GINEBRA – Las causas subyacentes de la mala salud casi siempre están asociadas a
factores ajenos al sector, como la calidad de la vivienda, la educación y las
oportunidades de empleo, afirma el más reciente informe divulgado por la
Organización Mundial de la Salud (OMS).
“Nuestro mundo es un mundo desigual. El lugar donde nacemos, crecemos, vivimos,
trabajamos y envejecemos influye significativamente en nuestra salud y bienestar.
Con todo, es posible mejorar”, dijo a propósito del informe el director general de la
OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
El “Informe mundial sobre los determinantes sociales de la equidad en la salud”
muestra que los determinantes sociales pueden ser responsables de una reducción
drástica de la esperanza de vida sana, a veces en decenas de años, tanto en los países
de ingreso alto como en los de ingreso bajo.
Por ejemplo, las personas del país con la esperanza de vida más baja vivirán, en
promedio, 33 años menos que las nacidas en el que tenga la esperanza de vida más
alta, indica el informe.
Según su análisis, los determinantes sociales de la equidad en la salud pueden influir
en los resultados de salud de las personas más que su genética o el acceso a la
atención de salud.
Se subraya que las inequidades en la salud están estrechamente vinculadas con los
niveles de desfavorecimiento social y de discriminación.
La salud sigue un gradiente social por el que cuanto más desfavorecida es la zona en
la que viven las personas, y más bajos son sus ingresos y menos años de educación
han recibido, peor será su salud y menor el número de años que vivan sanamente.
Esas desigualdades se agravan en las poblaciones que padecen discriminación y
marginalización. Uno de los ejemplos más claros es el hecho de que los pueblos indígenas tienen una esperanza de vida más baja que las demás poblaciones, tanto en países de ingreso alto y como en países de ingreso bajo.
El informe es el primero de su tipo que se publica desde 2008, cuando la Comisión
de la OMS sobre Determinantes Sociales de la Salud en su informe final estableció
como metas, para 2040, reducir las diferencias entre los países y dentro de ellos en
cuanto a la esperanza de vida y la mortalidad infantil y materna.
En el informe mundial de 2025 se muestra que es probable que no se alcancen estas
metas establecidas para dentro de 15 años.
Ello porque, aunque los datos son escasos, hay suficientes pruebas que demuestran
que en muchos países las inequidades en materia de salud están aumentando.
Según datos de la OMS, los niños nacidos en los países más pobres tienen 13 veces
más probabilidades de morir antes de los cinco años que aquellos nacidos en los
países más ricos.
Mediante la elaboración de modelos se observa que sería posible salvar la vida de 1,8
millones de niños al año si se eliminasen esas desigualdades y se aumentara la
equidad entre los sectores más pobres y los más ricos de la población, en los países
de ingreso bajo y mediano.
El informe muestra que, aunque se ha producido una disminución de 40 % en la
mortalidad materna a nivel mundial entre 2000 y 2023, los países de ingreso bajo y
mediano bajo siguen registrando 94 % de todas las muertes maternas.
Las mujeres de grupos desfavorecidos tienen más probabilidades de morir por causas
relacionadas con el embarazo.
En muchos países de ingreso alto persisten las desigualdades raciales y étnicas en las
tasas de mortalidad materna. Por ejemplo, en algunas zonas las mujeres indígenas
tienen hasta tres veces más probabilidades de morir durante el parto.
También existen fuertes asociaciones entre los niveles más altos de desigualdad de
género, incluido el matrimonio infantil, y las tasas más altas de mortalidad materna.
La OMS hace hincapié en que las medidas para hacer frente a la desigualdad en los
ingresos, la discriminación estructural, los conflictos y las disrupciones climáticas
son fundamentales para superar inequidades en la salud profundamente arraigadas.
Se calcula que el cambio climático llevará a la pobreza extrema a entre 68 y 135
millones de personas adicionales en los próximos cinco años.
En la actualidad, 3800 millones de personas en todo el mundo se ven privadas de una
cobertura de protección social adecuada, como licencia de enfermedad con sueldo o de baja por maternidad/paternidad, lo que tiene repercusiones directas y duraderas en
sus resultados de salud.
La elevada carga de la deuda de los gobiernos ha dañado gravemente su capacidad
para invertir en esos servicios, y el valor total de los pagos de intereses de los 75
países más pobres del mundo se ha cuadruplicado en el último decenio.
Tedros dijo que el informe “ilustra la importancia de hacer frente a los determinantes
sociales interrelacionados, y proporciona estrategias basadas en la evidencia y
recomendaciones sobre políticas para ayudar a los países a mejorar los resultados de salud para todos”.
La OMS hace un llamado a la acción colectiva de los gobiernos nacionales y locales,
y de los líderes de los ámbitos de la salud, los círculos académicos, la investigación y
la sociedad civil, junto con el sector privado, para un conjunto de acciones.
En primer lugar, abordar la desigualdad económica e invertir en infraestructura social
y servicios públicos universales.
Asimismo, superar la discriminación estructural y los factores determinantes y los
efectos de los conflictos, las emergencias y las migraciones forzadas.
Propone gestionar las dificultades y oportunidades de la acción climática y la
transformación digital para promover los beneficios indirectos de la equidad en la
salud, y promover mecanismos de gobernanza para dar prioridad a medidas sobre los
determinantes sociales de la equidad en la salud.
Entre esas medidas ubica la de gestionar plataformas y estrategias de políticas
intergubernamentales, asignar dinero, poder y recursos al nivel más local donde
pueda lograrse el mayor efecto, y empoderar y hacer participar a las comunidades y
la sociedad civil en la búsqueda de salud para todos.
A-E/HM