NAIROBI – El Informe sobre la Brecha de Adaptación 2024 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) advierte que las medidas de adaptación no están para nada a la altura de las crecientes demandas de un planeta en calentamiento.
El informe, titulado este año “Contra viento y marea» y publicado para servir de insumo a la 29 Conferencia de las Partes (COP29) sobre cambio climático, que se desarrolla desde este lunes 11 en Bakú, la capital de Azerbaiyán, proyectó un futuro sombrío en el que las comunidades vulnerables soportarán el peso de las dificultades inducidas por el clima.
El informe destaca que las estrategias de adaptación sólidas y bien financiadas son vitales para salvaguardar a quienes corren más riesgo y pide una acción global inmediata y sustancial en materia de planificación, financiación e implementación de la adaptación.
Los incendios forestales, las inundaciones y el aumento de las temperaturas siguen infligiendo efectos devastadores a las personas de todo el mundo, especialmente a los pobres. La directora ejecutiva del Pnuma, Inger Andersen, ha subrayado la urgencia de intensificar los esfuerzos de adaptación: “El mundo no se está adaptando a los impactos climáticos actuales, y mucho menos a los que vendrán si no reducimos decisivamente las emisiones de gases de efecto invernadero.
“Es hora de tratar la adaptación como una de las principales prioridades de la humanidad, junto con la reducción de las emisiones. Quienes ya enfrentan las consecuencias merecen acciones de adaptación efectivas y justas que aborden sus necesidades específicas”, afirmó.
Además, el informe destaca que la escala de los impactos climáticos avanza más rápido que la respuesta mundial.
“La adaptación ya no es una opción lejana; ahora es una prioridad”, dijo el editor en jefe del Pnuma, Henry Neufeldt, resumiendo el llamado del informe a la acción urgente. El informe llega en un momento en que se espera que las naciones aumenten sus compromisos financieros para la adaptación como parte del Pacto Climático de Glasgow, con que concluyó la COP26 en 2021.
Este Pacto insta a los países desarrollados a duplicar la financiación de la adaptación a las naciones en desarrollo para 2025, un objetivo que se alinea con la necesidad de un Nuevo Objetivo Cuantificado Colectivo (NCQG en inglés) sobre financiación climática, programado para ser negociado en la COP29.
Además, el PNUMA señala que la financiación para la adaptación alcanzó solo 28 000 millones dólares en 2022, frente a los 22 000 millones de dólares del año anterior. Si bien se trata de un aumento notable, sigue estando muy por debajo de lo que se necesita para abordar la enorme escala de los impactos del cambio climático.
Según el Pnuma, las necesidades de adaptación mundiales estimadas oscilan entre 215 000 millones de dólares y 387 000 millones de dólares al año hasta 2030, lo que deja un déficit de financiación significativo. Incluso duplicar los flujos de financiación actuales solo cerraría una pequeña fracción de la brecha de financiación para la adaptación.
“No podemos depender de una sola fuente. La carga financiera es demasiado grande”, dijo Neufeldt. “Debemos buscar modelos de financiación creativos y movilizar tanto a los sectores público como privado para garantizar que los recursos lleguen a quienes más los necesitan”, añadió.
Según el informe, el 87 % de los países del mundo cuentan con al menos un plan de adaptación, aunque la calidad y la cobertura varían significativamente.
De los 197 países miembros de las Naciones Unidas, 171 han creado al menos un instrumento nacional de adaptación, pero 10 naciones, la mayoría de ellas lidiando con conflictos internos o inestabilidad política, aún no han iniciado una planificación formal de la adaptación. Además, muchos planes de adaptación carecen de plazos y presupuestos específicos, lo que socava su eficacia.
Anne Hammill, del Instituto Internacional para el Desarrollo Sostenible, coautora de un capítulo sobre la planificación de la adaptación, escribe en el informe: “Hay un aumento notable en la conciencia y la preparación para la planificación de la adaptación a nivel mundial. Sin embargo, para algunas naciones, la fragilidad y la capacidad limitada presentan obstáculos para formular y ejecutar estos planes”.
Además, el Pnuma señala que solo 68 % de los países con planes nacionales de adaptación alinean estas estrategias con sus contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC en inglés), los compromisos climáticos asumidos en el marco del Acuerdo de París. Esta desconexión, según el informe, ha dado lugar a esfuerzos superpuestos y a un uso ineficiente de los recursos.
“Cuando los países actualizan sus NDC, deben asegurarse de que estén armonizadas con los planes de adaptación”, señaló Hammill. “Esta alineación es esencial para evitar la duplicación de esfuerzos y optimizar las inversiones donde más importan”, añadió
La calidad desigual de los planes de adaptación significa que incluso los países que cuentan con estrategias establecidas pueden tener dificultades para ejecutarlas. En muchos casos, los proyectos de adaptación, en particular los que cuentan con financiación internacional, no tienen efectos duraderos.
Por ejemplo, casi la mitad de los proyectos evaluados fueron calificados como insatisfactorios o insostenibles sin financiación externa continua.
“Las acciones de adaptación necesitan financiación a largo plazo y apoyo local para ser eficaces. Las medidas temporales, si bien son beneficiosas a corto plazo, a menudo no abordan las vulnerabilidades subyacentes a largo plazo”, se lee en el informe.
Implementación lenta deja expuestas a comunidades vulnerables
El informe revela que la implementación de las medidas de adaptación va muy por detrás de los esfuerzos de planificación, lo que deja a las comunidades en riesgo peligrosamente expuestas a los impactos climáticos.
Un análisis de los datos muestra que la implementación de la adaptación no ha seguido el ritmo acelerado del cambio climático.
Las inundaciones, los incendios forestales y los fenómenos meteorológicos extremos afectan cada vez más a millones de personas, pero las barreras financieras e institucionales obstaculizan el progreso en la implementación de medidas de adaptación efectivas.
El informe explica: “Los datos sobre la implementación de la adaptación son preocupantes. Muchos países comienzan con fuerza con proyectos iniciales de adaptación, pero mantenerlos ha resultado difícil. Esta brecha entre la planificación y la acción a menudo conduce a graves consecuencias para las comunidades vulnerables”.
Además de la necesidad de contar con mecanismos de financiación más sólidos, el Pnuma subraya la importancia de adoptar medidas de adaptación inclusivas que integren las voces de las comunidades marginadas. Muchos de los grupos más afectados, incluidas las mujeres, los pueblos indígenas y las poblaciones económicamente desfavorecidas, suelen quedar excluidos del proceso de planificación.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
“La adaptación debe ser inclusiva y equitativa”, afirmó Hammill. “Los grupos vulnerables suelen enfrentarse a los peores impactos climáticos, pero sus voces siguen estando subrepresentadas en el proceso de adaptación”, añadió.
Brecha financiera para la adaptación: un llamado a nuevos enfoques
Un tema central del informe es la persistente brecha financiera para la adaptación. Si bien los flujos de financiación pública para la adaptación a los países en desarrollo experimentaron un aumento interanual récord, el Pnuma destaca que incluso los avances sustanciales están muy lejos de lo que se necesita.
“Los niveles actuales de financiación son simplemente inadecuados. Duplicar la financiación podría reducir la brecha en 5 % aproximadamente, pero necesitamos objetivos mucho más ambiciosos para satisfacer las necesidades”, dice.
Para cerrar la brecha financiera, el informe aboga por un cambio de la financiación reactiva basada en proyectos a un enfoque más proactivo y transformador. Esto requiere financiación para acciones de adaptación anticipatorias y sistémicas, como la construcción de infraestructura resiliente al clima y la mejora de la protección social.
Según el Pnuma, los instrumentos de financiación innovadores, como los bonos de resiliencia, los seguros de riesgo y los pagos por servicios ecosistémicos, podrían movilizar nuevas fuentes de financiación para la adaptación.
El informe señala que el sector privado tiene un papel clave que desempeñar. “Si bien los fondos públicos son esenciales, necesitamos inversiones privadas para ampliar la adaptación”, explica, y agrega que en sectores como la agricultura, el agua y la infraestructura, la financiación privada puede ser fundamental si se implementan medidas de reducción de riesgos.
Sin embargo, la financiación privada a menudo es inaccesible para los más vulnerables; existe la necesidad de asociaciones público-privadas y apoyo gubernamental específico.
Fortalecer capacidades y transferencia de tecnología para adaptación eficaz
Más allá de la financiación, el informe del Pnuma también pide mayores inversiones en el fortalecimiento de capacidades y la transferencia de tecnología.
Estos esfuerzos son vitales para empoderar a las naciones en desarrollo a fin de gestionar eficazmente los impactos climáticos. Según el informe, los países en desarrollo necesitan apoyo adicional para desarrollar la capacidad de adaptación local en sectores como la agricultura, la gestión del agua y la salud pública.
El informe también destaca la importancia de un enfoque multifacético.
“La creación de capacidad debe ir más allá de las soluciones técnicas. Requiere invertir en recursos humanos, marcos de políticas y participación comunitaria a largo plazo. Si bien vemos que las necesidades de capacidad se destacan en muchos planes nacionales, todavía falta un enfoque estratégico y coordinado”, indica.
El informe indica que sectores como la alimentación y la agricultura reciben la mayor parte de la financiación para el desarrollo relacionada con la tecnología, pero otras áreas cruciales como la protección costera y la preparación para desastres necesitan más apoyo.
Por ejemplo, los países en desarrollo enfrentan obstáculos para adoptar tecnologías como el riego con energía solar debido a los altos costos de instalación y mantenimiento, lo que dificulta su uso generalizado. Sugiere que para cerrar esta brecha tecnológica se necesitarán tanto inversiones públicas como la participación del sector privado.
Camino a seguir en la COP29 y más allá
El Informe sobre la Brecha de Adaptación de 2024 ha puesto de relieve la necesidad de que se adopten medidas decisivas en Bakú para garantizar los compromisos globales de adaptación.
En el centro de estos debates se encuentra la creación de un NCQG sobre financiación climática, sucesor del objetivo anual de 100 000 millones establecido en 2010. Este nuevo objetivo, sostiene el Pnuma, debe priorizar la adaptación y reconocer los desafíos singulares que enfrentan las naciones en desarrollo.
Andersen, que encabeza la delegación del Pnuma en la COP29, expresa su esperanza de que la comunidad internacional se una en torno a la adaptación como tema central.
Además de fijar un ambicioso objetivo financiero, la COP29 discute mecanismos para un mejor seguimiento de las acciones de adaptación, establecer fondos para pérdidas y daños y abordar las cargas de la deuda que impiden a los países en desarrollo priorizar las inversiones en adaptación.
El Pnuma aboga por el alivio y la reestructuración de la deuda como una forma de liberar fondos para la adaptación climática, en particular en países donde los altos costos de la deuda eclipsan la financiación de la adaptación.
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