Los tártaros asentados desde hace siglos en el este de Polonia, ven como un muro construido por el gobierno para cerrar la afluencia de migrantes desde Bielorrusia, limita sus medios de vida y los deja en medio de los juegos geopolíticos de Minsk contra su país y la Unión Europea.

Interior de la mezquita de Kruszyniany, una de las dos aldeas tártaras de Polonia. Su responsable, Dzemil Gembicki, espera visitantes a los que contar la historia de un pueblo que lleva seis siglos en este país europeo. Imagen: Gilad Sade / IPS

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