Opinión

Los humanos superan seis de los nueve límites planetarios y los gobiernos no lo solucionarán solos

Este es un artículo de opinión de Audrone Telesiene, autora principal de la séptima edición del informe Perspectivas del Medio Ambiente Mundial (GEO-7).

Un niño arrastra unas pocas pertenencias por las calles inundadas de Manila tras el paso de un tifón. Imagen: BAD

KAUNAS, Lituania –  Casi 10 años después del Acuerdo de París, un compromiso legalmente vinculante para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, la brecha entre los objetivos climáticos y las acciones gubernamentales sigue siendo persistente.

Las consecuencias son reales: en 2024 se produjeron 150 fenómenos meteorológicos extremos, lo que provocó el mayor número de nuevos desplazamientos de población registrados en los últimos 16 años, el aumento de los precios de los alimentos y cientos de miles de millones en daños. Marzo de 2025 resultó ese mes más cálido jamás registrado en Europa.

La estabilidad climática es solo uno de los nueve límites planetarios críticos para la prosperidad humana a largo plazo.

Si bien los gobiernos han demostrado que la cooperación internacional es posible —el Protocolo de Montreal sobre las sustancias que agotan la capa de ozono es un éxito notable—, la mayoría de los indicadores medioambientales avanzan en la dirección equivocada.

Los científicos coinciden: las políticas actuales no están a la altura de la acelerada degradación medioambiental. Ya hemos traspasado seis límites planetarios y corremos el riesgo de traspasar más, incluidos los relacionados con la biodiversidad, los sistemas de agua dulce y la acidificación de los océanos.

El mundo sigue estando lejos de cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas.

La autora, Audrone Telesiene

Esta tendencia no es nueva y es anterior a la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París y al retroceso de las regulaciones medioambientales en otros países. Los compromisos políticos son a menudo insuficientes y frecuentemente ambiguos.

Por lo tanto, la protección de nuestro planeta debe ir más allá de los gobiernos. El cambio requiere decisiones a todos los niveles: alcaldes, líderes empresariales, sociedad civil, jóvenes, pueblos indígenas, comunidades religiosas y hogares, todos tienen un papel que desempeñar.

Incluso las decisiones cotidianas —lo que comemos, cómo viajamos, cómo gestionamos los residuos— influyen en los resultados medioambientales. Estas decisiones reflejan sistemas de conocimiento distintos que pueden reforzar las políticas tanto desde el punto de vista técnico como social.

La propia naturaleza también puede considerarse una parte interesada en la toma de decisiones: reconocer su dinámica conduce a mejores resultados.

El informe Perspectivas del Medio Ambiente Mundial (GEO-7), del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, que se presentará en la séptima Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (en diciembre de 2025), pondrá de relieve este enfoque más amplio y centrado en el comportamiento.

Tratará de responder a la pregunta: ¿Cómo podemos involucrar a las partes interesadas de manera eficaz?

Afortunadamente, ya hay ejemplos inspiradores. Consideremos a Costa Rica como un caso de cambio transformador de algunos de nuestros valores sociales más profundos. El país alinea su presupuesto nacional con la salud pública y planetaria, a expensas de las decisiones basadas en el producto interno bruto (PIB).

Las elevadas inversiones en salud y educación contribuyeron a generar altos niveles de bienestar y una mayor esperanza de vida, con un aumento de la cobertura forestal de 21 % en la década de los años 80 a 50 %, y casi toda la electricidad procedente de fuentes de energía renovables.

En la ciudad argentina de Rosario, la participación ciudadana impulsa la transformación urbana. Los presupuestos participativos han mejorado los asentamientos informales y han establecido un próspero movimiento de agricultura urbana.

La participación de los ciudadanos ha mejorado la equidad, ha creado puestos de trabajo y ha mejorado la seguridad alimentaria.

En los últimos años, las ciudades latinoamericanas de Bogotá, Buenos Aires, Lima y São Paulo han reconocido a los recolectores de residuos como proveedores de servicios esenciales.

Esto ha mejorado el reciclaje y la gestión de los residuos plásticos, al tiempo que ha promovido la dignidad y la justicia para las comunidades marginadas, impulsando la economía circular en el proceso.

En el estado de Andhra Pradesh, en India, millones de agricultores forman parte de la iniciativa Agricultura Natural de Presupuesto Cero, que revive las prácticas agrícolas tradicionales sin productos químicos. Se trata de una de las transiciones agroecológicas más grandes del mundo en curso.

Con casi seis de cada 10 seres humanos viviendo en ciudades, el liderazgo climático de redes comoel Grupo de Liderazgo Climático ( C40), que incluye actualmente a casi 100 alcaldes de urbes, es una solución importante.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

Las crisis también han impulsado la innovación. Durante la pandemia de covid-19, se puso de manifiesto la inseguridad alimentaria de Londres, lo que catalizó la formación de redes resilientes de gobernanza alimentaria urbana, incluidas las de residuo cero.

La transformación ecológica debe producirse ahora a una velocidad sin precedentes. Pero para que tenga éxito, debe ser coproducida por la sociedad, abrazando la diversidad demográfica, así como los sistemas de conocimiento de los que nos nutrimos, incluida la sabiduría indígena, las artes y la ciencia.

Ya disponemos de muchas de las tecnologías necesarias: sabemos cómo aumentar el rendimiento de los cultivos, descarbonizar las economías y alimentar a más personas con menos recursos, con mucha menos tierra, agua y otros recursos.

A pesar del descenso del apoyo a la protección del medio ambiente por parte de algunos gobiernos, los casos anteriores demuestran nuestra capacidad para desarrollar procesos participativos hacia un futuro más sostenible. Demuestran que es posible un progreso significativo e inclusivo.

La crisis del cambio climático, la crisis de la naturaleza, la degradación de la tierra y la pérdida de biodiversidad, y la crisis de la contaminación y los residuos —la aterradora trayectoria de traspasar los límites de nuestro planeta— subrayan la urgencia de una inclusión equitativa.

No dejemos la transformación solo en manos de los gobiernos. La responsabilidad —y el poder— es compartida.

Audrone Telesiene es la autora principal de la séptima edición del informe Perspectivas del Medio Ambiente Mundial (GEO-7), del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), que se presentará en diciembre. También es profesora de sociología y ciencias de la comunicación en la Universidad Tecnológica de Kaunas, en Lituania.

T: MF / ED: EG

 

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