DAR ES SALAAM – En un mitin durante el Día Internacional de la Juventud, el 12 de agosto en la ciudad de Mbeya, en el sur de Tanzania, John Mnyika, de pie y con expresión decidida, se dirigió a sus seguidores.
El aire estaba cargado de expectación. Mnyika, secretario general del opositor partido Chadema, se disponía a hablar sobre las próximas elecciones cuando estalló el caos. Sin previo aviso, agentes de policía fuertemente armados irrumpieron en el acto, agarraron al dirigente y se lo llevaron a rastras.
En medio de la refriega, un agente arrancó las gafas sin montura de la cara de Mnyika y las aplastó cruelmente bajo sus pies. «Me golpearon con porras y con los cañones de sus armas», contaría Mnyika más tarde. «Fue una maniobra calculada para humillarnos y silenciarnos», añadió. Su voz temblaba de rabia, pero se mantuvo firme.
La brutalidad de aquel día no fue un hecho aislado, sino un signo de un malestar más profundo en el panorama político de Tanzania a medida que se adentra en la campaña para las elecciones generales de octubre del año próximo.
Las reformas prometidas por Tanzania
Cuando Samia Suluhu Hassan asumió la presidencia en 2021, tras la muerte de John Magufuli (2015-marzo 2021), había esperanzas de un nuevo amanecer. Samia, la primera mujer líder de Tanzania, había prometido marcar el comienzo de una nueva era de reformas democráticas. Levantó la prohibición de los mítines políticos, permitió la reapertura de los medios de comunicación y mostró su compromiso con la libertad de expresión.
Por un breve momento, pareció que Tanzania salía de la sombra de la autocracia. A los partidos de la oposición, reprimidos durante mucho tiempo bajo el gobierno de Magufuli, se les permitió celebrar mítines una vez más. El discurso político floreció y, por primera vez en años, el país parecía encaminarse hacia una auténtica democracia.
Pero a medida que se acercaban las elecciones locales de 2024, esas esperanzas empezaron a evaporarse. Las promesas de reforma del gobierno dieron paso a un resurgimiento de las tácticas autoritarias.
El optimismo que había acompañado el ascenso de Samia al poder fue siendo sustituido poco a poco por el miedo y la incertidumbre. La violencia política iba en aumento, los líderes de la oposición eran silenciados y la disidencia volvía a ser objeto de una brutal represión.
El retorno de la represión
El ataque contra Mnyika fue solo uno de los muchos incidentes que señalaron el regreso a las tácticas de mano dura de la era Magufuli. El mismo día de su detención, el vicepresidente de Chadema, Tundu Lissu, junto con más de 500 simpatizantes, fue detenido en lo que parecía una ofensiva coordinada contra la oposición.
Lissu, que sobrevivió a un intento de asesinato en 2017, ha sido durante mucho tiempo un crítico declarado del partido gobernante, el Chama Cha Mapinduzi (CCM).
«Estamos siendo testigos de la muerte de la democracia en tiempo real», dijo Lissu a los periodistas tras su liberación. «El gobierno quiere aplastar cualquier forma de oposición, y está dispuesto a utilizar la violencia para conseguirlo», consideró.
La represión del gobierno tanzano contra figuras de la oposición no ha pasado desapercibida. Organizaciones internacionales de derechos humanos y gobiernos extranjeros han dado la voz de alarma ante la escalada de violencia. En una declaración conjunta, Estados Unidos y la Unión Europea pidieron una investigación independiente sobre el creciente número de detenciones y desapariciones por motivos políticos.
Pero la presidenta Samia se ha mantenido desafiante, reafirmando la soberanía de Tanzania y rechazando la injerencia extranjera.
«No necesitamos que nadie de fuera nos diga cómo dirigir nuestro país», declaró en un discurso televisado con motivo del 60 aniversario de la Policía de Tanzania. «Investigaremos estos incidentes nosotros mismos», remarcó.
El precio de la disidencia
La represión de los partidos de la oposición no se limita a las detenciones. En los últimos meses, Tanzania ha experimentado un fuerte aumento de los secuestros y asesinatos por motivos políticos.
Uno de estos casos es el secuestro y brutal asesinato de Ali Mohamed Kibao, miembro destacado del opositor Chadema. Los testigos describieron cómo hombres armados sacaron a la fuerza a Kibao de un autobús, y cómo encontraron su cadáver un día después, con señales inequívocas de tortura y quemaduras de ácido.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
«Vivimos con miedo», afirmó Freeman Mbowe, dirigente de Chadema. «Si pueden hacerle esto a alguien como Kibao, ¿qué les impide venir a por cualquiera de nosotros?», se preguntó.
La respuesta del gobierno ha sido desdeñosa. A pesar de las promesas de investigación, no se han tomado medidas significativas para responsabilizar a los autores. Muchos sospechan que las fuerzas de seguridad del Estado están detrás de la violencia, aunque los funcionarios siguen negando cualquier implicación.
Una nación en la encrucijada
A medida que Tanzania se acerca a sus elecciones generales, el país se encuentra en una peligrosa encrucijada. La violencia política del año pasado ha suscitado el temor de que el país pueda estar retrocediendo hacia el autoritarismo. Samia, que en su día se posicionó como reformista, se enfrenta ahora a acusaciones de utilizar las mismas tácticas represivas que su predecesor.
«La óptica es preocupante. Cuando se persigue a figuras de la oposición con el pretexto de procedimientos legales, se envía el mensaje de que no se tolerará la disidencia política», afirmó Michael Bante, comentarista político afincado en Dar es Salaam. “Es un revés significativo para el progreso que creíamos estar haciendo bajo su liderazgo”, añadió.
Aunque algunos pueden argumentar que estas acciones son necesarias para la estabilidad, Bante cree que es un precedente peligroso. «La democracia de Tanzania solo prosperará si podemos garantizar el espacio para que se escuchen todas las voces políticas, estén o no alineadas con el gobierno», reflexionó Bante.
Para muchos tanzanos, el futuro parece sombrío. La escalada de violencia política ha fomentado una atmósfera de miedo e incertidumbre, que hace que muchos se sientan indefensos. «Son tiempos preocupantes», señaóa Juma Mwinyi, un vendedor ambulante que presenció el secuestro de Kibao. «Si pueden secuestrar a alguien en pleno día, ¿qué les impide atacar al resto de nosotros?», inquirió.
La respuesta internacional
A nivel internacional, la situación política de Tanzania ha suscitado una condena generalizada. Gobiernos extranjeros han pedido a Samia que dé marcha atrás y restablezca las libertades democráticas prometidas cuando asumió el cargo. Pero hasta ahora, esos llamamientos han quedado sin respuesta.
«La presidenta Samia tiene que tomar una decisión», afirmó Halima Mheta, activista tanzana por la justicia social. «Puede ser la líder que restaure la democracia de Tanzania o la que la destruya», consideró.
Mientras la nación espera las próximas elecciones, una cosa está clara: nunca ha habido tanto en juego. Para líderes de la oposición como John Mnyika y Tundu Lissu, la lucha por la democracia nunca ha sido tan peligrosa. Pero a pesar de los riesgos, siguen decididos.
«No nos silenciarán»», afirma desafiante Mnyika. «Tanzania nos pertenece a todos, y lucharemos por nuestro derecho a ser escuchados», planteó.
Por ahora, el futuro de Tanzania sigue siendo incierto.
Pero ante la creciente represión, los líderes de la oposición del país están decididos a seguir luchando, cueste lo que cueste. A medida que aumenta la violencia política y el gobierno estrecha su cerco, la pregunta sigue siendo: ¿sobrevivirá la frágil democracia de Tanzania?
T: MF / ED: EG