Opinión

El año 2024: esperanza y desesperación

Este es un artículo de opinión de Anis Chowdhury, profesor emérito de la Universidad del Oeste de Sídney.

Sesión en que la Corte Internacional de Justicia dictó en enero su fallo sobre el caso de Sudáfrica contra Israel, en que dictaminó que su gobierno estaba ejecutando un genocidio contra la población de la Franja de Gaza. Imagen: CIJ

SÍDNEY – Hemos sobrevivido a otro año de genocidio, guerra, destrucción y crisis climática. El año 2024 ha sido una mezcla de esperanza y desesperación.

Comenzó con cierta esperanza cuando la Corte Internacional de Justicia (CIJ) falló a favor de la demanda de Sudáfrica contra Israel por cometer genocidio.

La CIJ y ordenó a Israel que tomara todas las medidas a su alcance para impedir la comisión de todos los actos comprendidos en el ámbito del artículo II de la Convención sobre el Genocidio.

También dictó que adoptara medidas inmediatas y eficaces para permitir la prestación de los servicios básicos y la asistencia humanitaria que se necesitan urgentemente para hacer frente a las adversas condiciones de vida a las que se enfrentan los palestinos en la Franja de Gaza.

Por desgracia, la esperanza se desvaneció rápidamente, ya que el genocidio continúa a manos de las mismas personas que prometieron «nunca más» y trabajaron incansablemente por la Convención sobre el Genocidio.

El autor, Anis Chowdhury

Oficialmente, son ya más de 45 000 muertos, en su mayoría mujeres y niños.

Pero según la prestigiosa revista médica Lancet, el número real de muertos en julio de 2024 ascendía a más de 186 000 debido a los efectos acumulativos de la destrucción de hospitales por Israel, el bloqueo de la ayuda, el corte del suministro de agua y electricidad y todos los demás medios de limpieza étnica.

Irónicamente, el Estado de apartheid de Israel solo puede pisotear la CIJ y el derecho internacional humanitario gracias al respaldo de Estados Unidos y sus aliados.

Uno se enfrenta al inexplicable espectáculo de sus aliados occidentales con cara de piedra ignorando, y de hecho justificando, la matanza y el hambre de los palestinos en Gaza.

Escribí varios artículos para IPS tratando de explicar lo inexplicable. En medio del continuo horror, la injusticia y las miserias del pueblo palestino ocupado, pensé que no tenía sentido escribir o hacer análisis académicos.

En lugar de ello, opté por el activismo y me uní a las protestas masivas que se hicieron habituales en todo el mundo, declarando en voz alta y desafiante: «Desde el río al mar, Palestina será libre», donde unos y otros -palestinos y judíos- vivirán como ciudadanos libres, disfrutando de plenos derechos democráticos y económicos para desarrollar todo su potencial como seres humanos iguales.

Mis hijos y nietos también se unieron a nosotros para inspirarnos en la resistencia de los palestinos, que se niegan a rendirse y exigen vivir con dignidad.

Parece que el poder de la gente está empezando a tener efectos positivos. Cada vez más países, especialmente en el Sur global, están adoptando una postura firme contra el Estado de apartheid de Israel, rompiendo con sus aliados occidentales.

Noruega, Irlanda, España y Eslovenia reconocieron el Estado de Palestina. Australia cambió su postura para apoyar una votación en la ONU exigiendo a Israel el fin de la ocupación de Gaza, Jerusalén Este y Cisjordania.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

Sin embargo, hubo más acontecimientos decepcionantes: Israel amplió sus despiadados bombardeos a Líbano y asesinó a figuras clave, eliminando a probables socios en un posible acuerdo de paz; la guerra en Ucrania se prolongó mientras el presidente ruso Vladimir Putin amenaza con utilizar cabezas nucleares.

Y Estados Unidos, el supuesto líder del llamado «mundo libre» basado en normas, eligió como presidente a un narcisista, Donald Trump, empeñado en echar por tierra las normas, reivindicando la supremacía y el excepcionalismo estadounidenses.

La cumbre del clima de Bakú, la COP29, terminó con decepción, ya que se ha abandonado a las naciones más vulnerables del mundo y apenas se ha avanzado en la reducción de los combustibles fósiles.

La suerte de los desplazados en Sudán, Myanmar y otros lugares empeoró, a medida que se prolonga el conflicto. Amnistía Internacional informó de que «el ejército de Arakan mató ilegalmente a civiles rohinyás, los expulsó de sus hogares y los dejó vulnerables a los ataques».

Estos ataques a los que se enfrentan los rohinyás se suman a los ataques aéreos indiscriminados del ejército de Myanmar que han matado tanto a civiles rohinyá como del pueblo rakhine.

Los rohingya -la mayor población apátrida del mundo- siguen sufriendo persecución y abusos. Ahora se enfrentan a un arma de doble filo a medida que el ejército de Arakan estrecha el cerco sobre la Junta de Myanmar.

El conflicto en Sudán ha provocado una hambruna provocada por el hombre, la mayor crisis de hambre del mundo, y la peor crisis de desplazamiento interno del mundo. Casi 20 meses de guerra han hecho que más de una quinta parte del país, más de 12 millones de personas, se hayan visto obligadas a abandonar sus hogares.

No obstante, ha habido algunos destellos de esperanza. Los heroicos pueblos de Siria y Bangladés derrocaron a sus regímenes represivos, lo que parecía casi imposible el día anterior; y parece que ha llegado un nuevo amanecer para estas naciones.

Tanto en Siria como en Bangladés, la gente espera una sociedad justa, equitativa y democrática. Sin embargo, también sienten verdadera aprensión, ya que una transición sistémica de este tipo está plagada de incertidumbre. Es como la morfosis de una oruga dentro de un capullo: puede salir como mariposa o como polilla.

La sombra de la fracasada «primavera árabe» en Egipto, Argelia y Túnez persigue al pueblo sirio. También temen el conflicto sectario y los juegos de grandes potencias que siguieron en Libia mientras Israel atiza y expande su ocupación.

En el caso de Bangladés, los tres últimos intentos de transición del sistema autoritario han acabado en decepciones.

Las grandes esperanzas de una sociedad democrática y justa se evaporaron rápidamente cuando el país fue testigo de ejecuciones extrajudiciales sin precedentes, fraude electoral y, finalmente, se convirtió en un Estado de partido único a los tres años de su independencia, a costa de millones de vidas.

El segundo intento, a partir de 1975, fracasó con el golpe de Ershad, cuyo régimen militar-civil no era ni una mariposa ni una polilla, sino más bien un híbrido. El tercer intento, después de 1990, se convirtió en un monstruo con el gobierno cleptocrático de la tirana Hasina, basado en el robo y la represión extrema.

La desesperación no debe apoderarse de la esperanza. La historia de la humanidad es una historia de luchas, pero nuestra capacidad para levantarnos después de cada caída, para salir de las profundidades de la desesperación con una determinación renovada y una esperanza inquebrantable, determina nuestro progreso.

Anis Chowdhury es profesor emérito de la australiana Western Sydney University (Universidad del Oeste de Sídney). También ha ocupado altos cargos en las Naciones Unidas en Nueva York y Bangkok. 

T: MF / ED: EG

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe