NAIROBI – Kenia es uno de los países africanos que están en alerta por una nueva especie de mosquito, el Anopheles stephensi, que amenaza con descarrilar décadas de esfuerzos realizados en la lucha contra la malaria, también conocida como paludismo, además de tener el peligro adicional de su potencial de propagación en las urbes.
Según un informe elaborado por expertos del Instituto de Investigación Médica de Kenia (Kemri, en inglés), la especie se detectó por primera vez durante la vigilancia rutinaria de mosquitos en las aldeas de Saku y Laisamis, en el norteño condado keniano de Marsabit.
El reporte afirma que, a diferencia del mosquito Anopheles plasmodium, el vector más tradicional, el Anopheles stephensi puede adaptarse a hábitats artificiales que incluyen contenedores de plástico, desechados neumáticos automotores y alcantarillas abiertas. Ello significa que los centros urbanos sean un punto caliente para su prevalencia.
El Anopheles stephensi es endémico del sur de Asia y la península Arábiga, donde es portador conocido de dos variantes de la malaria, Plasmodium falciparum y el Plasmodium vivax.
Dentro del continente se observó por primera vez en el Cuerno de África hace 10 años, en Yibuti, tras lo cual se localizó en Etiopía, Somalia y Sudán en 2019.
También se sabe que esta especie sobrevive a diferentes condiciones climáticas, lo que puede permitirle causar problemas durante todo el año si no se controla.
Lo más probable es que este mosquito se propagó a través de barcos procedentes de Asia, ya que el análisis genético de muchas de las muestras recogidas en África muestra que están estrechamente relacionadas con las que se encuentran en Asia.
“Una vez llegados a África, es muy probable que hayan sido transportados hacia el sur por carretera», afirmó Eric Ochomo, investigador principal del proyecto y entomólogo del Kemri de Kisumu, una ciudad portuaria del oeste de Kenia.
Sus larvas encuentran una gran variedad de hábitats para criarse, sobre todo en recipientes de almacenamiento de agua que no están cubiertos, pozos abiertos, depósitos elevados, contenedores de plástico con vertidos y otros similares.
La malaria ha sido un problema perenne en Kenia y en el resto de África, dadas las amplias condiciones tropicales que favorecen a los mosquitos y las poco fiables instalaciones sanitarias que hacen de su control y tratamiento un obstáculo casi imposible.
A pesar de ser una molestia en África, la mayoría de los casos de paludismo y su mortalidad se han registrado en zonas rurales, caracterizadas por la falta de servicios médicos adecuados, infraestructuras poco fiables y desconocimiento entre los residentes.
Por lo general, las zonas urbanas se han librado de la carga de la malaria gracias al acceso a instalaciones médicas adecuadas y a un buen conocimiento de la enfermedad y de cómo controlarla y prevenirla.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
Sin embargo, esta noción puede cambiar a peor, ya que esta nueva especie de mosquito amenaza la demografía y los pasos dados en la lucha contra la malaria en África.
La especie de mosquito es diferente a las más tradicionales por dos razones principales.
La primera es que su diversidad de hábitats de cría significa que puede reproducirse tanto en entornos rurales como urbanos, lo que significa que no está restringido a hábitats rurales como el Anopheles gambiae, el Anopheles arabiensis y el Anopheles funestus, que son los vectores más comunes en Kenia en este momento.
La segunda es que puede transmitir los parásitos Plasmodium falciparum y Plasmodium vivax. “Actualmente tenemos niveles muy bajos de transmisión de P. vivax en Kenia, y esto podría aumentar con este vector», explicó Ochomo a IPS.
A pesar de que el informe mundial sobre la malaria de 2020 muestra una disminución significativa de las muertes por malaria en las últimas dos décadas (de 84 % en 2000 a 67 % en 2019), sigue siendo una de las principales causas de muerte en África, especialmente entre las mujeres embarazadas y los niños menores de cinco años.
El informe indica que 51 % de las muertes mundiales por malaria se produjeron en África, con Nigeria (23 %), República Democrática del Congo (11 %), Tanzania (5 %) y Burkina Faso, Mozambique y Níger con 4 % cada uno.
En Kenia, un país de África oriental y con algo más de 55 millones de habitantes, la mayoría de los casos de paludismo se concentran en torno a zonas endémicas de las regiones costeras y lacustres, que constituyen los principales lugares de cría de las hembras del mosquito anofeles.
En los casos registrados en ciudades como Nairobi, el seguimiento de los movimientos del paciente suele revelar que ha visitado o pasado por uno de estos lugares endémicos y se ha infectado allí.
Según los Centros de Control de Enfermedades (CDC, en inglés), en Kenia se registran anualmente unos 3,5 millones de casos de paludismo, con unas 10 700 muertes. De esta cifra, Kenia occidental, donde se ubica la región de los lagos, suele registrar el mayor número de casos, con 45 % del total.
Las regiones lacustres y costeras están clasificadas como endémicas debido a las condiciones favorables de temperatura y humedad que ofrecen para la cría y propagación de mosquitos.
Dado que la mayoría de los habitantes del centro de Kenia y de las zonas montañosas están poco expuestos a las infecciones palúdicas, este nuevo vector podría resultar problemático dada lo primitivo de su sistema inmunitario frente a la enfermedad.
El informe sobre indicadores de malaria en Kenia de 2020 señala que las zonas de bajo riesgo de malaria incluyen Nairobi, Nyandarua, Nyeri, Kirinyaga, Murang’a, Kiambu, Machakos, Makueni, Laikipia, Nakuru y Meru. La mayoría de estas zonas se consideran urbanizadas en comparación con la mayor parte de Kenia.
Estacionalmente, las zonas que experimentan brotes de paludismo son Tana River, Marsabit, Isiolo, Meru, Garissa, Wajir, Mandera, Turkana, Samburu, Baringo, Elgeyo Marakwet y Kajiado. Esto se debe principalmente a las condiciones áridas y semiáridas que se experimentan durante todo el año y que no favorecen la cría de los vectores del paludismo.
“Lo que esto significa es que vamos a tener más incidencias de malaria, porque este vector puede prosperar tanto en entornos rurales como urbanos y en muchas otras regiones geográficas”, afirmó Alex Owino, superintendente médico del Hospital del Subcondado de Katulani, en Kitui, en el extremo meridional del país.
“El condado de Kitui entra dentro de las zonas de bajo riesgo de malaria, y los pocos casos registrados proceden principalmente de pacientes que habían viajado recientemente fuera del condado», dijo a IPS.
Owino explicó que controlar la malaria era fácil cuando había lugares específicos donde se sabía que el mosquito tenía su hospedaje favorito. Pero con este nuevo vector capaz de propagarse ampliamente, se convierte en una amenaza para los esfuerzos realizados en la lucha contra la malaria.
Además, adujo, al ser un país del Sur en desarrollo, algunas zonas urbanas de Kenia se caracterizan por asentamientos de vivienda mal planificados, unos sistemas de drenaje inadecuados y una gestión deficiente de la eliminación de residuos.
Nairobi, por ejemplo, también es conocida por albergar el mayor barrio marginal del país, Kibera, junto con la presa de Nairobi, que durante años ha sido noticia por tener una contaminación destructiva.
Todas estas condiciones han favorecido el anidamiento de diversas enfermedades, como el cólera y la fiebre tifoidea, causantes de problemas de salud, especialmente en los barrios marginales. Ahora, la malaria puede haberse añadido a la carga con la que tienen que lidiar estos habitantes urbanos de zonas informales y pobres.
Ochomo explicó que, a diferencia de los Anopheles gambiae y Anopheles funfests, los mosquitos tradicionales causantes del paludismo en Kenia y otros países de África, el Anopheles stephensi es una especie invasora que podría llevar la transmisión del paludismo a estas zonas donde hay un gran número de individuos sin inmunidad adquirida, porque nunca han tenido paludismo.
“Estos individuos podrían tener síntomas mucho más graves que las personas que han estado expuestas desde su nacimiento», dijo a IPS.
Wilson Opudo, especialista en salud pública y enfermedades infecciosas, también cree que es probable que los actuales cambios en las condiciones climáticas aumenten la carga de malaria al crear zonas de cría de mosquitos en áreas donde no eran motivo de preocupación.
A pesar de que la malaria es conocida por preferir ciertas partes de Kenia, “los recientes cambios en el clima que han resultado en un aumento de la temperatura y cambios hidrológicos pueden ayudar a formar nuevas áreas para la reproducción del vector de la malaria, llevando así la malaria a lugares donde inicialmente no existía», dijo Opudo a IPS.
“Esto ejercerá una gran presión sobre los productos básicos para el control de la malaria actualmente disponibles para las zonas endémicas de África y podría dar lugar a un aumento de la carga de la enfermedad», añadió.
Ochomo concluyó que su presencia en entornos urbanos significa que el control de este nuevo vector dependerá de una gestión adecuada de la eliminación de residuos, la cobertura de los contenedores de agua y el drenaje del agua estancada.
Además, dijo, “hay muy poca información sobre el comportamiento de los mosquitos adultos, por lo que urge invertir en investigación al respecto para determinar los métodos de control aplicables a los mosquitos adultos”.
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