Más dinero se gasta en intereses de la deuda que en salud o educación

Mujeres recorren kilómetros para conseguir agua potable en la región de Baidoa, suroeste de Somalia. La entidad ONU Comercio y Desarrollo sostiene que el servicio de la deuda en los países en desarrollo les priva de recursos que necesitan para invertir en obras y servicios esenciales de infraestructura, saneamiento, salud y educación. Imagen: Shutterstock-Unctad

GINEBRA – Unos 3300 millones de personas, más de 40 por ciento de la población del mundo, viven en países donde se gasta más dinero en pagar intereses de la deuda que en salud o educación, expuso ONU Comercio y Desarrollo (Unctad) al iniciarse este lunes 17 la 14 Conferencia sobre Gestión de Deuda.

Rebeca Grynspan, secretaria general de la agencia de las Naciones Unidas, dijo en la apertura de la conferencia en esta ciudad suiza que “las deudas deberían impulsar el desarrollo de los países; sin embargo, están presionando a sus economías, en muchos casos obligándolos a descuidar o abandonar sus programas de desarrollo”.

En los últimos seis años, expuso Grynspan, casi 70 % de los países en desarrollo tuvieron problemas de sostenibilidad de su deuda externa, y en 2023 destinaron una media de 16 % de sus ingresos de exportación al servicio de su deuda (pagos de capital e intereses).

La sola deuda externa de los países en desarrollo alcanzó en 2023 la cifra récord de 11,4 billones (millones de millones) de dólares, 99 % de sus ingresos de exportación.

Ese año, según el Banco Mundial, los costos de los intereses llegaron al nivel más alto en dos décadas y los países en desarrollo destinaron la cifra récord de 1,4 billones de dólares al servicio de su deuda externa.

Tras calificar el momento actual como “uno de crisis de deuda y desarrollo”, Grynspan afirmó que una buena gestión de los compromisos financieros se basa sobre todo en la administración, definiéndola como “la supervisión de recursos que no nos pertenecen por completo”.

“Se trata de garantizar que, cuando solicitemos préstamos, lo hagamos para construir algo de valor, algo que, con el tiempo, genere los medios para su propio reembolso” y, por ello, continuó “la transparencia, la lucha contra la corrupción, la buena gestión y la asignación de prioridades nacionales son clave”.

Grynspan reconoció que la arquitectura financiera existente impone altos costos de capital a los países en desarrollo que experimentan problemas crónicos de subinversión, mientras se carece de una red de seguridad universal que proteja a los países de los shocks externos.

Tampoco se cuenta con un sistema financiero multilateral capaz de proporcionar recursos asequibles a largo plazo a gran escala, atrayendo la inversión privada.

Uno de sus resultados es que unos 3300 millones de personas viven en países que gastan más en el servicio de la deuda que en salud o educación. Además, los pagos de intereses superan las inversiones climáticas en casi todos los países en desarrollo.

Por otra parte, el cambiante panorama de los acreedores añade complejidad a la reestructuración de los créditos: casi dos tercios de la deuda de los países en desarrollo están ahora en manos de acreedores privados que operan con incentivos diferentes a los de los acreedores donantes bilaterales tradicionales.

“Algunos tenedores de bonos privados se han convertido de facto en acreedores principales, situándose por encima de los prestamistas multilaterales y oficiales, y algunos están dispuestos a litigar agresivamente”, explicó Grynspan.

Por otra parte, no existe un mecanismo de suspensión de pagos mientras las negociaciones se prolongan, y los países no pueden acceder a los mercados de capital ni refinanciar sus deudas, lo que obliga a los países a optar por incumplir sus obligaciones de desarrollo para no incumplir sus obligaciones de deuda.

Así, no hay moratorias de deuda, pero sí de desarrollo, puntualizó Grynspan.

Para cambiar esta tendencia se han propuesto mejoras que no han llegado a establecerse, por ejemplo, la suspensión de los intereses mientras las negociaciones continúen.

El Pacto para el Futuro, adoptado por la Cumbre del Futuro, en septiembre de 2024 en la ONU, insta al Fondo Monetario Internacional (FMI) a iniciar un proceso de revisión de la arquitectura de la deuda.

Grynspan exhortó a los países para que lleguen a la Conferencia Internacional de Financiamiento al Desarrollo, por celebrarse en Sevilla, España, en junio próximo con propuestas que conduzcan a respuestas concretas y prácticas al desafío que plantean las deudas y el desarrollo.

“Detrás de nosotros yace un sistema que necesita reformas; frente a nosotros, la oportunidad de construir un sistema que beneficie a las personas y a la estabilidad, no a la especulación; al desarrollo a largo plazo, no a impagos recurrentes”, concluyó la responsable de la Unctad.

A-E/HM

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