NUEVA YORK – La perspectiva de una normalización de las relaciones entre Israel y Arabia Saudí tendrá enormes implicaciones para Israel y toda la región de Medio Oriente. Dado que sin duda será necesario un sacrificio personal para poner los intereses nacionales de Israel en primer lugar, la pregunta es: ¿reunirá el primer ministro Benjamin Netanyahu el coraje para hacer lo mejor para el país?
Netanyahu se enfrenta a una oportunidad histórica para normalizar las relaciones entre Israel y Arabia Saudita y poner al país en un camino sin precedentes de progreso, seguridad y paz. Pero para que eso suceda, Netanyahu tendrá que aceptar la demanda comunicada por los saudíes de crear un camino que conduzca al fin de la ocupación y a la creación de un estado palestino independiente.
Sin embargo, dados los problemas legales personales de Netanyahu y su dependencia del gobierno racista más radical de la historia de Israel para permanecer en el poder, ¿sacrificará sus intereses personales aceptando las demandas saudíes, lo que sin duda precipitaría el colapso de su gobierno y lo forzaría para hacer frente a su riesgo legal?
Su otra opción sería perder esa oportunidad histórica y seguir aplicando políticas que desmantelarán la democracia de Israel, convertirán a Israel en una autocracia, intensificarán el conflicto violento con los palestinos y pondrán a Israel siempre a la defensiva mientras sus enemigos acechan.
Arabia Saudí es el Estado árabe líder de facto y es representante del Islam sunita. Ya sea que a los saudíes les importe o no la causa palestina, no pueden simplemente abandonar a los palestinos a su suerte y seguir reclamando el papel de liderazgo que tanto codician. Los saudíes no pueden ni deben, bajo ninguna circunstancia, aceptar normalizar las relaciones con Israel a menos que el gobierno de Netanyahu acepte poner fin al conflicto con los palestinos sobre la base de una solución de dos estados.
Para los palestinos, Arabia Saudí ofrece la última esperanza para proteger sus intereses nacionales.
Si los palestinos se sienten abandonados por los sauditas y no tienen nada que perder, sentirán que no tienen más opción que recurrir cada vez más a la violencia contra los israelíes con la intención de desestabilizar la región e interrumpir el proceso de normalización entre Israel y los Estados del Golfo, especialmente Arabia Saudí.
Los palestinos saben que si se produce una gran conflagración entre ellos e Israel, los Estados árabes no tendrán más remedio que ponerse de su lado.
Las ventajas para Arabia Saudí
Riad sabe cuánto puede beneficiarse directamente de la normalización de las relaciones con Israel en términos de tecnología, intercambio de inteligencia y, sobre todo, seguridad regional. Riad también sabe que Israel quiere la normalización tanto o más que ellos mismos.
Además, los saudíes saben cuánto le gustaría al gobierno de Joe Biden que Riad y Jerusalén llegaran a un acuerdo porque serviría en gran medida a los intereses geoestratégicos regionales generales de Estados Unidos.
Esto incluye frenar la influencia de China, contener el programa de armas nucleares de Irán, debilitar el extremismo y estabilizar la región para garantizar el poder indiscutible a largo plazo de Estados Unidos sobre una región de importancia estratégica fundamental.
Sabiendo cuánto se beneficiarían tanto Estados Unidos como Israel de la normalización y cuán ansiosos están por concluir tal acuerdo, los sauditas plantearon tres requisitos principales de Estados Unidos como requisito previo para normalizar las relaciones con Israel:
Garantizar la seguridad nacional de Arabia Saudí de acuerdo con el compromiso de Estados Unidos con la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), donde un ataque a cualquier estado miembro constituye un ataque a todos los estados miembros, incluido Estados Unidos.
Proporcionar instalaciones nucleares para fines civiles, incluida la producción de energía limpia y para fines médicos, junto con el prestigio que ello conlleva.
Aprobar la compra de los sistemas de armas más avanzados de Estados Unidos, incluido el avión F-35 entre otros arsenales. Los saudíes son plenamente conscientes de que el presidente Biden quiere conseguir una victoria importante justo antes de las elecciones basándose en los Acuerdos de Abraham (de normalización de las relaciones entre los Emirratos Árabes Unidos e Israel, en 2020).
Evidentemente, están en condiciones de concederle esa victoria siempre que cumpla con sus requisitos.
Independientemente de cuán deseables y de largo alcance sean las implicaciones de la normalización de las relaciones entre Israel y Arabia Saudí, para el presidente Biden sigue siendo una tarea extremadamente difícil de lograr debido a dos factores principales.
En primer lugar, los requisitos condicionales que los sauditas imponen a Estados Unidos ciertamente provocarán una importante resistencia en el legislativo Congreso.
Pero si el acuerdo pone fin al conflicto palestino-israelí sobre la base de una solución de dos estados, sobre la cual insisten muchos líderes demócratas, incluidos los senadores Chris Van Hollen y Tim Kaine, es muy probable que el Senado lo apruebe con algunas modificaciones porque entienden y aprecian cómo beneficiará significativamente el interés geoestratégico de Estados Unidos.
La segunda y más abrumadora dificultad que enfrenta el presidente Biden son las objeciones de Netanyahu a hacer cualquier concesión importante a los palestinos, especialmente una que conduzca a la creación de un estado palestino.
Además, los socios actuales de la coalición de Netanyahu se oponen con vehemencia a cualquier concesión importante a los palestinos y cualquier movimiento de este tipo podría llevar a la disolución de su gobierno si Netanyahu hiciera una concesión incluso parcial, como congelar la expansión de los asentamientos o poner fin a cualquier anexión adicional del territorio palestino.
Yuxtapuesto a la posición de Netanyahu y su gobierno, es fundamental que el público israelí y algunos de los miembros menos extremistas del gobierno comprendan cuán trascendentales serían las consecuencias para el futuro de Israel si normalizara las relaciones con Arabia Saudí.
Las ventajas para Israel
Es difícil exagerar las enormes ventajas que obtendría Israel. Para empezar, abrirá la puerta a la normalización de las relaciones con la mayoría, si no con todos, los Estados de mayoría árabe y musulmana, pondrá fin de una vez por todas al aislamiento de Israel y fortalecerá radicalmente su seguridad nacional, ya que la normalización de las relaciones inevitablemente implican colaboración de seguridad.
Y dado que cualquier acuerdo israelí-saudí tendrá que incluir una hoja de ruta definitiva para resolver el conflicto israelí-palestino, quitará su apoyo al enemigo acérrimo de Israel, Irán, y su representante Hezbolá, y obligará a Hamas a reconsiderar su postura militante hacia Israel.
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Además, la exportación de tecnología y otros conocimientos científicos de Israel en todos los campos de actividad, junto con la exportación de equipo militar, crecerá exponencialmente junto con las inversiones extranjeras, convirtiendo al país en una potencia económica con la correspondiente influencia política.
Así, la amistad y las relaciones de colaboración de Israel con Estados Unidos y la Unión Europea llegarán a un nuevo nivel y mejorarán notablemente su interés geoestratégico regional compartido y mitigarán cualquier fricción en la política o estrategia al tratar cualquier conflicto regional.
Finalmente, poner fin a la ocupación restaurará la base moral de Israel, mitigará el odio venenoso entre Israel y los palestinos, restaurará la dignidad y la integridad del ejército israelí y, lo que es más importante, acabará con la deshumanización de los palestinos bajo el régimen de ocupación.
En caso de que se llegue a un acuerdo, dadas las complejidades de las cuestiones conflictivas entre israelíes y palestinos, Arabia Saudita y Estados Unidos deberían establecer una hoja de ruta y un cronograma para la implementación de los diversos componentes del acuerdo, mientras monitorean el progreso realizado para garantizar que ambas partes estén cumpliendo íntegramente con las disposiciones incluidas en el mismo.
Además, el acuerdo de paz entre israelíes y palestinos debería consagrarse en un tratado entre las dos partes que vincule a los futuros gobiernos israelí y palestino y que esté garantizado por Estados Unidos y Arabia Saudí.
Admito que la perspectiva de que Netanyahu cambie su posición es remota. Pero dado su ego inflado y su preocupación por su legado, junto con la creciente presión de Estados Unidos, podría haber una pequeña posibilidad de que cambie de opinión, aunque ese salto conlleve un riesgo personal considerable.
La pregunta es, ¿reunirá el coraje y estará a la altura de la ocasión histórica, mostrará cualidades de estadista y dejará el legado de alguien que se sacrificó políticamente por el bien de la nación?
Dudo que lo haga, pero los milagros ocurren, e Israel hoy en día necesita desesperadamente uno.
Alon Ben-Meir es profesor retirado de relaciones internacionales en el Centro de Asuntos Globales de la Universidad de Nueva York. Imparte cursos sobre negociación internacional y estudios de Medio Oriente.
T: MLM / ED: EG