Opinión

Bombardear Irán repite la compulsión de EEUU por guerra, guerra y guerra

Este es un artículo de opinión de Norman Solomon, director nacional de RootsAction y director ejecutivo del Instituto para la Exactitud Pública.

El secretario general de la ONU, António Guterres, se declaró “profundamente alarmado” el domingo 22 por el bombardeo de Estados Unidos contra centrales nucleares de Irán. Lo consideró “una peligrosa escalada en una región ya al límite, y una amenaza directa para la paz y la seguridad internacionales”. Imagen: Evan Schneider / ONU

SAN FRANCISCO, Estados Unidos – Hace 20 años, un día de junio de 2005, hablé con un iraní que vendía ropa interior en el Gran Bazar de Teherán. La gente de todo el mundo quiere la paz, me dijo, pero los gobiernos no se lo permiten.

Pensé en esa conversación la noche del sábado 21, después de que el gobierno estadounidense atacara instalaciones nucleares en Irán. Durante muchos días antes de eso, las encuestas mostraban claramente que la mayoría de los estadounidenses no querían que el país atacara Irán.

«Solo 16 % de los estadounidenses cree que el ejército estadounidense debería intervenir en el conflicto entre Israel e Irán», informaron los encuestadores de YouGov, mientras que «60 % dice que no debería y 24 % no está seguro».

Pero, en la práctica, la democracia no tiene nada que ver con el control que el estado bélico ejerce sobre el cuerpo político. Esa realidad tiene mucho que ver con el motivo por el que Estados Unidos no puede abandonar su hábito bélico.

Y por eso la profunda búsqueda de la paz y la democracia auténtica están tan estrechamente entrelazadas.

El sábado por la noche, el presidente Donald Trump pronunció un discurso que rezumaba la ley del más fuerte a escala mundial: «O habrá paz o habrá una tragedia para Irán mucho mayor que la que hemos presenciado en los últimos ocho días».

El autor, Norman Solomon

Más que nunca, Estados Unidos e Israel son socios declarados en lo que el Tribunal de Nuremberg de 1946 denominó «el crimen internacional supremo»: «la planificación, preparación, iniciación o ejecución de una guerra de agresión».

Naturalmente, los autores del crimen internacional supremo están ansiosos por adornarse con elogios mutuos. Como dijo Trump en su discurso: «Quiero dar las gracias y felicitar al primer ministro Bibi Netanyahu. Hemos trabajado en equipo como quizá ningún equipo lo haya hecho antes». Y Trump añadió: «Quiero dar las gracias al ejército israelí por el maravilloso trabajo que ha realizado».

Una verdad espantosa y nefasta es que, en efecto, el ejército israelí funciona como parte de la maquinaria militar general de Estados Unidos. Las fuerzas armadas de cada país tienen diferentes estructuras de mando y, a veces, discrepan en cuestiones tácticas.

Pero en Medio Oriente, desde Gaza e Irán hasta el Líbano y Siria, la «cooperación» no basta para describir lo estrechamente que trabajan juntos y con un objetivo común.

Tras más de 20 meses de asedio de Gaza por parte de Israel, armado por Estados Unidos, el genocidio continúa como un proyecto conjunto entre ambos países.

Se trata de un proyecto que habría sido literalmente imposible de mantener sin las armas y las bombas que la administración estadounidense ha seguido proporcionando a las Fuerzas de Defensa de Israel, cuyo nombre parece sacado de las distopias de George Orwell.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

La misma alianza entre Estados Unidos e Israel que ha estado cometiendo genocidio contra los palestinos en Gaza también ha permitido la escalada del terror y la limpieza étnica al estilo del Ku Klux Klan contra el pueblo palestino en Cisjordania.

La arrogancia etnocéntrica y el racismo que subyacen al apoyo estadounidense a estos crímenes son de larga data y se han agravado con los terribles acontecimientos.

La misma alianza está ahora aterrorizando a la sociedad iraní desde el aire.

Como hemos visto una vez más en las últimas horas, la cultura política y mediática de Estados Unidos se inclina fuertemente hacia la glorificación del uso del poder aéreo destructivo sin igual de Estados Unidos.

Como si estuviera por encima de todo. La presunción del excepcionalismo estadounidense asume que «nosotros» tenemos la base moral santificada para actuar en el mundo con un mensaje básico de facto impulsado por el poder militar: haced lo que decimos, no lo que hacemos.

Mientras todo esto sucede, es fácil escuchar la palabra «surrealista». Pero una palabra mucho más adecuada es «real».

«Las personas que cierran los ojos a la realidad simplemente invitan a su propia destrucción», escribió James Baldwin, «y cualquiera que insista en permanecer en un estado de inocencia mucho después de que esa inocencia haya muerto se convierte en un monstruo».

Ahora, la población de Estados Unidos tiene una oportunidad histórica en tiempo real: hacer todo lo posible para emprender acciones no violentas que exijan al gobierno estadounidense que ponga fin a su monstruoso papel en Medio Oriente.

Norman Solomon es director nacional de la organización estadounidense RootsAction y director ejecutivo del Institute for Public Accuracy (Instituto para la Exactitud Pública). La edición de su último libro, War Made Invisible: How America Hides the Human Toll of Its Military Machine (La guerra invisible: cómo Estados Unidos oculta el coste humano de su maquinaria militar), incluye un epílogo sobre la guerra de Gaza.

T: MF / ED: EG

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