WASHINGTON – Una nueva crisis de deuda se cierne sobre los países en desarrollo de ingresos bajos o medianos, debido a la depreciación de sus monedas combinada con la desaceleración de la economía global y alzas en las tasas de interés, advirtió en un nuevo informe el Banco Mundial.
David Malpass, presidente del Grupo Banco Mundial, dijo que “la crisis de la deuda que enfrentan los países en desarrollo se ha intensificado, y se necesita un enfoque integral para reducirla, aumentar la transparencia y facilitar reestructuraciones más rápidas”.
De ese modo “los países pueden centrarse en los gastos que respaldan el crecimiento y reducen la pobreza. De lo contrario, muchos países y sus gobiernos se verán frente a una crisis fiscal e inestabilidad política, y millones de personas caerán en la pobreza”, agregó Malpass.
A finales de 2021, la deuda externa de las economías en desarrollo ascendía a 9,3 billones (millones de millones) de dólares, más del doble de los 4,3 billones que adeudaban en 2010.
En ese período 2010-2021, la deuda de los prestatarios de la Asociación Internacional de Fomento (AIF), brazo del Banco Mundial para ayudar a los países más pobres, casi se triplicó, hasta alcanzar el billón de dólares.
Cerca de 60 % de esos países muestra un alto riesgo de sobreendeudamiento o ya se encuentran en esa situación. “El aumento de las tasas de interés y la desaceleración del crecimiento mundial amenazan con llevar a un gran número de países a una crisis de la deuda”, según el Informe sobre la Deuda Internacional del banco.
Y el servicio de la deuda (capital más intereses) de los países más pobres del mundo, clientes de la AIF, puede aumentar este año 35 % respecto a 2021 y sumar 62 000 millones de dólares.
El año pasado pagaron 46 200 millones de dólares, cifra que equivale a 10,3 % de sus ingresos por exportaciones (3,2 % en 2010) y a 1,8 % de su ingreso nacional bruto (0,7 % hace 10 años).
En la última década, la composición de la deuda de los países clientes de la AIF “ha cambiado de forma significativa. La proporción de deuda externa contraída con acreedores privados se ha elevado marcadamente”, señala el informe.
A finales del año pasado, 61 % de la deuda pública y con garantía pública de las economías de ingreso bajo y mediano correspondía a acreedores privados, lo que representa un aumento de 15 puntos porcentuales respecto de 2010.
Además, se ha elevado notablemente la proporción que se adeuda a acreedores gubernamentales que no pertenecen al Club de París, formado en 1956 por países industrializados.
Fuera de ese club destacan ahora como acreedores China, India, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y otros países. A fines de 2021, China era el principal prestamista bilateral de los países clientes de la AIF, dado que representaba 49 % de su deuda bilateral, mientras que en 2010, esa proporción era de 18 %.
El informe subraya que el crecimiento económico global muestra una marcada desaceleración, y el riesgo de que se produzca una recesión mundial el próximo año ha ido en aumento.
Ese deslizamiento se registra “en medio de uno de los episodios de endurecimiento de las políticas monetarias y fiscales más sincrónicos de los últimos 50 años”.
Destaca el alza de las tasas de interés en los bancos centrales, que afecta el consumo, encarece el crédito y ralentiza el crecimiento para tratar de contener la inflación, comenzando por las alzas decididas por la Reserva Federal de Estados Unidos.
También destaca el informe que las depreciaciones monetarias han empeorado la situación de muchos países en desarrollo con deudas denominadas en dólares.
Mientras el Banco Mundial divulgaba su informe, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad) coincidía en advertir que “la creciente deuda en los países de ingresos bajos y medianos ha comprometido sus posibilidades de desarrollo sostenible”.
Rebeca Grynspan, secretaria general de la Unctad, dijo en una conferencia de gestión de deuda de su organización en Ginebra, Suiza, que “entre 70 y 85 % de la deuda de los países emergentes y de bajos ingresos es en moneda extranjera”.
Agregó que “eso los ha dejado muy vulnerables a grandes choques monetarios que afectan el gasto público, precisamente cuando las poblaciones necesitan el apoyo financiero de sus gobiernos”, agregó.
“En lo que va del año, al menos 88 países han visto sus monedas depreciarse frente al poderoso dólar estadounidense, que sigue siendo la moneda de reserva elegida por muchos en tiempos de crisis mundial. Y en 31 de esos países sus monedas han caído más de 10 %”, expuso Grynspan.
El impacto ha sido muy negativo por ejemplo para muchas naciones africanas, en las cuales, según Grynspan, las depreciaciones de la moneda han aumentado el costo del pago de la deuda “en el equivalente al gasto en salud pública en el continente”.
Finalmente argumentó que “la deuda no puede ni debe convertirse en un obstáculo para lograr la Agenda 2030 (de desarrollo sostenible, adoptada por las Naciones Unidas) y la transición climática que el mundo necesita desesperadamente”.
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