NUEVA DELHI – Los ciclones y las inundaciones se han vuelto cada vez más frecuentes en distintas partes de la India y constituyen una amenaza importante para la población del país, especialmente la costera.
Según datos globales, India ocupa el segundo lugar entre las naciones con mayor riesgo, con 390 millones de personas que podrían verse afectadas por inundaciones debido al cambio climático y, entre ellas, 4,9 millones son trabajadores de la pesca.
Venkatesh Salagrama, un experto de la industria pesquera a pequeña escala con base en la oriental ciudad costera Kakinada y consultor independiente para la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), ha afirmado: “Por cada barco en el mar, hay entre cinco y 20 personas como mínimo que dependen de él”.
Desde 2015 hasta 2023, los indios se han enfrentado al impacto devastador de las inundaciones y lluvias torrenciales (ver gráfico). Entre los más afectados, se encuentra “la gente del océano» (o trabajadores de la pesca), cuyas vidas están en mayor peligro por el aumento de la temperatura y los patrones impredecibles del clima.
Los pescadores también deben luchar con las iniciativas gubernamentales dirigidas a intensificar el uso del océano para la economía azul y la corporatización de tierras costeras para el desarrollo portuario, conocido como el Proyecto Sagarmala, de nivel nacional, que les niega todavía más los derechos sobre las tierras costeras.
Esto hace que los derechos de los pescadores sean más precarios, sin normas protectoras gubernamentales vigentes. El cambio climático agrava su vulnerabilidad y convierte sus peores temores en realidad.
Por ejemplo, en diciembre de 2023, Tamil Nadu y Andhra Pradesh (estados costeros del sur de India) enfrentaron el ciclón Michaung, que derivó en extensas inundaciones. El ciclón trajo lluvias torrenciales extremas y algunas partes de la costa de Tamil Nadu tuvieron más lluvias en un día que el promedio anual, a consecuencia del cambio climático.
En lugares como Kayalpattinam y Thoothukudi, donde el promedio anual de lluvias es de alrededor de 900 o 950 mm, cayeron más de 1000 mm en un solo día. Sin embargo, el ciclón no fue la causa inmediata de la inundación.
“La inundación fue principalmente consecuencia de la mala gestión humana. La urbanización excesiva y el desarrollo en llanuras de inundación naturales, combinado con una preparación insuficiente, empeoraron la situación”, comentó R. Sridhar, investigador de costas y académico del Instituto Indio de Tecnología de Delhi.
En diálogo con IPS añadió que “el gobierno estatal no liberó agua de los embalses y lagos antes del ciclón, lo cual provocó desbordamientos con las lluvias fuertes”.
Como resultado, viviendas y carreteras quedaron sumergidas, por lo que el acceso a diversas aldeas estuvo cortado y se demoraron los esfuerzos de auxilio y rescate. La respuesta estatal se vio obstaculizada por la infraestructura dañada y los esfuerzos de auxilio del estado y de las oenegés se retrasaron debido a las calles y vías de tren inaccesibles.
Antes del ciclón, los trabajadores de la pesca ya estaban afectados porque no se les permitió aventurarse al mar a causa de las alertas de ciclón, lo que ocasionó una pérdida inicial de ingresos.
Una vez que se desencadenó el ciclón, las inundaciones dañaron barcos ‑tanto pequeños como mecanizados‑ estacionados en los muelles y también a lo largo de la línea costera. Asimismo, se dañaron redes y otros instrumentos esenciales para la pesca, que representan una pérdida financiera significativa porque las redes son imprescindibles y costosas.
La comunidad pesquera sufrió grandes daños, y esto puso de manifiesto el grave impacto en sus medios de vida y recursos.
En el diario The New India Express, un trabajador pesquero solamente identificado como Simhadri, sobreviviente del ciclón, dijo: “Cada trabajador pesquero en Gollapudi sufrió una pérdida promedio de 100 000 rupias (alrededor de 1200 dólares) porque se dañaron o hundieron redes de pesca, motores y barcos. El cobrador debería venir y darnos asistencia financiera”.
Es un hecho que se falló a la hora de predecir la magnitud de las lluvias.
El Departamento Meteorológico de la India (IMD, en inglés) no dio las alertas adecuadas, por lo cual las preparaciones no fueron suficientes. El gobierno federal le echó la culpa de esa circunstancia al gobierno del estado y viceversa.
El gobierno regional le pidió el equivalente a 607, 2 millones de dólares al gobierno federal a modo de socorro por lluvias pero recibió solamente una fracción: 54 millones de dólares.
La capacidad de las oenegés de dar asistencia también se vio limitada por restricciones como la Ley de Regulación de Contribuciones Extranjeras (FCRA, en inglés).
El investigador Sridhar consideró que “esto pone en evidencia la necesidad de un enfoque más participativo y democratizado de la meteorología, que involucre a los trabajadores de la pesca y al pueblo del océano en los métodos modernos de previsión científica porque tienen el conocimiento tradicional del mar y el clima”.
“Además, en términos de preparación, las medidas proactivas, como por ejemplo liberar agua de los embalses antes del ciclón, habrían mitigado la inundación. Sin embargo, el gobierno estatal no tomó estas medidas y culpó a las advertencias insuficientes del IMD”, añadió.
La gente del océano, los trabajadores pesqueros, está sufriendo pérdidas diarias, por lo que su grave situación lo hace un claro candidato para el Fondo para Pérdidas y Daños, creado dentro de la Convención de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (Cnumcc).
En las 27 y 28 Conferencia de las Partes (COP27 y COP28) de la convención, los líderes mundiales reconocieron la necesidad de dar respaldo a los países en desarrollo de bajos ingresos que luchan contra los impactos devastadores del cambio climático.
Como resultado, se creó el Fondo para Pérdidas y Daños, un salvavidas financiero destinado a ayudar a estas naciones vulnerables a recuperarse de catástrofes naturales inducidas por el clima.
Con el fin de garantizar la implementación efectiva de este fondo, se creó un Comité de Transición, que incluye representantes de 24 países desarrollados y en desarrollo. Este esfuerzo colaborativo subraya el compromiso global de abordar las necesidades urgentes de los más afectados por el cambio climático.
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Un aspecto convincente del fondo es su reconocimiento de las pérdidas, tanto económicas como no económicas.
Estas últimas abarcan pérdidas en términos de lesiones, víctimas fatales, salud, derechos, biodiversidad, servicios ecosistémicos, conocimientos indígenas y patrimonio cultural (áreas más afectadas para las comunidades marginalizadas).
Por ejemplo, mientras las pérdidas económicas podrían incluir la pérdida de ingresos debido a olas de calor, las no económicas abarcarían el traslado de las comunidades de aldeas costeras a causa de la erosión de playas.
Esto resalta la profunda vulnerabilidad de los trabajadores de la pesca y las comunidades que dependen del océano, agudamente impactadas por estos cambios medioambientales.
Además, debido a que los recursos económicos y sociales a su disposición son limitados, algunas medidas adaptativas y correctivas están más allá de sus capacidades.
El Fondo para Pérdidas y Daños pueden mitigar esos resultados de fenómenos climáticos extremos que no pueden contrarrestarse o que están más allá de la práctica de adaptación al clima (actividades para prepararse y ajustarse al cambio climático), por ejemplo, las víctimas fatales y las prácticas culturales.
Esta complejidad provocará que sea difícil para las comunidades marginalizadas como la de los trabajadores pesqueros el hecho de proporcionar los argumentos de su caso y acceder al fondo.
A pesar de adoptar medidas, la respuesta global ha sido frecuentemente “mucho ruido y pocas nueces”. Los expertos sostienen que los montos prometidos se quedan muy cortos, dado que cubren menos de 0,2 % de lo que los países en desarrollo necesitan, estimado en 400 000 millones de dólares al año como mínimo, según el informe de Panorama Financiero para Pérdidas y Daños.
En respuesta, los miembros del Comité de Transición de las naciones en desarrollo han propuesto que el fondo debería apuntar a asignar al menos 100 000 millones de dólares anuales hacia 2030 con el fin de atender estas necesidad urgentes.
“No solo debe considerarse el Fondo para Pérdidas y Daños para las operaciones de rescate y alivio inmediato, sino también para la preparación y difusión de conocimientos. Un enfoque participativo de la meteorología puede mejorar la exactitud de las predicciones y la preparación para catástrofes”, dijo Sridhar.
Además, comentó, “también se debe prestar atención a desastres más lentos y continuos como la erosión costera y la disminución de la pesca a causa del cambio climático. Los trabajadores pesqueros en diversas regiones han demandado una compensación por ‘escasez de peces’ similar a la de la ‘ayuda por hambruna agrícola’”.
El Informe sobre la Brecha de Adaptación 2023 hace hincapié en que “una perspectiva de justicia subraya que las pérdidas y el daño no son solamente producto de los peligros del clima, sino que están influenciados por vulnerabilidades al cambio climático, que a menudo son impulsados por un rango de procesos sociopolíticos, incluidos el racismo e historias de colonialismo y explotación”.
A medida que India continúa dando batalla a estos episodios climáticos extremos, el llamado a acción tangible y soluciones equitativas se vuelve aún más urgente. El mundo observa y espera; ¿se cumplirán las promesas de justicia climática o seguirán siendo palabras vacías frente a crisis crecientes?
T: PI / ED: EG