Las carencias educativas cuestan diez billones de dólares al año

Imagen de niños costarricenses abocados a la lectura. Las carencias educativas, y la ausencia de las aulas de 250 millones de niños en todo el mundo, tienen un costo de 10 billones de dólares para la economía global, más una carga de consecuencias de carácter social, señala un estudio de la Unesco. Imagen: Carretica Cuentera / Unicef

PARÍS – La desescolarización y las carencias educativas tienen un costo anual de 10 billones (millones de millones) de dólares para la economía mundial, indicó un estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

Audrey Azoulay, directora general de la Unesco, consideró que “el costo mundial de la desescolarización y de las carencias educativas es vertiginoso: 10 billones de dólares al año. Y a estas consideraciones económicas se añaden importantes estragos sociales”.

“El mensaje que transmite este informe de la Unesco es claro: la educación es una inversión estratégica, una de las mejores inversiones posibles para los individuos, las economías y el conjunto de la sociedad”, agregó Azoulay.

El estudio, titulado “El precio de la inacción: El costo global privado, fiscal y social de que las y los niños y jóvenes no aprendan”, comienza por recordar que en 1948 la educación fue declarada un “derecho humano universal” por las Naciones Unidas.

Ese derecho se reafirmó en 2015, cuando la ONU fijó el acceso a una educación de calidad para todos como uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

“El mensaje que transmite este informe de la Unesco es claro: la educación es una inversión estratégica, una de las mejores inversiones posibles para los individuos, las economías y el conjunto de la sociedad”: Audrey Azoulay.

Sin embargo, a pesar de los avances logrados en las últimas décadas en el acceso a la educación, 250 millones de niños y de jóvenes de todo el mundo siguen sin escolarizar, y 70 % de los niños de 10 años en los países de ingresos bajos y medios son incapaces de comprender un texto sencillo.

Y el costo de 10 billones de dólares al año de aquí a 2030 es mayor que la suma del producto interno bruto (PIB) de Francia y Japón, dos de las economías más ricas del planeta.

En el caso de América Latina y el Caribe, el estudio estima que el alto porcentaje de niños con competencias educativas inferiores a las básicas acarrea una pérdida de 1,25 billones de dólares, y el abandono escolar prematuro otros 525 000 millones.

A la inversa, el informe calcula que reducir en solo 10 % la proporción de jóvenes que abandonan prematuramente los estudios o carecen de las competencias básicas impulsaría el crecimiento anual del PIB entre uno y dos puntos porcentuales.

Por lo tanto, la educación parece ser una de las mejores inversiones que pueden hacer los países.

Más allá de las consideraciones económicas, el informe alerta de los graves estragos sociales que provocan las carencias educativas.

Las lagunas en la adquisición de las competencias básicas se asocian, a nivel mundial, con un aumento de 69 % de los embarazos precoces entre las jóvenes. Por el contrario, cada año de educación secundaria contribuye a reducir el riesgo de que las niñas se casen y tengan un hijo antes de los 18 años.

Azoulay subrayó que “la educación es un recurso fundamental para hacer frente a los retos contemporáneos, desde la reducción de la pobreza hasta la lucha contra el cambio climático”.

Agregó un llamado a los 194 Estados miembros de la Unesco para que “cumplan su compromiso de transformar la educación de un privilegio a una prerrogativa para todos los seres humanos del mundo”.

La primera recomendación del informe de la Unesco es que los Estados garanticen a cada niña y a cada niño una escolaridad gratuita, financiada con fondos públicos, durante un mínimo de 12 años.

Esa escolarización debe ir acompañada de inversiones en la primera infancia, para sentar las bases del aprendizaje lo antes posible y luchar contra las desigualdades, y deben ponerse en marcha programas de “segunda oportunidad” para los niños y niñas que se quedaron sin escolarizar o cuya educación se interrumpió.

El entorno de aprendizaje también debe ser seguro e inclusivo. La Unesco pide que las distancias entre los hogares de los niños y las escuelas sean cortas, en especial en las zonas desfavorecidas, y que todos los centros educativos tengan acceso al agua y al saneamiento.

El tamaño de las clases debe reducirse y las asignaturas deben ser impartidas por docentes cualificados y motivados, que apoyen a todos los alumnos de forma equitativa, prestando especial atención a la igualdad de género.

La Unesco anima a los Estados a sensibilizar a las comunidades locales, y a las familias, sobre la importancia de que las niñas y los niños finalicen un ciclo completo de educación, e implicar a los padres en las actividades y la gestión escolares.

A-E/HM

 

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