GINEBRA – El costo directo de las catástrofes en el mundo, 202 000 millones de dólares anuales, sube a 2,3 billones (millones de millones) de dólares por los gastos en cascada y el daño a los ecosistemas, indicó un análisis divulgado este martes 27 por un organismo especializado de las Naciones Unidas.
Jenty Kirsch-Wood, experta de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (Onurrd) afirmó que “hemos estado subestimando e inframidiendo crónicamente el impacto de los desastres en nuestro sistema global y en el progreso hacia el desarrollo sostenible”.
El informe, titulado “La resiliencia es rentable: Financiar e invertir para nuestro futuro”, demuestra además que los costos seguirán aumentando a medida que empeore la crisis climática.
Además, los desastres climáticos han aumentado en su frecuencia. Una persona nacida en 1990 tiene 63 % de probabilidades de sufrir una inundación catastrófica en su vida. Para un niño nacido en 2025, esa probabilidad se eleva a 86 %.
“Estos fenómenos nos afectan a todos”, subrayó Kirsch-Wood en la presentación del informe en esta ciudad suiza.
El costo de los fenómenos meteorológicos extremos no se mide únicamente en infraestructuras destruidas, sino también en años perdidos de salud, educación y oportunidades.
La carga de este costo, y la deuda que genera, recae desproporcionadamente en los países en desarrollo, según el estudio.
Por ejemplo, en 2023, América del Norte fue la región más expuesta económicamente a las catástrofes, con 69 570 millones de dólares en pérdidas directas, las que, sin embargo, representaron una parte relativamente modesta (0,23 %) de su producto interno bruto (PIB).
Micronesia, por su parte, sufrió una fracción de estas pérdidas netas -solo 4300 millones de dólares- con un impacto relativo mucho mayor, 46,1 % del PIB en esa subregión.
América Latina y el Caribe es cada vez más vulnerable a la escalada del impacto de los desastres, pero sigue careciendo de fondos suficientes para aumentar su resiliencia, según el informe.
La región ha sido testigo de crecientes pérdidas económicas y humanas debidas a desastres exacerbados por el cambio climático, la urbanización y la degradación medioambiental.
Los desastres pequeños y recurrentes – inundaciones localizadas, deslizamientos de tierra y tormentas- están demostrando ser los más perjudiciales económicamente en países como Colombia, donde han costado más de 1000 millones de dólares entre 2000 y 2023, a pesar de atraer poca atención mediática o política.
“América Latina está lidiando con una carga oculta de desastres”, señala el informe, que destaca cómo la mayor parte de los desastres regionales afectan a comunidades rurales y urbanas marginadas, agravando la desigualdad y los retrocesos en el desarrollo.
Aunque esos sucesos suelen afectar a menos de 330 personas cada uno, su elevada frecuencia y escasa visibilidad los convierten en devastadores desde el punto de vista económico y social.
Mientras tanto, el Caribe se enfrenta a crecientes peligros medioambientales como la proliferación de algas, sobre todo del alga Sargassum, que ha dañado los ecosistemas marinos y perturbado las industrias pesquera y turística.
A pesar de su importante costo económico, estas amenazas localizadas suelen quedar excluidas de los modelos globales de catástrofes y no se informa lo suficiente sobre ellas, advierte el informe.
«América Latina y el Caribe están en primera línea de los riesgos agravados. La estabilidad y prosperidad futuras de la región dependerán de las decisiones que se tomen hoy para priorizar la resiliencia sobre el gasto reactivo”, asienta el documento.
En general, en el mundo, la atención sanitaria, la educación y el empleo se ven cada vez más perturbados por las emergencias, lo que aumenta la deuda nacional y ralentiza la recuperación, sobre todo en los países ya vulnerables.
Esto “ha contribuido a una respuesta humanitaria insostenible e insoportable mientras los países se enfrentan a crisis climáticas cada vez más frecuentes y graves”, añadió Kirsch-Wood.
Según la Onurrd, las pérdidas financieras por catástrofes se han duplicado en las dos últimas décadas.
El documento describe cómo los efectos del aumento de los costos de las catástrofes ya se dejan sentir en todo el mundo, desde la aparición de zonas consideradas demasiado arriesgadas para que las aseguradoras las cubran, hasta el aumento de las deudas nacionales y las crisis humanitarias recurrentes.
Casi 240 millones de personas fueron desplazadas internamente por desastres entre 2014 y 2023.
China y Filipinas informaron de más de 40 millones de desplazados cada una, mientras que India, Bangladés y Pakistán registraron cifras de entre 10 y 30 millones.
Sin embargo, el documento también presenta estudios de casos y recomendaciones políticas sobre cómo las inversiones en resiliencia pueden ayudar a detener el creciente costo económico de las catástrofes, reducir las necesidades humanitarias y hacer aún más eficaces los escasos recursos de ayuda internacional
Además expone cómo la comunidad internacional puede colaborar para realizar inversiones sostenibles, que aumenten la resiliencia ante futuros desastres y alivien la presión sobre las finanzas públicas.
Kamal Kishore, jefe de la Onurrd, dijo al respecto que “una inversión sistemática y mayor en la reducción del riesgo de desastres y la resiliencia no solo puede detener esas tendencias, sino también invertirlas», declaró.
Puso como ejemplo a las comunidades ribereñas “cuando tienen acceso a herramientas científicas para planificar el uso de sus tierras, disponen de recursos para construir sistemas de protección contra las inundaciones y cuentan con sistemas de alerta temprana”.
“No solo reducen los daños y las pérdidas por inundaciones, sino que también crean las condiciones para la prosperidad y el crecimiento sostenible de sus comunidades”, afirmó Kishore.
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