Comienza nueva era de crisis para la infancia

Un niño de cinco años camina entre ruinas de casas en una ciudad del sur del Líbano, escenario de la confrontación entre fuerzas de Israel y la milicia Hezbolá. El porcentaje de niños que viven en zonas de conflicto armado prácticamente se ha duplicado en comparación con las cifras de finales del siglo pasado, destaca el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia. Imagen: Diego Ibarra / Unicef

NACIONES UNIDAS – El mundo está entrando en una nueva era de crisis para los niños, a medida que el cambio climático, la creciente desigualdad y los conflictos persistentes limitan su futuro, advierte un estudio del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) divulgado este lunes 13.

Más de 473 millones de niños, o más de uno de cada seis en todo el planeta, viven ahora en zonas afectadas por conflictos, ya que el mundo está experimentando actualmente el mayor número de conflictos desde la Segunda Guerra Mundial.

El porcentaje de niños que viven en zonas de conflicto se ha duplicado, de alrededor de 10 % en la década de 1990 a casi el 19 % en la actualidad, y las confrontaciones armadas están aumentando en intensidad y violencia.

El informe “Perspectivas para la infancia 2025” destaca que en un contexto de crecientes rivalidades geopolíticas y de parálisis de las instituciones multilaterales, los actores estatales y no estatales parecen cada vez más inclinados a ignorar las leyes internacionales destinadas a proteger a las poblaciones civiles.

Como resultado, los ataques a infraestructuras civiles como escuelas y hospitales son cada vez más frecuentes, y el colapso de décadas de esfuerzos para proteger a los civiles está teniendo un profundo impacto en los niños.

Además de los riesgos para sus vidas, enfrentan desplazamientos y la amenaza de hambrunas y enfermedades, y su bienestar psicológico también está en riesgo.

Por otra parte, a los gobiernos de los países en desarrollo les resulta cada vez más difícil financiar inversiones esenciales para los niños, debido al lento crecimiento económico, los bajos ingresos fiscales y la insuficiente asistencia para el desarrollo.

La creciente carga de la deuda soberana también contribuye a esta tendencia. Casi 400 millones de niños viven en países sobreendeudados y, sin reformas importantes, el monto de la deuda aumentará.

El costo de pagar esta deuda priva a las inversiones de fondos esenciales que podrían destinarse a los niños, destaca Unicef.

Otro tema que muestra el informe es que los niños se ven afectados desproporcionadamente por el cambio climático, y los efectos en su desarrollo, salud, educación y bienestar pueden ser permanentes e irreversibles.

Advierte de que el año 2025 brindará la oportunidad de avanzar en los objetivos climáticos globales, pues por ejemplo los países del mundo deberán actualizar e incrementar sus compromisos sobre emisión de gases de efecto invernadero, que atizan la crisis climática.

El documento concuerda con los enfoques de otras entidades internacionales en que para avanzar en esos objetivos se requieren financiamiento e inversiones equitativas y el establecimiento de marcos regulatorios y sistemas de seguimiento eficaces.

El informe también considera que los rápidos avances en las tecnologías emergentes seguirán dando forma a todos los aspectos de la vida de los niños, desde la educación hasta la comunicación, la participación y la economía digital.

Destaca que una de las principales tendencias actuales es el surgimiento de la infraestructura pública digital, conjunto de sistemas digitales compartidos capaces de brindar acceso equitativo a servicios públicos y privados, incluso para los niños.

Afirma que esas infraestructuras tienen el potencial de cambiar la forma en que los gobiernos sirven e interactúan con sus ciudadanos, incluidos los niños. También pueden ser esenciales para promover reglas que promuevan el desarrollo, la inclusión, la confianza, la innovación y el respeto de los derechos humanos.

Sin embargo, las persistentes desigualdades en el acceso digital, particularmente en los países menos desarrollados, constituyen un obstáculo importante para que esas infraestructuras estén disponibles para todos los niños.

El documento aboga por que las naciones y las instituciones brinden respuestas coherentes y no fragmentadas a los desafíos comunes a partir de este 2025, con la promoción y adopción de sistemas que mejoren las vidas y perspectivas de los niños.

A-E/HM

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