ATLANTA, Estados Unidos – Las palabras más solemnes y aterradoras jamás pronunciadas son las que el escritor Dante Alighieri encuentra en una inscripción en la puerta del Infierno: «Abandonad toda esperanza, quienes aquí entráis». La esperanza es esencial para la supervivencia humana, como individuos, como naciones y como sociedades.
Al repasar la historia de la aparentemente interminable serie de guerras y contraguerras entre Israel y sus enemigos en Gaza y Líbano desde 1948 hasta ahora -un periodo de 76 años- parece que se ha perdido toda esperanza de paz.
Palestinos, libaneses, la población de Gaza -y sí, también los israelíes- son todos residentes de este infierno, el interminable infierno de la guerra.
Si se presta atención a las débiles y empalagosas declaraciones del secretario de Estado estadounidense Anthony Blinken -emisario del igualmente débil presidente Joe Biden- se comprenderá que la región de Medio Oriente y, por tanto, el mundo, se acerca rápidamente al Noveno Círculo del Infierno, que describe el italiano Dante (1261-1321) en la Divina Comedia.
Ambos pronuncian frases sin sentido que revelan su falta de comprensión, en el mejor de los casos, o su complicidad viciosa e inhumana, en el peor.
Ahora, el último y posiblemente más obsceno tercer acto de esta moderna tragedia griega se representó el 28 de octubre en la Knesset de Israel.
Casi 100 de los 120 miembros de ese sabio y honorable organismo votaron a favor de cortar la cuerda de salvamento de millones de palestinos que dependen de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos en Medio Oriente (Unrwa) para recibir asistencia sanitaria y educación.
Además de imponer irracionalmente nuevas crueldades -restregar sal en las heridas de toda una población de inocentes-, la decisión de la Knesset constituye un genocidio cultural, factor esencial subyacente al supremo crimen internacional de Genocidio, tal y como lo definen las Naciones Unidas.
El registro de la Unrwa constituye el principal vínculo que millones de refugiados de la guerra de 1948 y sus descendientes tienen con sus propiedades perdidas. Destruir ese vínculo borra a todo un pueblo de la historia. Borra el «crimen del siglo» de Israel, que es el robo de la nación de Palestina.
¿Es esta la mano de la amistad, la «Luz para las Naciones» que el fundador de Israel, Ben Gurion, prometió en 1948?
Repasemos las cifras: todavía hay 1,2 millones de refugiados palestinos registrados que dependen de la ayuda alimentaria en 68 campos de Líbano, Siria, Jordania, Cisjordania y Gaza. Los servicios de la Unrwa solo en Gaza incluyen 140 centros de salud y 700 escuelas que educan a 300 000 estudiantes.
¿Hay esperanza en este oscuro panorama? En realidad, sí la hay. El clásico chino del estratega militar Sun Tzu, El arte de la guerra, recoge la siguiente sentencia socarrona y discreta: «No hay ningún ejemplo de guerra larga que beneficie a nadie».
Lo que significa que en algún momento la gente tendrá que entrar en razón, o de lo contrario pasarán generaciones antes de que sus descendientes, con nuevos problemas que resolver, se pregunten a qué viene tanto alboroto.
Pero eso es en el futuro, quizá en un futuro lejano. ¿Y ahora? ¿Hay esperanza? Sorprendentemente, sí.
En una entrevista en la televisión internacional catarí Al Jazeera el 25 de octubre, después de más de un año de la guerra más devastadora y genocida contra la población civil de Palestina, el destacado político y portavoz palestino Mustafa Barghouti, expresó optimismo.
Afirmó que el único acontecimiento positivo durante la guerra más larga y destructiva contra Palestina de su historia es la continua determinación del pueblo palestino de permanecer en su tierra y resistir los esfuerzos por eliminar su identidad nacional, como es su derecho.
En árabe se llama Sumud, «»irmeza», traducido libremente como «Poder de permanencia». La esperanza sobrevive. Donde hay vida, hay esperanza.
James E. Jennings es presidente de Conscience International (Conciencia Internacional), una organización de ayuda que ha respondido a las guerras en Líbano, Siria, Iraq, Palestina y Gaza desde 1991. Es tamién un defensor de los derechos civiles y humanos de los palestinos y de una mayor comprensión de Medio Oriente de los estadounidenses. También es director del programa US Academics for Peace (Académicos Estadounidenses por la Paz).