KUALA LUMPUR – Los impuestos, los precios y los mercados de emisiones de dióxido de carbono han sido promocionados como la clave para detener el calentamiento global. Sin embargo, los mercados de carbono han fracasado principalmente porque favorecen a los ricos y poderosos.
¿Son mejores las soluciones de mercado?
Los economistas de la corriente dominante creen que la mejor manera de frenar el calentamiento global es gravar las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Se han fijado «precios del carbono» equivalentes para otros GEI importantes. Pero muchos se han revisado debido a su naturaleza discutible, variada e inestable, posiblemente incomparable.
Se espera que los altos precios del carbono para las emisiones de GEI persuadan a los emisores a cambiar a fuentes de energía «más limpias». Se supone que los precios más altos de los bienes y servicios que consumen mucha energía harán que los consumidores adquieran alternativas que consuman menos energía.
Los precios positivos del carbono gravan los combustibles fósiles, las emisiones de GEI y los productos en función de su intensidad energética. Por lo tanto, cuando los precios del carbono caen, disuaden menos eficazmente del uso de combustibles fósiles.
Los países del Norte industrial han establecido sistemas de comercio de carbono aparentemente para disuadir las emisiones de GEI. Las empresas que quieren emitir más que las cuotas asignadas deben comprar permisos de emisión a otras que se comprometen a emitir por debajo de la cuota.
¿Acertar con los precios?
Los economistas convencionales creen que los precios del carbono deben cubrir los «costes sociales» de las emisiones de GEI, pero no están de acuerdo en cómo calcularlos.
Mientras, los responsables políticos creen que es necesario descontar estos precios para conseguir una amplia aceptación de los mercados de carbono.
Un reciente documento del Fondo Monetario Internacional (FMI) reconocía que «las diferencias entre los precios eficientes y los precios al por menor de los combustibles son grandes y generalizadas».
Pero estas distorsiones socavan el objetivo mismo de poner tarifas al carbono, su llamada tarificación,
Gro Intelligence estimó el coste social de las emisiones de carbono en 4,08 dólares por tonelada métrica en 2022, cifra que utiliza el influyente Barómetro del Carbono Gro-Kepos.
Pero Resources for the Future lo estimó en 185 dólares por tonelada, ¡más de 40 veces superior!
Aunque los precios del carbono están pensados para gravar los combustibles fósiles, los precios bajos reducen su efecto disuasorio.
De hecho, los subsidios a los combustibles fósiles reducen los precios del carbono, que incluso pueden llegar a ser negativos. Estas subvenciones socavan los efectos previstos de los mercados de carbono.
Cuando los precios del carbono se descuentan o se mantienen deliberadamente bajos, son mucho menos eficaces para disuadir de las emisiones de GEI. También distorsionan el sistema de precios con muchas otras consecuencias no deseadas, pero perversas.
En un artículo publicado en The New York Times, Peter Coy señalaba que el precio del carbono pasó de menos de 4 dólares por tonelada métrica en 2012 a casi 20 dólares por tonelada en 2020, antes de caer bruscamente a aquellos 4 dólares por tonelada en 2022.
Increíblemente, seguía concluyendo que los precios del carbono iban «en la dirección correcta» desde 2012. ¿Cómo se supone que unos precios del carbono bajos y volátiles van a desincentivar el uso de combustibles fósiles y acelerar las inversiones en energías renovables?
Subsidios occidentales a los combustibles fósiles
Los precios del carbono se dispararon cuando los precios de los combustibles fósiles se dispararon tras la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022. Pero pronto se desplomaron cuando los gobiernos europeos intervinieron para subvencionar los precios de la energía.
Como señaló la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que agrupa a las naciones ricas, «el apoyo gubernamental a los combustibles fósiles casi se duplicó en 2022», ¡hasta superar los 1,4 billones (millones de millones) de dólares!
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
Los subsidios estatales aumentan con los precios cuando los gobiernos intentan mitigar el encarecimiento de los combustibles fósiles. Estas subvenciones anulan el propósito de la fijación de precios del carbono, ¡y pueden reducirlos tanto que lleguen a ser negativos!
Estos subsidios se consideraron necesarias para mantener el apoyo público al esfuerzo bélico de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Ucrania y para reducir los precios de exportación de los combustibles fósiles rusos. Así pues, estas intervenciones «geopolíticas» han socavado los impuestos, los precios y los mercados del carbono.
Los precios del carbono cayeron bruscamente en todo el mundo, de 18,97 dólares /tonelada en 2021 a 4,08 dólares en 2022. En 2022, nueve de los 26 países del Barómetro tenían precios negativos, y solo seis, excepto Estados Unidos, superaban los 25 dólares.
Desde entonces, los precios del petróleo y del gas natural han caído desde sus máximos de 2022, y los subsidios a los consumidores han disminuido en consecuencia. De ahí que los precios del carbono para las emisiones de GEI se hayan recuperado.
Estas subvenciones y la volatilidad de los precios no ayudan a las empresas a planificar e invertir su uso de la energía, algo crucial para acelerar las necesarias transiciones hacia el carbono.
Como era de esperar, después de más de una década, hay pocas pruebas de que los mercados de carbono hayan reducido eficazmente las emisiones de GEI para evitar una catástrofe climática. Está claro que no se puede contar con ellos para reducirlas lo suficiente.
China, ¡un mercado conformista!
Resulta significativo que, después de que China pusiera en marcha su sistema de comercio de derechos de emisión en 2021, su precio del carbono aumentara hasta un nivel superior al de Estados Unidos un año después.
Como su renta por habitante es muy inferior a la de Occidente, su mayor precio del carbono es probablemente un factor disuasorio más importante para el uso de combustibles fósiles.
China es ahora el mayor emisor de carbono del mundo, por lo que su precio de 19 dólares/tonelada en 2022 elevará significativamente la media ponderada internacional. Sin embargo, gracias a los subsidios, resulta que la media ponderada de todos los demás países era negativa, ¡4,50 dólares/tonelada en 2022!
A pesar de la retórica de los países ricos, que exigen precios y mercados del carbono para todo el mundo, su propio compromiso con este enfoque problemático para mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero lo han comprometido mucho más que lo ha hecho China.
T: MF / ED: EG