KUALA LUMPUR – Marginados y dominados económicamente por el Norte global, los países en desarrollo deben cooperar urgentemente para luchar mejor por sus intereses compartidos en el logro de la paz mundial y el desarrollo sostenible
La rivalidad de la Guerra Fría
Durante la primera Guerra Fría entre Estados Unidos, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan) y otros aliados, por un lado, y la Unión Soviética y sus aliados, por otro, el primero se enorgullecía de mantener un crecimiento económico sostenido, especialmente durante la Edad de Oro de la posguerra.
Desde la crisis financiera mundial (CFM) estallada en 2008, los sucesivos gobiernos estadounidenses se han esforzado por mantener el pleno empleo en Estados Unidos. Sin embargo, los salarios reales y las condiciones laborales de la mayoría se han resentido.
Excepcionalmente entre las autoridades monetarias, el mandato de la Fed estadounidense incluye garantizar el pleno empleo. Sin embargo, sin la rivalidad entre Estados Unidos y la ahora extinta Unión Soviética de la primera Guerra Fría, Washington ya no busca una economía mundial boyante y en crecimiento.
Esto ha afectado a las relaciones de Estados Unidos con la Otan y otros aliados, la mayoría de los cuales se han visto afectados por el estancamiento económico mundial desde la CFM.
En lugar de garantizar la recuperación mundial, las «políticas monetarias no convencionales» que abordaron la Gran Recesión subsiguiente a la CFM han permitido una mayor financiarización.
Las subidas de los tipos de interés frenan el crecimiento
Desde principios de 2022, Estados Unidos ha subido los tipos de interés innecesariamente.
Stanley Fischer, más tarde subdirector gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) y vicepresidente de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), y su colega Rudiger Dornbusch consideraron que una inflación de dos dígitos era aceptable, incluso deseable, para el crecimiento.
Antes de la fetichización del objetivo de inflación de 2 %, otros economistas de la corriente dominante llegaron a conclusiones similares a finales del siglo XX.
Desde entonces, la Fed estadounidense y la mayoría de los demás bancos centrales occidentales se han obsesionado con el objetivo de baja inflación, que carece de justificación teórica o empírica.
Las políticas de austeridad fiscal han complementado esas prioridades monetarias, agravando las presiones contractivas de la política macroeconómica. Muchos gobiernos están siendo «persuadidos» de que la política fiscal es demasiado importante para dejarla en manos de los ministros de finanzas.
En su lugar, juntas fiscales independientes están fijando niveles aceptables de deuda y déficit públicos. De ahí que las políticas macroeconómicas estén induciendo el estancamiento en todas partes.
Mientras que Europa ha adoptado principalmente estas políticas, Japón no las ha suscrito. Sin embargo, este nuevo dogma político occidental invoca la teoría económica y la experiencia política cuando, en realidad, ninguna de las dos lo respalda.
La subida de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal estadounidense desde principios de 2022 ha provocado la fuga de capitales de las economías en desarrollo, dejando en peor situación a los países más pobres.
Las anteriores entradas financieras en los países de renta baja se han marchado desde entonces a toda prisa.
Nueva Guerra Fría contractiva
La nueva Guerra Fría ha empeorado la situación macroeconómica, deprimiendo aún más la economía mundial. Mientras tanto, las consideraciones geopolíticas se imponen cada vez más a las prioridades de desarrollo y de otro tipo.
La creciente imposición de sanciones ilegales ha reducido los flujos de inversión y tecnología hacia el Sur global. Mientras tanto, la militarización de la política económica se extiende rápidamente y se normaliza.
Tras el fiasco de la invasión de Iraq, Estados Unidos, la Otan y otros países no suelen pedir al Consejo de Seguridad de la ONU que apruebe las sanciones. De ahí que sus sanciones contravengan la Carta de la ONU y el derecho internacional. No obstante, estas sanciones ilegales se han impuesto impunemente.
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Con la mayor parte de Europa ahora en la Otan, la OCDE (Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos), el Grupo de los Siete país más ricos y otras instituciones occidentales dirigidas por Estados Unidos han socavado cada vez más el multilateralismo encabezado por la ONU, que ellos habían creado y siguen dominando pero ya no controlan.
Las disposiciones inconvenientes del derecho internacional se ignoran o sólo se invocan cuando son útiles. La primera Guerra Fría terminó con un momento unipolar, pero esto no impidió que surgieran nuevos desafíos al poder estadounidense, normalmente en respuesta a sus afirmaciones de autoridad.
Estas sanciones unilaterales han agravado otras perturbaciones de la oferta, como la pandemia, y han exacerbado las recientes presiones contractivas e inflacionistas.
En respuesta, las potencias occidentales subieron los tipos de interés de forma concertada, empeorando el actual estancamiento económico al reducir la demanda sin abordar eficazmente la inflación por el lado de la oferta.
Los objetivos de desarrollo sostenible y climáticos acordados internacionalmente se han vuelto así más inalcanzables. La pobreza, la desigualdad y la precariedad han empeorado, especialmente para los más necesitados y vulnerables.
Opciones limitadas para el Sur
Debido a su diversidad, el Sur global se enfrenta a diversas limitaciones. Los problemas a los que se enfrentan los países de renta baja más pobres son bastante diferentes de los de Asia Oriental, donde las restricciones de divisas son un problema menor.
Gita Gopinath, primera subdirectora gerente del FMI, ha afirmado que los países en desarrollo no deben alinearse en la nueva Guerra Fría.
Esto sugiere que incluso quienes recorren los pasillos del poder en Washington reconocen que la nueva Guerra Fría está exacerbando el prolongado estancamiento desde la crisis financiera mundial de 2008.
Josep Borrell -el segundo funcionario más importante de la Comisión Europea, encargado de sus asuntos internacionales- ve a la Unión Europea (UE) como un jardín que se enfrenta a la invasión de la jungla circundante. Para protegerse, quiere que la UE ataque primero a la jungla.
Mientras tanto, muchos -incluidos algunos ministros de Asuntos Exteriores de las principales naciones no alineadas- sostienen que el no alineamiento es irrelevante tras el final de la primera Guerra Fría.
Puede que los antiguos no alineamientos -como los de Bandung en 1955 y Belgrado en 1961- sean menos relevantes, pero se necesita un nuevo no alineamiento para nuestros tiempos. El no alineamiento actual debería incluir compromisos firmes con el desarrollo sostenible y la paz.
Los orígenes del Brics (el bloque conformado or Brasil, Rusia, China y Sudáfrica) son bastante diferentes, ya que excluyen a los países en desarrollo menos importantes económicamente. Aunque no es representativo del Sur global, se ha convertido rápidamente en importante.
Mientras tanto, el Movimiento de Países No Alineados (Noal) sigue marginado. El Sur global necesita ponerse las pilas urgentemente a pesar de las limitadas opciones de que dispone.
T: MF / ED: EG