», afirmó.
«Los residuos sólidos son visibles y la gente exige que se tomen medidas. Pero la contaminación atmosférica es invisible y sus efectos tardan años en manifestarse, por lo que a menudo se retrasan las medidas», agregó.
La capacidad técnica y los recursos también suponen un reto.
«Hay muy pocos expertos en calidad del aire en Tanzania y la mayor parte de los equipos de control tienen que importarse», señaló.
«Instituciones como el Instituto Tecnológico de Dar es Salaam solo han empezado recientemente a fabricar monitores locales. Además, las competencias de los organismos públicos están fragmentadas», recordó.
El Consejo Nacional de Gestión Ambiental, por ejemplo, «es responsable de regular la calidad del aire, pero con recursos humanos y financieros limitados, la aplicación de la normativa ha sido mínima», dijo.
Según Senyagwa, incluso los datos en sí son escasos. «Las 14 estaciones que hemos instalado representan algunos de los primeros esfuerzos de monitorización del aire ambiente en el país», afirmó. «Sin datos fiables, muchos responsables de la toma de decisiones subestiman la magnitud del problema», añadió.
Su equipo identificó puntos críticos claros. «En el vertedero de Pugu Dampo, la principal fuente es la quema de residuos al aire libre, que produce niveles peligrosamente altos de partícula»», dijo.
«En Vingunguti, la contaminación proviene en gran medida de las industrias y el tráfico rodado. Y en Magomeni y otras zonas residenciales densamente pobladas, las emisiones de los vehículos son las principales responsables», amplió.
No obstante, señaló que existen intervenciones prácticas.
«La inversión del gobierno en el sistema de transporte rápido en autobús es un paso positivo, ya que la reducción del tráfico reducirá las emisiones», afirmó.
«También hemos llevado a cabo campañas de sensibilización con las comunidades locales, desde aconsejar a los recolectores de residuos de Pugu que utilicen mascarillas y dejen de quemar residuos de forma aleatoria, hasta trabajar con escolares de Vingunguti junto con socios como Save the Children Tanzania y Muhimbili College of Health Sciences», aseguró.
Senyagwa subrayó que la crisis de la calidad del aire en Dar es Salaam no es única. «Cuando comparamos nuestros resultados con los de Kampala, Nairobi y Adís Abeba, el patrón es muy similar. Los niveles de PM2,5 y PM10 en estas ciudades también superan los límites de la OMS», afirmó.
Aun así, Tanzania puede aprender de sus vecinos regionales.
«Nairobi ha ido más allá al aprobar una Ley de Calidad del Aire del Condado en 2022 y desplegar sensores de bajo coste en toda la ciudad», dijo.
«En Uganda, la Universidad de Kampala ha comenzado a fabricar sus propios sensores, mientras que la Autoridad de la Capital de Kampala ya ha desarrollado un plan de acción para el aire limpio. Addis Abeba está avanzando hacia normas más estrictas de emisión de vehículos», agregó.
Senyagwa añadió que «estos ejemplos demuestran que hay soluciones posibles». «Pero Tanzania debe reconocer primero que la contaminación atmosférica es una grave amenaza para la salud pública y actuar con la urgencia que merece», dijo.
Plan de acción
Los autores recomiendan un marco nacional de supervisión sólido, una aplicación más estricta de las normas de emisión y la inversión en el reciclaje y el compostaje de residuos para reducir la quema al aire libre. Las campañas de sensibilización pública sobre los riesgos para la salud de la contaminación atmosférica son igualmente vitales, según ellos.
Sin embargo, para los habitantes de la ciudad, la necesidad es urgente y personal. «No podemos seguir criando a nuestros hijos en un entorno en el que cada respiración es peligrosa», afirmó Hassan.
A menos que Tanzania aborde el problema de la energía sucia y la contaminación urbana descontrolada, sus ganancias económicas corren el riesgo de verse eclipsadas por el aumento de los costes sanitarios y el deterioro de la calidad de vida.
Sin embargo, a pesar de los riesgos para la salud que se avecinan, la vida sigue en Kariakoo, incluso aunque el aire sea cada vez más difícil de respirar.
T: MF / ED: EG