WASHINGTON – África está en el punto de mira del cambio climático. A pesar de que solo aporta entre 3 y 5 % de las emisiones mundiales de dióxido de carbono, el continente sufrirá los efectos climáticos destructivos, como tormentas más severas, incremento de las temperaturas y lluvias irregulares en los próximos años, que amenazan el bienestar de cientos de millones de personas.
Las energías renovables son una parte importante de la solución, y África goza de un enorme potencial en este sentido. Con una de las irradiaciones solares más altas del mundo, vastas extensiones de tierra con vientos favorables y caudalosos ríos con un inmenso potencial hidroeléctrico, África rebosa de recursos energéticos renovables.
Sin embargo, los avances del continente en el aprovechamiento de este potencial van a la zaga, dejando un enorme reto de acceso a la energía, así como un déficit de generación de energía que está frenando a las empresas y otros motores del crecimiento económico inclusivo.
Mientras el mundo se prepara para la 28 Conferencia de las Partes (COP28) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que se celebrará en los Emiratos Árabes Unidos, la necesidad de abordar las necesidades energéticas de África de forma sostenible es más que evidente.
Para ello será necesario replantearse el enfoque y remodelar las políticas para hacer crecer de forma espectacular el sistema energético africano.
Esto requerirá acciones grandes y audaces, incluyendo inversiones masivas en infraestructuras a gran escala. Y, lo que es más importante, también requerirá iniciativas de base, a pequeña y micro escala, especialmente importantes para garantizar que las poblaciones locales sigan participando activamente en el proceso.
La escasez de energía en África es un problema acuciante. Más de la mitad de la población africana sigue sin tener acceso a la electricidad, lo que contribuye en gran medida a la persistencia de la pobreza.
Este déficit energético generalizado, destacado en un documento sobre uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el informe «Seguimiento del ODS 7: Informe sobre los progresos en materia de energía en 2022», tiene profundas implicaciones para la salud, la educación y el desarrollo sostenible en todo el continente.
Una parte aún mayor de la población carece de acceso a tecnologías limpias para cocinar, una crisis que afecta de manera desproporcionada a las mujeres y las niñas, y las expone a la nociva contaminación del aire doméstico, responsable en 2019 de aproximadamente 700 000 muertes en toda África.
En lugar de disminuir, se prevé que el número de personas sin acceso a la energía aumente potencialmente de 923 millones en 2020 a 1100 millones en 2030.
Sin embargo, el problema energético de África va más allá de la falta de acceso a la electricidad y a la cocina no contaminante, metas del ODS 7, impulsor de la energía asequible y no contaminante. En demasiados lugares del continente no hay electricidad suficiente y fiable para abastecer a las empresas que son la columna vertebral del impulso de crecimiento de África.
Las grandes cantidades de financiamiento que se están debatiendo para el clima, incluso en el proceso preparatorio de la COP28, son cantidades que tienden a superar los niveles de financiación tradicionalmente movilizados para la mitigación de la pobreza, ofrecen una importante oportunidad para el continente.
La movilización de fondos para aprovechar la abundante energía renovable de África no solo ayudaría a satisfacer sus necesidades energéticas actuales y futuras, cada vez mayores, sino que también contribuiría a los esfuerzos mundiales para evitar posibles emisiones de gases de efecto invernadero.
Además, las energías renovables de África son lo suficientemente grandes como para satisfacer las necesidades nacionales y contribuir al desarrollo ecológico en el extranjero, por ejemplo mediante la exportación de electricidad verde a Europa o incluso, con el tiempo, de hidrógeno verde generado a partir de sus enormes recursos hidroeléctricos.
Liberar el potencial renovable de África exigirá políticas de apoyo, normativas sólidas, innovación tecnológica e inversiones sustanciales. Unas instituciones y unos marcos reguladores fuertes, sólidos y predecibles son fundamentales.
Una mejor información también es clave. Por ejemplo, la Comisión Africana de la Energía (parte de la Unión Africana) ha establecido el Marco Estratégico para la Gestión de Datos sobre Bioenergía en África, que pretende concienciar sobre el potencial del sector de la bioenergía, reflejando las especificidades de la realidad sobre el terreno en la región.
Dada la limitada base de recursos financieros de África, cualquier solución requiere ir más allá de sus fronteras. Los países ricos pueden aportar capital, experiencia y tecnologías adaptadas al continente.
La cooperación Sur-Sur puede fomentar el aprendizaje entre iguales, la difusión de soluciones tecnológicas adaptadas a las condiciones climáticas locales y al contexto económico de los países en desarrollo, y apoyar el despliegue de las crecientes capacidades financieras de las economías emergentes para respaldar las energías renovables en África.
Los bancos multilaterales de desarrollo, las instituciones financieras de desarrollo, las agencias de crédito a la exportación y el capital privado también deberían hacer más.
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La celebración de la COP28 en el emirato de Dubái brinda la oportunidad de movilizar fondos para África procedentes de un conjunto más amplio de actores y países, superando la tradicional división Norte/Sur.
De hecho, el anfitrión de la COP28 ha identificado la financiación climática como uno de los objetivos clave de cumbre climática. Como dijo el presidente de la COP28, Sultan al Jaber, en la cumbre sobre financiación climática celebrada el mes pasado en París, «para los países que menos han contribuido al cambio climático, la financiación climática sigue siendo inaccesible, indisponible e inasequible».
A lo largo de los años, el Premio Zayed a la Sostenibilidad (del que uno de los autores es miembro de su Comité de Selección del Premio) ha apoyado el cambio sostenible en todo el mundo reconociendo y recompensando a organizaciones innovadoras y de gran impacto que trabajan para superar las barreras al desarrollo, como el acceso limitado a energía fiable, agua potable, atención sanitaria de calidad y alimentos saludables.
Por ejemplo, M-KOPA, que ganó en la categoría de Energía en 2015, utiliza la tecnología digital para ayudar a sus clientes a realizar micropagos de productos y servicios esenciales, como teléfonos inteligentes, frigoríficos, paneles solares, e incluso préstamos bancarios y seguros de salud.
En junio, cerró un nuevo financiamiento, por 250 millones de dólares, para ampliar sus servicios de tecnología financiera a los consumidores no bancarizados de Kenia, Nigeria y, más recientemente, Ghana.
Otro ganador fue el Starehe Girls Centre, que empodera a niñas desfavorecidas proporcionándoles acceso a una educación de calidad.
La escuela ganó el Premio en 2017 en la categoría de Escuelas Secundarias Globales en reconocimiento a sus esfuerzos por reducir sus facturas de servicios públicos mediante la instalación de paneles solares y una iluminación más eficiente. Este ahorro económico le ha permitido admitir a más niñas procedentes de entornos desfavorecidos.
Generar acción local es una aportación fundamental para garantizar que los programas de inversión masiva se traduzcan en una transición justa para los hogares. Para ello, las infraestructuras a gran escala deben ir acompañadas de programas centrados en las personas.
El potencial de las energías renovables en África podría contribuir a impulsar un enorme crecimiento económico en la región y, al mismo tiempo, ayudar al mundo a afrontar el reto del cambio climático. El potencial está ahí, y será necesario actuar, a lo grande y a lo pequeño.
Philippe Benoit es director de investigación de la plataforma Global Infrastructure Analytics y Sustainability 2050 (Análisis de infraestructura global y sostenibilidad 2050). Anteriormente ocupó cargos directivos en el Banco Mundial y la Agencia Internacional de la Energía y tiene más de 20 años de experiencia trabajando en África.
David Sandalow es miembro fundador del Centro de Política Energética Global de la estadounidense Universidad de Columbia y miembro del Comité de Selección del Premio Zayed de Sostenibilidad.
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