NAIROBI – El atún rojo del Atlántico se encuentra entre las especies de peces más grandes, rápidas y de colores más hermosos del mundo. Pueden medir más de tres metros de largo, pesar más de 700 kilogramos y pueden vivir más de 30 años. Con su color azul metálico en la parte superior y un blanco plateado brillante en la parte inferior, el pez óseo gigante es un espectáculo digno de contemplar.
Pero las interacciones de la humanidad con el atún rojo del Atlántico no siempre han sido sostenibles. Altamente migratorias y de sangre caliente, cada año nadan hacia las aguas tropicales del golfo de México y el mar Mediterráneo para reproducirse, volviéndose más accesibles para los pescadores.
El Informe de evaluación de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) sobre el uso sostenible de especies silvestres, publicado en julio de 2022, ofrece perspectivas importantes sobre la crisis mundial de la biodiversidad y enfoques para el uso de especies silvestres que pueden fomentar la protección y restauración de dichas especies.
La investigación de IPBES muestra que mientras 50.000 especies silvestres actualmente ayudan a satisfacer las necesidades de miles de millones de personas en todo el mundo, brindando alimentos, cosméticos, refugio, ropa, medicina e inspiración, un millón de especies de plantas y animales se enfrentan a la extinción, con consecuencias de gran alcance.
Aprobado por representantes de los 139 Estados miembros de IPBES en su sede en la ciudad alemana de Bonn, el informe hace referencia a una serie de especies silvestres en peligro de extinción, destaca los desafíos que socavan su uso sostenible, brinda mejores prácticas y un camino factible basado en el conocimiento científico más actualizado.
Con respecto al atún rojo del Atlántico, el informe de IPBES destaca que la especie ha sido explotada de manera sostenible durante dos milenios por varias pesquerías tradicionales.
Al igual que con muchas otras poblaciones de peces en todo el mundo, el desarrollo de pesquerías modernas y más industriales se produjo después de la Segunda Guerra Mundial tanto en el Atlántico Norte como en el mar Mediterráneo y superó rápidamente a las pesquerías tradicionales.
El informe muestra además cómo el auge del mercado del sashimi en la década de 1980 llamó la atención sobre una fuerte demanda de atún rojo fresco del Atlántico por parte de Japón. Durante este tiempo, ya había sobrepesca del stock de atún rojo del sur, que era, hasta entonces, la principal fuente de atún para el mercado japonés.
Cuando la especie se convirtió en un manjar muy codiciado para el sushi y el sashimi en Asia, el valor del atún rojo del Atlántico aumentó y los medios de comunicación caracterizaron a la especie como que valía su propio peso en oro, como lo demuestra la subasta anual de Año Nuevo en el mercado de pescado de Tsukiji, en la capital de Japón, donde un solo atún rojo podría venderse por hasta 3 millones de dólares.
Impulsados por estos altos precios, los pescadores desplegaron técnicas aún más refinadas para atrapar al delicioso gigante y hacerlo en cantidades aún mayores debido al uso de buques palangreros avanzados.
Los conservacionistas estaban alarmados, sobre todo porque el gran pez óseo tiene un apetito voraz y es uno de los principales depredadores en la cadena alimentaria marina, que es fundamental para mantener el equilibrio en el medio ambiente oceánico.
El exceso de capacidad de los barcos de pesca, combinado con prácticas de pesca ilegales, llevó a la población del gigante atlántico a niveles peligrosamente bajos.
Factores como el alto valor del atún rojo del Atlántico, junto con la aplicación insuficiente de las normas y reglamentos existentes, y la búsqueda de ganancias a corto plazo y crecimiento económico, tuvieron prioridad sobre la conservación, creando aguas turbulentas para esta especie icónica.
El informe de IPBES halló que la severa y descontrolada “sobrecapacidad también debida a una gobernanza deficiente tanto a nivel internacional como nacional generó una sobreexplotación crítica del recurso y un grave problema de captura ilegal”.
El valor creciente del atún rojo del Atlántico ha llevado a un fuerte aumento en la eficiencia y capacidad de pesca de varias flotas, así como al ingreso de nuevas tecnologías de almacenamiento y prácticas de cría.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
“El fracaso de la gestión del atún rojo del Atlántico en ese momento se debió en parte a la naturaleza multilateral de la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico, que es la organización pesquera regional que se encarga de controlar y gestionar los túnidos y especies afines del océano Atlántico, y a un proceso de toma de decisiones basado en el consenso”.
Además, los conflictos de intereses entre los numerosos países que pescaban atún rojo del Atlántico impidieron una toma de decisiones sólida, especialmente en la limitación de las capturas.
En este contexto, el organismo científico de la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico alertó al organismo de gestión de dicha comisión sobre el estado crítico del stock de atún rojo del Atlántico en la década de 1990.
Sin embargo, el informe de IPBES considera que “el asesoramiento científico tenía, en ese momento, poco peso contra los grupos de presión de las pesquerías, que eran los más influyentes para mantener altos niveles de captura.
En particular, cuestionar el asesoramiento científico sobre el atún rojo del Atlántico a través del tema de la incertidumbre ha sido utilizado comúnmente por diferentes grupos de presión que deseaban impulsar sus propias agendas”.
Durante la década de 2000, las oenegés ambientales lograron llamar la atención del público sobre el mal estado de la población de atún rojo del Atlántico. En consecuencia, los administradores comenzaron a prestar más atención al asesoramiento científico e implementaron un primer plan de reconstrucción en 2007, que se reforzó en los años siguientes.
El plan final de recuperación del atún rojo del Atlántico era ambicioso, ya que incluía la reducción de la temporada de pesca de las principales flotas, un aumento de la talla mínima de captura, nuevas herramientas para el seguimiento y control de las actividades pesqueras, y una reducción de la capacidad pesquera y del cupo anual.
Estrictamente aplicadas, estas medidas demostraron ser exitosas: rápidamente condujeron a la reconstrucción de la población. Los últimos análisis muestran claramente que hoy en día el atún rojo del Atlántico ya no está sobreexplotado; el tamaño de las reservas, de hecho, está aumentando.
El informe de IPBES concluye que el caso del atún rojo del Atlántico muestra claramente que la gestión eficaz de las pesquerías internacionales que explotan especies muy valiosas que han sido sobreexplotadas durante décadas es posible cuando existe una fuerte voluntad política.
También muestra que “la incertidumbre que es inherente a cualquier asesoramiento científico es también una fuente de malentendidos, a veces de manipulación, entre científicos y administradores, para quienes la incertidumbre suele interpretarse como un mal asesoramiento”.
“Además, estas incertidumbres pueden ser utilizadas como armas por poderosos grupos de presión políticos, ya sea intencionalmente o no, para promover una causa en particular. Como en todos los campos científicos, los científicos pesqueros no pueden proporcionar certezas, sino solo probabilidades y, a veces, una interpretación consensuada”.
En este contexto, se necesita más ciencia para generar menos incertidumbre y mejores recomendaciones de gestión, ya que este es un requisito previo para el uso sostenible a largo plazo de especies de plantas y animales.
T: MLM / ED: EG