Cárceles de muerte y terror en Siria: Sobrevivientes afrontan largo camino para recuperarse

Una larga fila de gente camina hacia la prisión de Sednaya, al norte de la capital siria, para buscar a los detenidos sobrevivientes. Imagen: Abdul Karem al Mohammad / IPS

IDLIB, Siria – Detenida sin juicio durante más de tres años, acusada de tratar con “terroristas” (el nombre dado por el régimen a los opositores), Alaa al Khalil, enfermera de 33 años de la ciudad siria de Hama, relata la agonía de su vida en una celda que compartía con al menos otras 35 mujeres.

Salió de la prisión de Aydnaya el 8 de diciembre, tras la caída del régimen de Bashar al Assad y su huida a Moscú, cuando facciones armadas de la oposición consiguieron abrir las puertas de las cárceles, liberando a cientos de detenidos que habían soportado las formas más horribles de tortura por oponerse al régimen.

Muchos perdieron la vida dentro de las cárceles y fueron enterrados en fosas comunes, mientras que las familias de los detenidos siguen buscando a sus seres queridos desaparecidos en las cárceles de la tiranía, que se hizo aún más cruel durante la guerra civil iniciada en 2011.

Años de tortura

“Fui detenida en un puesto de control de seguridad del antiguo régimen sirio y me trasladaron a la Subdivisión de Seguridad Política de Damasco. Me esposaron las manos y me vendaron los ojos. En la cárcel, éramos 35 mujeres en una pequeña y estrecha celda, con el baño en la misma habitación, sin ninguna privacidad”, dijo Khalil a IPS.

Añadió que “las marcas de tortura eran claramente visibles en algunas de las mujeres.
En cuanto al sueño, nos tumbábamos en el suelo y dormíamos por turnos, por lo reducido del recinto. Lo más doloroso eran las embarazadas que daban a luz a niños que crecían en la cárcel”.

Durante ese tiempo, dijo que los presos sufrían “hambre, frío y todas las formas de tortura, incluidas palizas, quemaduras con cigarrillos y arrancamiento de uñas”.

Muchas de las detenidas fueron violadas y expuestas a diferentes formas de violencia sexual como forma de castigo. “Después de medianoche, los guardias iban donde estaban las detenidas para seleccionar a las chicas más guapas y llevarlas a las habitaciones de los oficiales”, siguió contando.

“Preferíamos la tortura e incluso la muerte a la violación. Cuando una chica se negaba a mantener relaciones sexuales o a confesar los cargos que se le imputaban durante el interrogatorio, los guardias o los interrogadores la mataban y arrojaban su cuerpo a la sala de sal, preparada de antemano para preservar los cuerpos de los muertos durante el mayor tiempo posible”, recordó el trauma diario con lágrimas en los ojos.

Khalil confirma que a los prisioneros no se les permitía mirar a los guardias, hablar o hacer ruido, ni siquiera durante la tortura. Se les castigaba se les privaba de agua o se les obligaba a dormir desnudos, sin mantas, en el frío gélido. Las comidas consistían en unos pocos bocados de comida en mal estado, y muchas personas contrajeron graves infecciones, enfermedades y trastornos mentales.

Ahora en libertad, Khalil espera disfrutar de seguridad, estabilidad y paz en este país tras años de opresión e injusticia.

Adnan al Ibrahim, de 46 años, oriundo de la ciudad meridional de Daraa, también fue liberado hace unos días de la prisión de Adra, en las afueras de Damasco, tras pasar más de 10 años allí, acusado de desertar del ejército de Al Assad y pedir asilo en Líbano.

«Me siento como si estuviera soñando después de haber sido liberado de prisión. Me acusaron de terrorismo, me sometieron a tortura y nunca me llevaron ante un tribunal durante mi encarcelamiento.  Todavía estoy traumatizado por lo que sufrí», dijo Ibrahim. «Nos sometieron al peor trato imaginable en las cárceles», añadió.

Tras lograr sobrevivir, «todo lo que queremos ahora es el derecho a vivir una vida decente, lejos de la injusticia, la violencia, las detenciones arbitrarias y la  las detenciones arbitrarias y las continuas matanzas en Siria», afirmó a IPS.

Ahora está demacrado y débil, su peso se ha reducido drásticamente debido a la
la desnutrición y la mala alimentación. La mayoría de sus compañeros de prisión padecen enfermedades potencialmente mortales como consecuencia de las torturas sufridas.

Muchos reclusos perdieron la memoria a causa de los golpes recibidos en la cabeza durante los interrogatorios, mientras los cuerpos de los muertos permanecían largos periodos junto a los reclusos antes de ser ser retirados. Luego, muchos de estos cadáveres fueron incinerados.

Búsqueda de sobrevivientes dentro de la prisión de Sednaya, en Damasco, la capital de Siria. Imagen: Abdul Karem al Mohammad / IPS

 

Agobiados por el trauma psicológico

Samah Barakat, especialista en salud mental de 33 años, afirma que los supervivientes de los centros de detención sirios necesitarán ayuda para superar sus traumas.

«La experiencia del encarcelamiento y la tortura en las prisiones es dolorosa y traumática para los supervivientes. El encarcelamiento no se limita a lo físico, también afecta al estado mental. Los presos fueron sometidos a diversas formas de tortura y opresión, lo que provocó un deterioro significativo de su salud mental», dijo.

Explicó que «estos efectos incluyen una serie de trastornos psicológicos como psicosis, pérdida de memoria e impedimentos del habla, además de la propagación de enfermedades debido a su privación de atención médica básica».

Barakat confirma que algunos detenidos pueden sufrir efectos físicos, psicológicos y de comportamiento, acompañados de constante ansiedad, depresión y retraimiento social.

Explica que los supervivientes de la detención necesitan apoyo psicológico, que varía según el impacto de la experiencia de detención. Algunos necesitan asesoramiento psicológico o sesiones de terapia con especialistas, mientras que otros necesitan medicación recetada por un psiquiatra, debido a la depresión u otras enfermedades mentales.

Un destino desconocido

Para algunos de los sobrevivientes, la incertidumbre sobre el destino de sus seres queridos significa que el trauma del régimen de Al Assad sigue vivo.

Alaa al Omar, de 52 años, de la norteña ciudad siria de Idlib, acudió a la prisión de Saydnaya y a la de Rama Palestina, ambas en Damasco, tras la caída del régimen de Assad, con la esperanza de encontrar a su hijo, que había desaparecido en las profundidades de alguna prisión.

«Fui a las prisiones con gran anhelo, pero no encontré ni rastro de mi hijo.  Creo que murió a consecuencia de la tortura», contó.

Al Omar afirma que su hijo fue detenido por las fuerzas del régimen en 2015 mientras estudiaba en una universidad de Alepo, acusado de participar en manifestaciones, portar armas y unirse a las facciones de la oposición.

Nunca supo nada de su hijo desde su detención y su su suerte sigue siendo desconocida incluso ahora.

Violaciones de derechos humanos

El activista de derechos humanos Salim al Najjar, de 41 años y originario de Alepo,
habla sobre el sufrimiento de los supervivientes de la detención y dijo a IPS que la
la historia de la construcción de prisiones y la ampliación de los centros de detención en Siria se remonta al al régimen de Hafez al Assad, quien dominó el país de 1971 hasta su muerte en 2000, cuando fue sucedido por su hijo Bashar.

Desde la década de los 80 comenzó la embestida contra sus opositores, convirtiendo el país en un «gran matadero», aseguró.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

«En las cárceles del régimen, las vidas son tan iguales como piedras en manos de un escultor, asesinadas y desechadas sin miramientos ni importancia. En ellas, una persona se convierte en un mero número, con su historia, sentimientos, e incluso los sueños que les persiguieron hasta el último momento de sus vida», afirmó Al Najjar.

Confirma que de las muchas prisiones en Siria, la de Saydnaya, en el norte de Damasco,
era conocida como el centro de detención política más destacada de Siria y se hizo célebre por su horrible reputación como centro de tortura y ejecuciones masivas,
especialmente tras el estallido de la revolución siria en 2011.

La prisión de Saydnaya era donde Assad detenía a opositores o desertores de su ejército o a quienes rechazaban su «política de asesinatos», explicó.

Añadió que de allí pocos detenidos lograron ser liberados, a través de conexiones familiares o sobornos, mientras que a los demás se les dejaba morir por sus
heridas y enfermedades sin tratar en celdas «sucias y abarrotadas».

El maltrato era tal que muchos detenidos que sobrevivieron hasta la apertura de las puertas de esa prisión, hizo que muchos de ellos salieran con sus facultades mentales pérdidas, incapaces de recordar sus nombres o de identificarse.

Además, la aguda desnutrición y las brutales torturas,hicieron que sus sus rasgos cambiaran, hasta el punto que sus propias familias no los reconocieran al principio.

Al Najjar espera conseguir justicia para las víctimas presentando pruebas y documentos ante tribunales internacionales y haciendo comparecer a Al Assad y a y a todos los autores de violaciones a los derechos humanos en Siria.

La Red Siria de Derechos Humanos afirmó en un comunicado el 11 de diciembre que se acusa a Al Assad de haber matado al menos a 202 000 civiles sirios, entre ellos 15 000 torturados y 96 000 desaparecidos.

A ellose suma el desplazamiento forzoso de casi 13 millones de ciudadanos sirios, así
así como otras atroces violaciones, incluido el uso de armas químicas.

«Los centros de detención sirios y las cámaras de tortura simbolizan la agonía, la opresión y el sufrimiento que los sirios han soportado durante décadas. Los supervivientes de la detención siguen curando sus heridas y luchan por volver a su vida normal y reintegrarse en la sociedad. Lamentablemente, un número significativo de ellos ha perecido bajo tortura», detalla la Red.

T: MF / ED: EG

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