ROMA – El delantero argentino Lautaro Martínez marca el gol con el que el Inter de Milán vence al Nápoles en la capital saudí, Riad, y gana la Supercopa de Italia de fútbol por tercera vez consecutiva.
El gran futbolista Cristiano Ronaldo vuelve a marcar para el Al Nassr, de la Liga Profesional Saudí.
El inglés Tyrrell Hatton se convierte en la última estrella del golf en inscribirse en el circuito rebelde LIV (54 en números romanos), respaldado por Arabia Saudí.
La Gira Mundial de Billar (World Snooker Tour) anuncia un primer evento televisado en Arabia Saudí en marzo, en el que participarán el siete veces campeón del mundo Ronnie O’Sullivan y el actual poseedor del título mundial Luca Brecel, así como un cambio en las reglas que permitirá a los jugadores obtener una puntuación máxima de 167, en lugar de los 147 tradicionales.
Si ha visto recientemente un titular sobre Arabia Saudí, es muy probable que la noticia esté relacionada con el deporte.
En los últimos años, el gobierno saudí ha invertido miles de millones de dólares de sus ingresos del petróleo en el deporte, como el tenis, el golf, el boxeo y, sobre todo, el fútbol.
Tomado al pie de la letra, es una forma de que el reino derroche su enorme riqueza en lujosos espectáculos y, de paso, aumente su producto interno bruto (PIB).
Los críticos, sin embargo, ven algo más siniestro.
La organización humanitaria internacional Human Rights Watch (HRW) afirma que la política está diseñada principalmente para «un lavado deportivo» de la reputación de Arabia Saudí, acogiendo grandes acontecimientos deportivos que atraen la atención generalizada y positiva de los medios de comunicación para desviarla de los abusos de los anfitriones.
Afirma que, al convertirse en el país donde astros del fútbol como el portugués Ronaldo y el brasileño Neymar ejercen su oficio, y acoger eventos como el Real Madrid contra el Barcelona en la Supercopa de España, resulta más fácil olvidar a Jamal Khashoggi, el periodista brutalmente asesinado en el consulado saudí en Estambul en 2018, y a sus colegas encarcelados, censurados o acosados en Arabia Saudí.
Igualmente ayuda a no pensar en los derechos de las mujeres y de las personas LGBTI en el reino o a ignorar los asesinatos masivos de migrantes a lo largo de la frontera saudí con Yemen.
«Los deportes unen a los aficionados de todo el espectro político y, con algunas excepciones, como cuando las selecciones nacionales de países rivales compiten entre sí, suelen ser territorio apolítico», dijo a IPS Claudio Francavilla, director asociado de HRW para la defensa de los derechos humanos en la UE.
Se consideran parte de la industria del entretenimiento y atraen a medios de comunicación, patrocinadores, turistas y posibles inversiones.
«Cuando un gobierno abusivo organiza un gran acontecimiento deportivo con fines de lavado deportivo, su objetivo es que los medios de comunicación, los patrocinadores y el público en general se centren en el partido, a menudo precedido y seguido de llamativas ceremonias de apertura y clausura, aprecien la organización y la hospitalidad proporcionada por el anfitrión», dijo.
Como resultado, se promueve al gobierno anfitrión «como un país abierto, avanzado, ideal para visitar y hacer negocios, todo menos sus abusos de los derechos humanos, que se ocultan de la esfera pública y del debate», añadió el activista.
«En otras palabras: mira al balón, mira los fuegos artificiales, olvida los abusos», sentenció Frncavilla.
En mayo, activistas saudíes de derechos humanos e intelectuales publicaron el documento «Una visión popular para la reforma de Arabia Saudí», en el que pedían la liberación de todos los presos políticos, el respeto de los derechos a la libertad de expresión y de asociación, la defensa de los derechos de las mujeres, los migrantes y las minorías religiosas, la abolición de la tortura y la pena de muerte, la reforma del sistema de justicia y la redistribución de la riqueza del país.
HRW afirma que, en lugar de cumplir con sus obligaciones en materia de derechos humanos e iniciar un diálogo con estos actores de la sociedad civil, las autoridades saudíes han seguido reprimiendo la disidencia e invirtiendo en campañas y eventos que blanquean o maquillan deportivamente su reputación.
De hecho, tras haberse asegurado ya los derechos para albergar la EXPO 2030 y los Juegos Asiáticos de 2034, el gobierno saudí podría obtener en breve los derechos para albergar la Copa Mundial de Fútbol masculino de 2034 y -lo que resulta vergonzoso, teniendo en cuenta el trato que el país dispensa a las mujeres- también presenta su candidatura para la Copa Mundial femenina de 2035.
Arabia Saudí no es el único país que se entrega con entusiasmo a lavar su imagen con el deporte.
«Los casos recientes más destacados son el Mundial de Rusia 2018 y los Juegos Olímpicos de Invierno de China 2022», recordó Francavilla.
Citó como otros casos destacados la compra del club de fútbol inglés Manchester City por parte de los Emiratos Árabes Unidos se ha caracterizado como lavado deportivo, así como el Gran Premio de Fórmula 1 de Bahréin y la adquisición saudí del también club de fútbol de la de la Premier League inglesa Newcastle United.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
El lavado de imagen deportivo no siempre tiene el efecto deseado.
Antes de la Supercopa de España, celebrada en enero en Riad, el Fútbol Club Barcelona advirtió a sus aficionados de posibles «sanciones severas» en relación con las relaciones homosexuales y las «muestras abiertas de apoyo a las causas LGBTI, incluso en las redes sociales», llamando así la atención sobre el tema.
La Copa Mundial de Fútbol masculino de 2022 celebrado en Qatar puso de manifiesto los graves abusos que sufren allí los trabajadores inmigrantes.
Podría argumentarse que Arabia Saudí solo está utilizando el deporte del mismo modo que competiciones como el baloncesto de la NBA y el fútbol de la Premier League han formado parte durante mucho tiempo del llamado «poder blando» de Estados Unidos y Reino Unido, que tampoco tienen un historial intachable en materia de derechos humanos.
HRW, con su base mundial en Nueva York, no clasifica a los países en su informe anual sobre abusos en todo el mundo. Pero otras organizaciones, como es e caso de Reporteros Sin Fronteras (RSF) y su índice de libertad de prensa, sí cuentan con clasificaciones y Estados como China, Rusia, Arabia Saudí, Emiratos, Bahréin e India, se sitúan considerablemente por debajo de Reino Unido y Estados Unidos.
«El uso deliberado de eventos deportivos por parte de gobiernos con pésimos historiales de derechos humanos como herramienta para lavar deportivamente su reputación, en lugar de promulgar reformas en materia de derechos humanos que harían el mismo trabajo, con mucha más eficacia e impacto, y probablemente con un coste económico mucho menor, es particularmente despreciable», declaró Francavilla.
El directivo de HRW pide a las federaciones deportivas, especialmente al organismo rector del fútbol mundial, la Federación Internacional del Fútbol Asociado (Fifa), que tomen la iniciativa para atajar este fenómeno, sea quien sea el culpable de mismo.
«En junio de 2017, la FIFA adoptó y publicó su Política de Derechos Humanos que establece que los compromisos en materia de derechos humanos son vinculantes para todos los órganos y funcionarios de la FIFA», señaló.
«Human Rights Watch ha pedido desde hace tiempo a la Fifa que aplique criterios claros y objetivos en materia de derechos humanos a todos los Estados para albergar la Copa Mundial masculina y femenina y otros torneos, así como para cualquier patrocinio comercial importante, incluidas las protecciones laborales, la libertad de prensa, la no discriminación y la inclusión», recordó
De hecho, HRW h ha solicitado a la Fifa que aplique una serie de medidas para las candidaturas a la Copa Mundial de 2030 y 2034, «dada la corrupción del pasado y los graves abusos contra los derechos humanos, incluida la discriminación contra las personas LGBT y las muertes inexplicables de miles de trabajadores migrantes que construyeron la infraestructura para la Copa Mundial de 2022».
«Esas medidas se aplicarían a cualquier postor, ya sea Estados Unidos, Reino Unido, China o Arabia Saudí», planteó.
T: MF / ED: EG