Más de la mitad de los niños del mundo sufre castigos corporales

En todas las regiones del mundo persiste la práctica del castigo corporal sobre niños y niñas, en el hogar y en las escuelas, aunque se lo ha prohibido legalmente en al menos 67 países. La Organización Mundial de la Salud advierte sobre las consecuencias perjudiciales de esa práctica para el desarrollo social y emocional, y recomienda acompañar las leyes con campañas de concienciación sobre el tema. Imagen: Unicef

GINEBRA – En todo el mundo unos 1200 millones de niños de cero a 18 años, más de la mitad de esa población, sufren castigos corporales (físicos) en sus hogares cada año, de acuerdo con un estudio divulgado este miércoles 20 por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El epidemiólogo Etienne Krug, director del departamento de Determinantes de la Salud, Promoción y Prevención de la OMS, observó al presentar el informe que “existe evidencia científica abrumadora de que el castigo corporal conlleva múltiples riesgos para la salud infantil”.

Ese castigo “no ofrece ningún beneficio para el comportamiento, el desarrollo ni el bienestar de los niños, ni tampoco para los padres ni para la sociedad”.

Para Krug “es hora de poner fin a esta práctica nociva, para garantizar el desarrollo integral de los niños en el hogar y la escuela”.

Datos de 58 países muestran que 17 % de los niños que padecieron castigos corporales el mes pasado sufrieron sus formas más severas, como golpes en la cabeza, la cara o las orejas, o golpes fuertes y repetidos.

El uso del castigo corporal en los hogares varía considerablemente entre países. Entre los niños de dos a 14 años, las tasas de castigo corporal declaradas por los padres y cuidadores en el último mes oscilaron entre 30 % en Kazajistán y 32 % en Ucrania, hasta 63 % en Serbia, 64 % en Sierra Leona y 77 % en Togo.

Actualmente, 67 países de todo el mundo han prohibido universalmente el castigo corporal, tanto en el hogar como en la escuela, pese a lo cual continúa la práctica, en todo el mundo y en todas las culturas, aunque persisten variaciones regionales.

El informe recordó un estudio de Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) con datos obtenidos entre 2010 y 2016 en 49 países de ingresos bajos y medianos, según el cual el castigo corporal en niños de dos a cuatro años fue menos común en Europa y Asia central (41 %) y en Asia Oriental y el Pacífico (48,2 %).

En América Latina y el Caribe 55,2 % de esos niños pequeños estuvieron expuestos al castigo corporal, y 64,6 % en Asia meridional. El castigo corporal fue más común en África subsahariana (70,6 %) y Oriente Medio y África del Norte (75,8 %).

La OMS indica que en las escuelas la práctica está igualmente extendida. En África y América Central alrededor de 70 % de los niños sufren castigos corporales durante sus años escolares, en comparación con 25 % en la región del Pacífico Occidental.

El informe “Castigo corporal infantil: su impacto en la salud pública”, destaca que los niños con mayor riesgo de sufrir castigo corporal son aquellos con discapacidad; aquellos cuyos padres han sufrido castigo corporal; y aquellos cuyos padres padecen problemas de consumo de sustancias, depresión u otros problemas de salud mental.

Factores sociales más amplios, como la pobreza, el racismo y la discriminación, aumentan aún más el riesgo de castigo corporal infantil.

Las consecuencias del castigo corporal infantil para la salud son profundas y de gran alcance, subraya el estudio.

Más allá de las lesiones inmediatas, esta práctica desencadena respuestas biológicas perjudiciales, como una mayor reactividad de las hormonas del estrés y cambios en la estructura y función cerebral que pueden perjudicar el desarrollo saludable.

Un análisis en 49 países de ingresos bajos y medios muestra que los niños expuestos al castigo corporal tienen, en promedio, 24 % menos de probabilidades de alcanzar un desarrollo normal en comparación con sus compañeros que no están expuestos.

El impacto en la salud mental es igualmente grave. Los niños sometidos a castigo corporal enfrentan un mayor riesgo de ansiedad, depresión, baja autoestima e inestabilidad emocional.

Estos efectos suelen persistir hasta la edad adulta, manifestándose en tasas más altas de ansiedad, depresión, abuso de sustancias e incluso en la posibilidad de suicidio, intentos de suicidio o suicidio consumado.

El castigo corporal también conlleva consecuencias sociales más amplias. Los niños que lo sufren son más propensos a desarrollar conductas agresivas, tener dificultades académicas y, de adultos, a participar en conductas violentas, antisociales o delictivas.

Esta práctica también fomenta una mayor aceptación social de la violencia, reforzando ciclos dañinos a lo largo de las generaciones.

Aunque muchos países han prohibido el castigo corporal, su uso continuado —y la persistente creencia en su necesidad— demuestra que la legislación sola no basta.

La OMS enfatiza que las medidas legales deben ir acompañadas de campañas de concienciación pública y apoyo directo a padres, cuidadores y docentes para promover formas de disciplina positivas y no violentas.

A-E/HM

 

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