PORTLAND, Estados Unidos – El miedo al envejecimiento de la población está en todos los medios de comunicación y en las oficinas gubernamentales de las capitales de los países de todo el mundo. El planeta Tierra se está convirtiendo en un “planeta envejecido”.
El envejecimiento de la población se describe como una bomba de relojería demográfica, una crisis humanitaria, una carga cada vez mayor, una amenaza a la seguridad nacional que avanza hacia el desastre, un riesgo importante para la prosperidad mundial, un tsunami de cabelleras grises, una serie de desafíos sin precedentes, un problema para los jóvenes y los mayores.
Funcionarios gubernamentales, líderes empresariales, economistas, proveedores de atención médica, organizaciones sociales, comentaristas políticos y otros están haciendo sonar cada vez más las alarmas sobre el amenazante envejecimiento demográfico de las poblaciones.
A esas campanas de alarma se suma la película japonesa de 2022, Plan 75, presentada en mayo de ese año en el Festival de Cine de Cannes. Esa película distópica describe un programa gubernamental que alienta a las personas mayores a ser sacrificadas para remediar las cargas de una sociedad japonesa envejecida.
Más recientemente, un profesor asistente de economía de la estadounidense Universidad de Yale sugirió que, para abordar el envejecimiento demográfico de Japón, los ancianos japoneses deberían cometer un «suicidio en masa».
Después de plantear objeciones en Japón y en otros lugares, posteriormente explicó que su sugerencia fue sacada de contexto. Explicó que su comentario tenía la intención de abordar un esfuerzo creciente para renovar las jerarquías basadas en la edad de Japón y dar cabida a las generaciones más jóvenes en posiciones de liderazgo en los negocios y la política.
Los principales medios de comunicación informan regularmente que los gastos del gobierno en beneficios de jubilación y atención médica para las personas mayores están superando los ingresos fiscales. Asimismo, se informa que muchos gobiernos están luchando para encontrar el dinero para apoyar a los jubilados.
Además, las tendencias actuales, a menos que se reviertan, indican que el creciente número de personas mayores en el planeta plantea un desafío para que los gobiernos les brinden la atención necesaria.
La gente ha salido a las calles para protestar contra las propuestas del gobierno para abordar el envejecimiento de la población mediante cambios en los beneficios y la edad oficial de jubilación. En Francia, la gente ha salido a las calles para protestar por la intención del gobierno de elevar la edad actual de 62 años para recibir beneficios del gobierno.
De manera similar, en China, los jubilados y sus simpatizantes protestan por los recortes propuestos por el gobierno en los beneficios para los ancianos. Y por temor a la reacción negativa del público en las cabinas electorales, los funcionarios gubernamentales electos en Estados Unidos se están esforzando al máximo en sus garantías, retirándose de posibles recortes de programas y prometiendo que “no tocarán” la Seguridad Social o el programa Medicare.
El envejecimiento de la población no debería ser una sorpresa para los funcionarios gubernamentales y sus numerosos asesores y ayudantes económicos y políticos.
Durante décadas, los demógrafos y muchos otros han estado escribiendo artículos, publicando libros, dando presentaciones y asesorando a funcionarios gubernamentales y otros sobre el envejecimiento demográfico de las poblaciones como resultado de la continua disminución de las tasas de fertilidad y el aumento de la esperanza de vida.
Sin embargo, a pesar de esos esfuerzos considerables y la comunicación clara sobre el envejecimiento de la población, los gobiernos no han prestado suficiente atención.
Aparentemente, los gobiernos llegaron a creer erróneamente que las realidades demográficas del envejecimiento de la población simplemente podían ignorarse porque esas realidades eran en gran medida asuntos académicos, así como preocupaciones para el futuro lejano. Sin embargo, esto no era así.
Durante el último medio siglo, la edad media de la población mundial ha aumentado de 20 años en 1970 a 30 años en 2020, un aumento de 10 años. Muchos países han alcanzado edades medias en 2020 muy por encima de los 35 años, como Francia a los 41 años, Corea del Sur a los 43 años, Italia a los 46 años y Japón a los 48 años.
Además, muchos países han visto a su población anciana alcanzar niveles sin precedentes. En Estados Unidos, por ejemplo, más de 1 de cada 6, o el 17 %, tenía 65 años o más en 2020.
Ese porcentaje es relativamente bajo en comparación con muchos otros países desarrollados. En Italia y Japón, la proporción de personas mayores de 65 años es de 24 y 29 %, respectivamente (Gráfico 1).
Sin duda, el envejecimiento de la población plantea desafíos cada vez mayores para los gobiernos, así como para las personas mayores, que requerirán cambios en las prioridades de las políticas nacionales, las instituciones de los países y los acuerdos sociales.
Entre esos desafíos se encuentran las necesidades de ayuda financiera, cuidados y asistencia, tratamiento y atención médica y medicamentos. Tales necesidades no solo abruman cada vez más a muchos hogares, sino que también están agotando los recursos gubernamentales y las capacidades de las instituciones para brindar atención a las personas mayores.
Además de los costos financieros, los gobiernos están luchando con importantes problemas de política. El envejecimiento de la población compite con las prioridades nacionales que requieren recursos financieros, incluidos la defensa, la economía, el empleo, la educación, la atención de la salud, el medio ambiente y el clima.
El envejecimiento de la población también plantea preguntas inquietantes sobre el papel adecuado del gobierno y las responsabilidades de las personas para su bienestar personal en la vejez. Esas preguntas continúan preocupando a las legislaturas gubernamentales y aumentan las preocupaciones sobre la jubilación y la atención médica para la vejez entre sus ciudadanos.
Gran parte de la sociedad cree que el gobierno debería ser el principal responsable de cubrir los costos financieros y brindar la atención y el apoyo necesarios a las personas mayores, como ha sido el caso en general durante las últimas décadas en muchos países.
Otros, sin embargo, sostienen que el papel del gobierno no es ser el principal responsable de brindar atención y apoyo a los mayores. Argumentan que los propios ancianos y sus familias deberían ser los principales responsables de cubrir los costos y brindar la atención, el apoyo y la asistencia necesarios para ellos.
El temor al envejecimiento se complica aún más por la disminución de la población. En los próximos años, muchos países de todo el mundo enfrentarán disminuciones en el tamaño de sus poblaciones debido a tasas de fertilidad por debajo del nivel de reemplazo (Gráfico 2).
El envejecimiento demográfico junto con la disminución de la población y el aumento de la longevidad humana están obligando a los gobiernos a abordar problemas financieros cada vez mayores, especialmente los beneficios de jubilación y atención médica. Muchos programas gubernamentales de prestaciones para la vejez se enfrentan a la insolvencia en un futuro próximo.
Las posibles opciones para abordar esos problemas financieros incluyen la reducción de los beneficios de jubilación, la limitación de la elegibilidad, el aumento de la edad de jubilación y el aumento de los impuestos.
Como era de esperar, la reducción de los beneficios, la limitación de la elegibilidad y el aumento de la edad de jubilación no son populares entre la mayoría del público. Si bien muchos están a favor de aumentar los impuestos para financiar las pensiones de jubilación y la atención médica para los ancianos, las empresas y los inversores generalmente se oponen a aumentar los impuestos.
Las consecuencias de las realidades demográficas del envejecimiento de la población son en gran medida inevitables y deben abordarse. Los gobiernos pueden seguir optando por evitar abordar esas consecuencias. Tal vez esperan que si se ignoran las realidades demográficas, de alguna manera desaparecerán mágicamente.
Los gobiernos deben dejar de hacer sonar las alarmas sobre el envejecimiento de la población. En cambio, necesitan adaptarse a las realidades demográficas del envejecimiento de la población.
En particular, los gobiernos deben abordar las graves consecuencias del envejecimiento de la población tomando las decisiones políticas y programáticas reconocidamente difíciles pero necesarias con respecto a la edad oficial de jubilación, los beneficios de las pensiones, la asistencia y la atención médica.
Joseph Chamie es demógrafo consultor, exdirector de la División de Población de las Naciones Unidas y autor de numerosas publicaciones sobre temas de población, incluido su libro más reciente. “Niveles, tendencias y diferenciales de población”.
T: MLM / ED: EG