ATLANTA, Estados Unidos – ¿Por qué un sonriente Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, es aclamado con entusiasmo tanto por demócratas como por republicanos cada vez que se dirige al legislativo Congreso estadounidense, mientras que, al mismo tiempo, en Gaza innumerables civiles inocentes mueren a causa de las bombas y balas estadounidenses, y ahora hay bebés muriendo de hambre?
Vergonzosamente, el líder de Israel, un genocida certificado, es uno de los pocos líderes mundiales a los que se les ha concedido el privilegio de hablar ante el Congreso, algo que ha hecho con frecuencia. Pero el mundo ve y recordará su Gran Mentira de que «no hay hambre en Gaza».
El manto de justicia que adornó la bandera estadounidense después de la Segunda Guerra Mundial está destruido, quizás en forma irreparable. El objetivo mundial del presidente Franklin Roosevelt de las «Cuatro Libertades» —libertad de expresión, de religión, de miseria y de miedo— ya no es defendido ni siquiera reconocido por el actual gobierno estadounidense.
Los presidentes estadounidenses, desde John Kennedy (1961-1963) hasta Barack Obama (2009-2017), han reivindicado la excepcionalidad estadounidense utilizando la bíblica «Ciudad sobre una Colina» como figura retórica.
El presidente Ronald Reagan (1981-1989) afirmó con frecuencia en sus discursos durante la Guerra Fría que Estados Unidos es como esa ciudad, con una posición tan prominente que todo el mundo puede ver la pureza de nuestras intenciones y buenas obras en la lucha contra el Imperio del Mal. Esto pudo haber sido cierto en su momento, pero hoy resulta ridículo.

La mayoría de los aviones a reacción y las bombas que Israel ha utilizado en los últimos meses para matar y herir a civiles provienen de Estados Unidos. Han sido instrumentos para pulverizar un alto porcentaje de los edificios de Gaza y atormentar con fuego y muerte a familias desarmadas que buscan comida o simplemente se refugian en sus tiendas de campaña.
El dominio del ejército israelí sobre el pequeño territorio de la Franja de Gaza es total, sin objetivos militares restantes, pero siguen bombardeando a pesar de la protesta mundial de que esto no es realmente una guerra, sino un genocidio contra la población civil.
Los ciudadanos estadounidenses han ignorado en su mayoría que, durante casi dos años, el presidente Joe Biden (2021-enero 2025) y el actual presidente, Donald Trump, han alimentado alegremente la estrategia de la maquinaria de guerra israelí.
Hasta ahora, el resultado de casi 22 meses de bombardeos incesantes contra hogares y tiendas de campaña de Gaza con dinero y armas suministrados por Estados Unidos ha matado y herido a más de 100 000 civiles, en su mayoría desarmados, inocentes y desprotegidos, la mayoría de ellos mujeres y niños.
Hamás ya no tiene poder para resistir, si es que alguna vez lo tuvo. Han acordado repetidamente liberar a los rehenes restantes a cambio de un alto el fuego permanente. No hay acuerdo.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
El gobierno del Likud ansía tierras para nuevos asentamientos y solo tiene tres opciones para los millones de habitantes de Gaza: o los matan con bombardeos continuos; los bloquean y los someten a hambruna como hasta ahora; o los expulsan por la fuerza.
Pero el traslado forzoso es la definición misma de genocidio. Otra opción —esclavizarlos— ya se intentó a menor escala antes del estallido de Hamás el 7 de octubre de 2023. Muchos gazatíes solían viajar a Israel para trabajar en condiciones humillantes y punitivas, además de por muy bajos ingresos, pero ya no.
El gobierno y el pueblo de Estados Unidos no pueden seguir negando la cruda realidad de lo que ha sucedido y sucede a diario en Gaza. Los estadounidenses debemos optar por el camino correcto de la civilidad o, de lo contrario, seremos catalogados para siempre junto a algunos de los regímenes más rapaces, sangrientos y malvados de la historia.
James E. Jennings, doctor en Filosofía, es presidente de Conscience International (Conciencia Internacional) , una organización de ayuda en las guerras en Líbano, Siria, Iraq, Palestina, Sudán, Gaza y otros territorios desde 1991. Profesor de historia y otras materias en diversas universidades estadounidenses, también es director del programa US Academics for Peace (Académicos Estadounidenses por la Paz).
T: MF / ED: EG