Opinión

La democracia de Senegal supera una prueba crucial

Este es un artículo de opinión de Inés M. Pousadela, especialista sénior en Investigación de Civicus, la alianza internacional de la sociedad civil.

Imagen: Cem Ozdel / Anadolu via Getty Images

MONTEVIDEO – El hecho de que las elecciones en Senegal se celebraran el 24 de marzo fue en sí mismo un triunfo para la sociedad civil. Que un candidato de la oposición, que hacía campaña contra el sistema y la corrupción, saliera de la cárcel y se convirtiera en el líder más joven del continente africano representa una nueva esperanza para la democracia.

No estaba previsto. El 3 de febrero, justo cuando iba a comenzar la campaña para las elecciones previstas para el 25 de febrero, el presidente Macky Sall anunció que se aplazaban los comicios.

Dos días después, en una sesión caótica en la que las fuerzas de seguridad expulsaron a los diputados de la oposición que intentaban bloquear el proceso, el parlamento votó a favor de aplazar las elecciones presidenciales hasta el 15 de diciembre.

La sociedad civil lo calificó como un golpe constitucional, ya que en el país solo el Consejo Constitucional de Senegal tiene autoridad para aplazar unas elecciones.

A diferencia de otros países de África Occidental, Senegal nunca ha sufrido un golpe de Estado desde su independencia.

Tampoco se enfrenta al tipo de amenazas a la seguridad que han llevado a otros países de la región a aceptar un gobierno militar, y sus gobernantes civiles han encontrado controles eficaces en una sociedad civil activa y en instituciones judiciales independientes que han resistido los intentos presidenciales de aferrarse al poder.

Ante un nuevo intento de este tipo, la sociedad civil reaccionó rápidamente y el Consejo Constitucional respondió en consecuencia, declarando inconstitucional el aplazamiento.

En consecuencia, la votación se celebró el 24 de marzo, y Bassirou Diomaye Faye, de la oposición Patriotas Senegaleses (Pastef), fue elegido con 54,2 % de los votos.
Faye tomó posesión de su cargo el 2 de abril, día en que finalizaba el mandato de Sall.

Oasis en una región convulsa, Senegal mantiene intacta su reputación democrática.

Espacio cívico atacado

Hasta febrero, el espacio cívico se deterioraba constantemente a medida que aumentaba el conflicto político. La gente había protestado durante años ante las especulaciones de que Sall intentaría eludir de algún modo el claro texto constitucional que establecía un límite de dos mandatos.

Aunque finalmente abandonó su candidatura, Sall se centró cada vez más en intentar mantener a su partido en el poder. Como hizo con las elecciones de 2019, intentó bloquear a cualquiera que pudiera plantear un desafío serio.

La autora, Inés M. Pousadela

La mayor amenaza era Ousmane Sonko. Antiguo inspector de Hacienda convertido en denunciante de corrupción, Sonko se había hecho muy popular entre los jóvenes que veían a la élite política como corrupta, interesada y distante.

El gobierno instrumentalizó el sistema de justicia penal contra él. Sonko fue detenido por primera vez en marzo de 2021 y condenado poco después.

Pero en las elecciones locales celebradas en enero de 2022 fue elegido alcalde de la ciudad de Ziguinchor, y en las elecciones parlamentarias celebradas en agosto el partido gobernante perdió la mayoría.

En mayo de 2023, Sonko fue condenado a seis meses de prisión en suspenso por insultar y difamar a un político del partido gobernante.

En junio fue condenado a dos años de cárcel por «corrupción de menores», lo que le impidió presentarse a las elecciones. En julio, mientras cumplía su condena en casa, fue detenido de nuevo por cargos relacionados con protestas. Pocos días después, el gobierno disolvió el Pastef.

En cada ocasión en que Sonko era detenido o condenado, la gente se movilizaba en su defensa. Las protestas incluyeron casos de violencia, pero el Estado respondió con fuerza letal. En total, decenas de personas murieron y cientos resultaron heridas y detenidas.

Los periodistas que cubrían las protestas fueron igualmente acosados y detenidos.

A continuación, las autoridades prohibieron nuevas protestas convocadas por la oposición, suspendieron canales de televisión en represalia por la cobertura de las protestas, limitaron el acceso a internet y restringieron el uso de algunas redes sociales.

La policía detuvo a periodistas por informar sobre las restricciones impuestas a Sonko y al Pastef.

El 27 de octubre, centenares de personas se congregaron en Dakar para exigir la liberación de los cerca de mil presos políticos en detención preventiva de larga duración.

En noviembre, el Pastef formó una coalición con otros partidos y eligió a Faye como candidato para sustituir a Sonko.

Faye también estaba detenido, y las autoridades intentaron retenerlo el mayor tiempo posible para reducir sus posibilidades, pero seguía siendo elegible mientras no fuera condenado.

Reacción de la sociedad civil

Cuando Sall aplazó las elecciones, la sociedad civil constituyó una plataforma, «Aar Sunu Election» (Protejamos nuestras elecciones), que agrupaba a más de un centenar de organizaciones. Una manifestación anunciada para el 5 de febrero, día de la votación legislativa, no pudo celebrarse porque la Asamblea Nacional estaba acordonada y era inaccesible.

Las protestas se intensificaron tras la votación, y los días 9 y 10 de febrero las fuerzas de seguridad utilizaron munición real contra los manifestantes, matando al menos a tres personas e hiriendo a decenas. Además, detuvieron a cientos de personas.

Las autoridades locales de Dakar prohibieron una marcha silenciosa anunciada por Aar Sunu Election para el 13 de febrero

Otros intentos de movilización en los días siguientes fueron reprimidos. Pero la presión dio sus frutos, y el 15 de febrero el Consejo Constitucional anuló el aplazamiento de las elecciones.

El 6 de marzo, el parlamento aprobó una ley de amnistía, tras la cual Faye y Sonko quedaron en libertad. La gente se echó a la calle para celebrarlo, y 10 días después hizo cola durante horas para emitir su voto. Optaron tan claramente por el cambio que no fue necesaria una segunda vuelta.

Desafíos por delante

El nuevo presidente, con solo 44 años, el más joven de la historia de Senegal y realizó un viaje meteórico desde la cárcel hasta el poder. Se hizo eco de las aspiraciones de los jóvenes senegaleses y dejó claro que votar por él era votar por Sonko. Nada más tomar posesión, nombró a Sonko como primer ministro.

En una situación de alto costo de la vida, aumento del desempleo y desilusión generalizada, una de las principales promesas de Faye fue la creación de puestos de trabajo.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

De los 18 millones de habitantes, 75 %  tiene menos de 35 años y la tasa oficial de desocupación es de 20 %, por lo que hay una gran necesidad de crear más empleos.

Pero Faye ha prometido mucho más: reducir las arraigadas desigualdades económicas, potenciar la agricultura para lograr la autosuficiencia alimentaria, restaurar la soberanía nacional sobre industrias críticas como el petróleo, el gas y la pesca.

También se ha comprometido a gestionar eficazmente los recursos naturales, combatir la arraigada corrupción, aumentar la transparencia del gobierno, fortalecer las instituciones y liberar a Senegal de las influencias neocoloniales, incluido el franco CFA, la moneda regional controlada por el gobierno francés.

No será nada fácil traducir las promesas en resultados tangibles, y Faye tendrá que navegar por la delgada línea que separa la gestión de las expectativas de su cumplimiento.

Pero por ahora, Senegal ha superado una prueba crucial de democracia, ofreciendo un ejemplo vital en una región donde a menudo falta.

Inés M. Pousadela es especialista sénior en Investigación de Civicus, codirectora y redactora de Civicus Lens y coautora del Informe sobre el Estado de la Sociedad Civil de la organización.

T: MF / ED: EG

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