WASHINGTON – Chad es uno de los ejemplos más extremos de pobreza energética, con solo 10 % de la población conectada a la red eléctrica, una tasa de electrificación rural inferior a 2 % y un consumo nacional de electricidad por habitante que apenas alcanza 18 % de la media mundial. Esto dificulta su desarrollo económico.
Lo mismo ocurre con su rápido crecimiento demográfico. Chad tiene una de las poblaciones de más rápido crecimiento del mundo; se prevé que sus 21 millones de habitantes se tripliquen a finales de siglo. El bajo nivel educativo de Chad, con 38 % de las niñas que completan la enseñanza primaria, junto con las altas tasas de matrimonio infantil y fertilidad, también plantean problemas para su desarrollo.
El Banco Mundial está trabajando en algunos de estos frentes, entre otras cosas anunció un nuevo acuerdo que reforzará el sistema educativo de Chad y puso en marcha la Misión 300, en colaboración con el Banco Africano de Desarrollo, para conectar a 300 millones de personas más en África a la red eléctrica de aquí a 2030.
Pero todas estas cuestiones están interrelacionadas y solo pueden resolverse si se abordan de forma conjunta. El acceso a una energía asequible y limpia para todos es el 7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que también está relacionado con el ODS 5, la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, que es un requisito previo para reducir la fertilidad y frenar el crecimiento demográfico.

El acceso a la energía también está entrelazado con la educación (ODS 4), la erradicación de la pobreza (ODS 1), la promoción de la salud (ODS 3), la lucha contra el cambio climático (ODS 13) y toda la Agenda 230 de las Naciones Unidas, en que se enmarcan los 17 ODS.
Por ejemplo, la pobreza energética impide que los hospitales almacenen vacunas, que las personas creen empresas y que los niños estudien después del atardecer. Exacerba las mismas desigualdades que la educación pretende combatir, en particular la desigualdad de género.
Como forma holística de remediarlo, las activistas de los países con escasez de energía están promoviendo la llamada «electrificación feminista», es decir, diseñar explícitamente las inversiones en energía para empoderar a las mujeres como agentes económicas y consumidoras.
Esto podría incluir la integración de la planificación familiar en los planes de expansión de la energía, la inversión en la educación, la formación y el desarrollo del liderazgo de las mujeres, y su inclusión en la planificación energética.
Esta perspectiva brilla por su ausencia en los «pactos energéticos» de Mission 300, compromisos voluntarios que describen cómo los países, las empresas y las organizaciones pueden proporcionar energía asequible y limpia para todos.
El Pacto Energético Nacional de Chad pide añadir conexiones para más de 14 millones de personas, aumentar el acceso a la electricidad de 11 % a 90 % para 2030 y lograr 46 % de acceso a soluciones de cocina limpia para 2030.
También plantea impulsar las energías renovables hasta 30 % de la generación total de electricidad, añadir 866 megavatios (MW) de nueva capacidad y movilizar 650,3 millones de dólares en inversiones totales, aproximadamente un tercio del sector privado.
El Pacto aborda la infraestructura, la participación del sector privado y la reforma regulatoria, pero pasa por alto dimensiones humanas críticas de la energía, incluida su intersección con la igualdad de género y el crecimiento demográfico.
Por ejemplo, las altas tasas de fertilidad de Chad dan lugar a hogares numerosos y a una mayor demanda de energía para cocinar, iluminar y otras actividades. Las mujeres se encargan de la mayor parte de las necesidades energéticas domésticas, pero por lo general no participan en la toma de decisiones sobre la energía.
Casi todos los hogares rurales del Chad dependen de la leña para cocinar, lo que devasta los bosques y expone a las familias a la contaminación del aire interior, que contribuye a las enfermedades respiratorias.
Las soluciones de cocina limpia, como las cocinas de gas natural licuado o las cocinas eléctricas de inducción, podrían transformar estos riesgos. Pero solo si las mujeres pueden acceder a ellas, permitírselas y confiar en ellas.
Las necesidades insatisfechas en materia de planificación familiar están acelerando el rápido crecimiento demográfico del Chad, lo que amenaza con anular cualquier avance en el acceso a la energía. Con escasa educación y pocas opciones económicas, 61 % de las niñas se casan antes de los 18 años, lo que explica en parte la altísima tasa de fecundidad total del Chad, que es de 5,14 nacimientos por mujer.
El rápido crecimiento demográfico acelera la expansión urbana, impulsa la deforestación para la producción de carbón vegetal y dificulta la ampliación de la infraestructura de la red eléctrica para satisfacer la demanda de energía.
Por todas estas razones, la planificación familiar y la planificación energética están relacionadas. Chad no puede cumplir los objetivos del Pacto Energético sin establecer y alcanzar también objetivos en materia de planificación familiar y empoderamiento de las mujeres.
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La electrificación feminista proporcionaría a las mujeres formación profesional en instalación de sistemas solares y venta y mantenimiento de cocinas eléctricas, lo que garantizaría que las soluciones de energía limpia llegaran a los hogares y, al mismo tiempo, crearía puestos de trabajo para las mujeres y oportunidades de autodeterminación, lo que tiende a reducir las tasas de fertilidad en todo el mundo.
Además, contribuiría a los objetivos del Pacto de ampliar la energía renovable descentralizada y fomentar la inversión privada, al extenderlos a las mujeres.
Chad debería revisar su Pacto Energético Nacional para incluir un plan específico de integración de género y demografía. Debería exigir evaluaciones de impacto de género para todos los nuevos proyectos energéticos, hacer un seguimiento de los resultados del acceso a la energía por género e ingresos, y vincular las operaciones de electrificación directamente con iniciativas de planificación familiar, salud y empoderamiento económico de las mujeres.
El acceso a la energía no se reduce a la cantidad de kilovatios que se generan, sino a las realidades humanas que hay detrás de las cifras y a quiénes se reparten los beneficios de la electricidad. El verdadero acceso significa que una mujer de una zona rural de Chad pueda encender un interruptor, cocinar de forma limpia, respirar con seguridad y decidir el tamaño de su familia.
Ese es el tipo de energía que necesita África.
Sudiksha Battineni es una estudiante de la reconocida y privada Universidad de Duke, situada en el estado estadounidense de Carolina del Norte, y miembro Stanback del Instituto de Población, con sede en Wasihngton.
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