Presidente genocida, política genocida

Este es un artículo de opinión de Norman Solomon, director nacional de RootsAction y director ejecutivo del Instituto para la Exactitud Pública.

Niños palestinos desplazados en tiendas de campaña improvisadas se enfrentan a la lluvia y al frío en Deir al Balah, en Franja de Gaza, en diciembre de 2024. Imagen: Ashraf Amra / Unrwa

SAN FRANCISCO, Estados Unidos – Cuando el primer fin de semana de enero se conoció la noticia de que el presidente Joe Biden acababa de aprobar un acuerdo de 8000 millones de dólares para el envío de armas a Israel, un funcionario anónimo prometió que «seguiremos proporcionando las capacidades necesarias para la defensa de Israel».

Tras los informes de diciembre de Amnistía Internacional y Human Rights Watch que concluían que las acciones israelíes en Gaza son un genocidio, la decisión de Biden supuso un hundimiento más para su ya concluyente presidencia, que concluirá el 20 de enero.

Es lógico centrarse en Biden como individuo. Sus decisiones de seguir enviando enormes cantidades de armamento a Israel han sido fundamentales y calamitosas.

Pero el genocidio presidencial y la aquiescencia activa de la gran mayoría del legislativo Congreso tienen su contrapartida en los medios de comunicación dominantes y en la política general de Estados Unidos.

Cuarenta días después de que comenzara la guerra de Gaza, Anne Boyer anunció su dimisión como editora de poesía de The New York Times Magazine. Más de un año después, su declaración ilustra por qué la credibilidad moral de tantas instituciones liberales se ha derrumbado tras la destrucción de Gaza.

Aunque Boyer denunció «la guerra del Estado israelí contra el pueblo de Gaza respaldada por Estados Unidos», optó rotundamente por desvincularse de la principal publicación liberal del país.

«No puedo escribir sobre poesía en medio de los tonos ‘razonables’ de quienes pretenden aclimatarnos a este sufrimiento irracional. No más eufemismos macabros. No más paisajes infernales verbalmente asépticos. No más mentiras belicistas», expresó entonces.

El proceso de aclimatación pronto se convirtió en rutina. Con la crucial complicidad del presidente Biden y sus leales, especialmente motivados para fingir que no estaba haciendo lo que realmente estaba haciendo.

El autor, Norman Solomon

Para los principales periodistas, el proceso requería la suspensión voluntaria de la creencia en una norma coherente de lenguaje y humanidad. Cuando Boyer comprendió agudamente el terrible significado de su cobertura de Gaza, se retiró del «periódico de referencia».

El análisis del contenido de las seis primeras semanas de la guerra reveló que la cobertura de The New York Times, el Washington Post y Los Angeles Times tenía un sesgo marcadamente deshumanizador hacia los palestinos.

Los tres diarios «enfatizaron desproporcionadamente las muertes israelíes en el conflicto» y «utilizaron un lenguaje emotivo para describir las matanzas de israelíes, pero no de palestinos», mostró un estudio de The Intercept.

«El término ‘masacre’ fue utilizado por editores y reporteros para describir la matanza de israelíes frente a la de palestinos 60 a 1, y ‘masacre’ fue utilizado para describir la matanza de israelíes frente a la de palestinos 125 a 2. ‘Horroroso’ fue utilizado para describir la matanza de israelíes frente a la de palestinos 36 a 4».

Después de un año de la guerra de Gaza, el historiador árabe-estadounidense Rashid Khalidi dijo: «Mi objeción a órganos de opinión como The New York Times es que lo ven absolutamente todo desde una perspectiva israelí».

«¿Cómo afecta a Israel y cómo lo ven los israelíes? Israel está en el centro de su visión del mundo, y eso es cierto de nuestras élites en general, en todo Occidente. Los israelíes, muy astutamente, al impedir el reportaje directo desde Gaza, han facilitado aún más esa perspectiva israelocéntrica», planteó.

Khalidi resumió: «Los principales medios de comunicación están tan ciegos como siempre, tan dispuestos a secundar cualquier monstruosa mentira israelí, a actuar como taquígrafos del poder, repitiendo lo que se dice en Washington».

El clima mediático conformista allanó el camino para que Biden y sus prominentes racionalizadores se deslizaran fuera del gancho y dieran forma a la narrativa, disfrazando la complicidad de política imparcial.

Mientras tanto, grandes cantidades de armas y municiones de Israel procedían de Estados Unidos. Casi la mitad de los palestinos asesinados eran niños.

Para esos niños y sus familias, el camino al infierno estaba pavimentado con un buen doblepensamiento.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

Así, por ejemplo, mientras se sucedían los horrores de Gaza, ningún periodista se enfrentó a Biden por lo que había dicho en el momento del ampliamente criticado tiroteo en una escuela de Uvalde, Texas, cuando el presidente había salido rápidamente en directo por televisión.

«Hay padres que no volverán a ver a su hijo», dijo, y añadió: «Perder a un hijo es como si te arrancaran un trozo de tu alma. . . . Es un sentimiento compartido por los hermanos, y los abuelos, y sus familiares, y la comunidad que queda atrás».

Luego preguntó con tono lastimero: «¿Por qué estamos dispuestos a vivir con esta carnicería? ¿Por qué seguimos permitiendo que esto ocurra?»

En la masacre de Uvalde murieron 19 niños. La masacre diaria en Gaza se ha cobrado la vida de tantos niños palestinos en cuestión de horas.

Mientras Biden se negaba a reconocer la limpieza étnica y el asesinato en masa que él seguía haciendo posible, los demócratas de su órbita cooperaban con el silencio u otros tipos de evasivas. Una maniobra de larga data consiste en marcar la casilla de un tópico requerido afirmando el apoyo a una «solución de dos Estados».

Dominando el Capitolio, un precepto tácito ha sostenido que el pueblo palestino es prescindible como cuestión política práctica. Líderes de partido como el senador demócrata Chuck Schumer y el representante republiano Hakeem Jeffries no hicieron prácticamente nada para indicar lo contrario.

Tampoco se esforzaron por defender a los demócratas Jamaal Bowman y Cori Bush, derrotados en las primarias de verano con un diluvio sin precedentes de campañas publicitarias multimillonarias financiadas por el Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos – Israelel (Aipac, en inglés) y donantes republicanos.

El entorno mediático general fue un poco más variado, pero no menos letal para los civiles palestinos. Durante los primeros meses, la guerra de Gaza recibió una enorme cobertura de los principales medios de comunicación, que fue disminuyendo con el tiempo; los efectos fueron en gran medida normalizar la continua matanza.

Hubo algunos reportajes excepcionales sobre el sufrimiento, pero el periodismo fue adquiriendo gradualmente un ambiente mediático parecido al ruido de fondo, mientras se exageraban con credulidad los débiles esfuerzos de Biden por lograr un alto el fuego como si se tratara de una búsqueda decidida.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, recibió cada vez más críticas.

Pero la cobertura mediática y la retórica política predominantes en Estados Unidos -poco dispuestas a sacar a la luz la misión israelí de destruir masivamente a los palestinos- rara vez fueron más allá de retratar a los dirigentes israelíes como insuficientemente preocupados por proteger a los civiles palestinos.

En lugar de franqueza sobre verdades horribles, los relatos habituales de los medios de comunicación y la política estadounidenses han ofrecido eufemismos y evasivas.

Cuando dimitió como editora de poesía de The New York Times Magazine a mediados de noviembre de 2023, Anne Boyer condenó lo que denominó «una guerra continua contra el pueblo de Palestina, pueblo que ha resistido durante décadas de ocupación, desplazamiento forzoso, privaciones, vigilancia, asedio, encarcelamiento y tortura».

Otro poeta, William Stafford, escribió hace décadas:

Lo llamo cruel y tal vez la raíz de toda crueldad

saber lo que ocurre pero no reconocer el hecho.

Norman Solomon es director nacional de RootsAction.org y director ejecutivo del Institute for Public Accuracy. Su último libro, War Made Invisible:How America Hides the Human Toll of Its Military Machine (La guerra se vuelve invisible: cómo Estados Unidos oculta el costo humano de su maquinaria militar), se publicó en rústica el pasado otoño con un nuevo epílogo sobre la guerra de Gaza.

T: MF / ED: EG

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