TORONTO, Canadá – A pesar de las 1583 medidas legislativas adoptadas en 193 países, la violencia contra las mujeres no ha sido erradicada, ni siquiera atenuada en ninguna parte del mundo, donde cada 10 minutos muere una mujer es asesinada por su condición de género.
Cada 25 de noviembre, el mundo celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. El lema de este año es ¡Invierte para prevenir la violencia contra las mujeres y las niñas! con la etiqueta #Nohayexcusa. La fecha abre 16 días de activismo contra la violencia hacia las mujeres, que concluye el 10 de diciembre, cuando se conmemora el Día Internacional de los Derechos Humanos.
Según datos de ONU Mujeres, «se estima que 736 millones de mujeres -casi una de cada tres- han sido objeto de violencia física y/o sexual por parte de su pareja, de violencia sexual fuera de la pareja, o de ambas, al menos una vez en su vida».
IPS se reunió con Amber Morley, concejala de Toronto, la mayor y más poblada ciudad de Canadá, donde la violencia de género y la violencia de pareja fueron declaradas epidemia el año pasado. Morley opina que esos temas ya no son tabú para esconderlos bajo la alfombra o mantenerlos en el armario.
«Ya sea por ignorancia voluntaria o por vergüenza y estigma, históricamente no hemos tenido un espacio real para mantener conversaciones reales sobre el impacto de estos comportamientos nocivos», afirmó.
Morley añadió: «Ahora, nos encontramos en un momento en el que estamos teniendo la conversación y por fin tenemos espacio para escuchar a los supervivientes y a las víctimas y para crear estructuras más solidarias en nuestra sociedad que permitan a las personas superar esos traumas y retos intergeneracionales».
Una carga universal
Se trata de un problema generalizado que no discrimina entre culturas, etnias,niveles educativos y económicos, lenguas o geografías. Es probable que se haya encontrado con una víctima en su familia, entre sus parientes, amigos, compañeros de trabajo o desconocidos. Dos tercios (65 %) de los canadienses conocen a una mujer que ha sufrido malos tratos físicos, sexuales o emocionales.
Se trata de un problema enrevesado y muy arraigado que no solo está presente en el Sur global, sino también en el mundo desarrollado.
«Por desgracia, yo he sido una persona expuesta a la violencia de pareja en mi propia familia. Sé que es el caso de mis dos padres, que vivieron estas experiencias de jóvenes», afirmó Morley. «Eso deja huella y realmente nos da cosas que considerar y contemplar a medida que crecemos en nuestro propio viaje, nuestra propia edad adulta y nuestras relaciones», añadió.
En épocas anteriores, apenas se hablaba abiertamente de este asunto, sobre todo entre las víctimas.
Pero ahora las cosas han cambiado. «Tenemos la oportunidad, al menos, de empezar a abordar el comportamiento e intentar, esperemos, concienciar a la sociedad en general», dijo Morley. «Cuando ves que se responsabiliza a la gente, eso da confianza a las víctimas para curarse y superarse, en lugar de perpetuar estos ciclos», añadió.
El papel de la policía y un cambio claro
Los primeros intervinientes ante una situación de violencia, incluida la policía, desempeñan un papel decisivo a la hora de abordar la violencia de género y el maltrato doméstico mediante una formación especial para apoyar a las supervivientes de este tipo de violencia. Como lideresa comunitaria y designada por el alcalde en el Consejo de Servicios Policiales de Toronto, Morley comprende muy bien este hecho.
«Tenemos varias divisiones, departamentos y organismos diferentes que trabajan en apoyo de nuestro mandato y nuestros objetivos. La policía de Toronto colabora muy bien con el Ayuntamiento de Toronto en lo que respecta a nuestros principios de seguridad. Tienen servicios de atención a las víctimas, y hacen un seguimiento del número de denuncias que llegan a través de la cartografía y el análisis intencional», contó.
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Morley también reconoce que, a pesar de los asombrosos índices anunciados de violencia en la pareja, hay muchas cosas que no se denuncian.
Por mucho que aprecie la Constitución canadiense, los principios democráticos, los derechos y las libertades, considera que estos sistemas son frágiles y requieren «un buen liderazgo, responsabilidad y diversas perspectivas para seguir evolucionando de una buena manera y ser reflexivos y receptivos a las necesidades reales que tiene la gente».
«Hemos visto recientemente en los medios de comunicación canadienses que los maltratadores, maltratadores en serie en algunos casos, tienen por fin su día en los tribunales muchos años después. Las víctimas por fin pueden denunciar. Y hay un ambiente de apoyo y de creerles», detalló Morley.
«En nuestras instituciones y organismos estamos cambiando hacia un espacio mejor en el que las personas rinden cuentas. Nos alejamos de esa idea de ‘los chicos serán chicos’ que creo que ha sido muy perjudicial a lo largo de los años», añadió.
Concienciación y escolarización
Saber y hacer son dos cosas distintas. Sin embargo, difundir el conocimiento entre los individuos a una edad temprana podría actuar como un amortiguador contra la agresión y la violencia cuando no se tiene en cuenta la salud mental.
Morley cree que hay que «educar a nuestros niños y niñas sobre lo que significa ser capaz de regular tus emociones y regularnos a nosotros mismos como personas cuando nos sentimos provocados o alterados. Al menos según mi experiencia, cuando la gente no tiene las herramientas para regularse o superar situaciones difíciles, es cuando la violencia se intensifica».
«¿Cómo podemos centrarnos mejor en educar a los niños para que tengan poder, se traten a sí mismos con amabilidad y, con suerte, traten a los demás de la misma manera? Creo que todo se reduce a estas cosas fundamentales», adujo.
También pérdidas económicas
Se han estudiado e investigado exhaustivamente innumerables repercusiones de la violencia contra las mujeres, incluidos los perjuicios económicos.
Morley menciona que los empresarios canadienses, por ejemplo, pierden 77,9 millones de dólares anuales debido a las repercusiones directas e indirectas de la violencia doméstica.
Entre las soluciones, propone que el primer paso sea crear entornos más protectores para las víctimas de la violencia doméstica y eliminar parte de la vergüenza que supone revelarla y denunciarla.
«Ahí es donde todos deberíamos centrar realmente nuestra atención y hacer que los empresarios y la gente participen en esa conversación para determinar cómo podemos contribuir todos a crear un entorno más seguro y solidario para las personas que son víctimas», planteó la concejala de Toronto.
La elección de las palabras podría mover la aguja en la dirección deseada, influyendo en el problema y replanteando los ángulos de la solución. Morley nos invita a replantearnos los datos como índices de bienestar comunitario en lugar de indicadores de delincuencia.
«El bienestar de la comunidad no es solo la ausencia de delincuencia, encerrar a los malos, sino crear entornos sanos para que la gente prospere, crezca y esté bien. Todos tenemos un papel que desempeñar en ello», consideró Morley.
Por ejemplo, dijo, «en nuestra comunidad tenemos Women’s Habitat, una organización que atiende a personas afectadas por la violencia de pareja. Forman parte de la red de personas que se están conectando a través de diferentes organizaciones y en apoyo con la ciudad para ayudarnos a levantar un mejor camino hacia adelante».
T: MF / ED: EG