SÍDNEY / KUALA LUMPUR – Después de cuatro años del aislacionismo de Donald Trump, su sucesor en la Casa Blanca, Joe Biden, anunció al asumir la presidencia que “Estados Unidos ha vuelto”. Su administración ha intentado desde entonces encontrar aliados contra China y Rusia.
Pero no ha encontrado muchos, especialmente en el Sur global. Su cumbre con los líderes del sudeste asiático contó con una buena asistencia, pero prometió poco. Y aún peor, su Cumbre de las Américas puso de manifiesto que la influencia de Estados Unidos en su antiguo patio trasero se está desvaneciendo.
África no está alineada
Se esperaba que la última estrategia de Estados Unidos hacia el África subsahariana (SSA, en inglés) fuera mejor en el continente de donde están la mayoría de los países que Trump calificó como “agujeros de mierda”. Pero no aportó mucho más que retórica. Al igual que su propuesto Marco Económico Indo-Pacífico para la Prosperidad, se considera una hamburguesa sin carne.
La estrategia de Biden busca explícitamente contrarrestar las “actividades dañinas” de China y Rusia, y exponer y resaltar los riesgos de las iniciativas negativas de ambos países en África. Pero no ofrece ninguna prueba de tales amenazas.
Afirma que China ve la región como un escenario importante para desafiar el orden internacional basado en normas, promover sus propios y estrechos intereses comerciales y geopolíticos, y socavar la transparencia y la apertura.
Del mismo modo, insiste en que Rusia ve la región como un entorno permisivo para las empresas paraestatales y militares privadas, que a menudo fomentan la inestabilidad en beneficio estratégico y financiero.
En la presentación de la estrategia de Biden en Sudáfrica, el secretario de Estado estadounidense, Anthony Blinken, afirmó que “nuestro compromiso con una asociación más fuerte con África no consiste en intentar superar a nadie. Nuestro propósito no es decirles que tienen que elegir”.
Aunque se alegró de que Estados Unidos no obligara a África a elegir, la ministra de Asuntos Exteriores de Sudáfrica, Naledi Pandor, recordó a Blinken y sus acompañantes que ningún país africano puede ser intimidado o amenazado de este modo: “o eliges esto o esto otro”.
La anfitriona también recordó a sus invitados la difícil situación del pueblo palestino y la vida bajo el apartheid.
En su visita a Ruanda, justo antes del anuncio de Blinken en Sudáfrica, la embajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas, Linda Thomas-Greenfield, aseguró que África podría enfrentarse a las consecuencias si comerciaba con productos básicos con sanción de Washington.
La ministra Pandor describió como una legislación ofensiva el proyecto del Congreso estadounidense, conocido como Ley contra las actividades rusas malignas en África.
Ese proyecto, junto con la Ley de Competencia Estratégica de 2021 y la Ley de Innovación y Competencia de Estados Unidos, han sido criticadas por los africanos, incluidos los gobiernos, por considerarlas propias de la Guerra Fría .
Llamando a la diplomacia, no a la guerra, Pandor instó a que los países africanos que deseen relacionarse con China, lo hagan, sea cual sea la forma concreta de las relaciones.
Credibilidad estadounidense en duda
La estrategia de Biden para el África Subsahariana tiene cuatro objetivos explícitos: fomentar la apertura y las sociedades abiertas, ofrecer dividendos democráticos y de seguridad, avanzar en la recuperación de la pandemia y las oportunidades económicas, y apoyar la conservación, la adaptación al clima y una transición energética justa.
El documento de estrategia de Estados Unidos hace referencia a la Asociación para la Infraestructura y la Inversión Global (PGII, en inglés) del Grupo de los Siete (G7), acordada este año y que promete un aporte de 600 000 millones de dólares.
Confiando en que la PGII promoverá la seguridad nacional de Estados Unidos, la Casa Blanca ha prometido un aporte de 200 000 millones de dólares para llevar a cabo proyectos innovadores que fortalezcan las economías.
Después de todo, la promesa de la Cumbre del G7 de 2005 de duplicar la ayuda para 2010, con 50 000 millones de dólares anuales para África, sigue sin cumplirse. La ayuda real se ha quedado lamentablemente corta, sin informes transparentes ni rendición de cuentas.
Hace más de medio siglo, los países ricos prometieron destinar 0,7 % de su renta nacional a la ayuda al desarrollo. Estados Unidos lleva mucho tiempo ocupando el lugar más bajo entre los países del G7, con un gasto de solo 0,18 % en 2021. Y lo que es peor, la eficacia de la ayuda estadounidense es la peor entre las 27 naciones más ricas del mundo.
Mientras tanto, los países ricos han incumplido también sus compromisos de 2009 de aportar 100 000 millones de dólares anuales en financiación para el clima hasta 2020 para ayudar a los países en desarrollo a adaptarse y mitigar el recalentamiento global.
Después de su mortecina iniciativa Build Back Better World (Reconstruir un mundo mejor), muchos dudan de cuánto aprobará el legislativo Congreso estadounidense, y qué será para el ASS. Asimismo, antes de mediados de 2021, la administración Biden prometió apoyo para la contención de la pandemia, que poco ha cristalizado.
Por el contrario, no apoyó la petición de los países en desarrollo a la Organización Mundial del Comercio (OMC) de una exención temporal de las patentes relacionadas, impulsada entre otros países por Sudáfrica. El compromiso de la OMC de junio de 2022 fue nada menos que vergonzoso en ese aspecto.
La colaboración de China y Rusia en cubrir las necesidades de la pandemia de covid-19, ha sido denunciada por Washington como “diplomacia de vacunas”.
Las sanciones contra Rusia por la invasión a Ucrania, en febrero, han interrumpido el suministro contratado de 110 millones de dosis de su vacuna. Esto pone en peligro los esfuerzos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) por vacunar a la población de muchos países africanos, como Zambia, Uganda, Somalia y Nigeria.
Con 43,87 dosis de vacunas por cada 100 personas -menos de un tercio de la media mundial de 157,71, o menos de una cuarta parte de la media de Estados Unidos de 183 dosis por cada 100 personas-, África tenía la tasa de vacunación más baja contra la covid, con diferencia, a mediados de este mes de agosto.
El documento de estrategia del ASS destaca las asociaciones entre Estados Unidos y África en materia de VIH/sida. Pero no dice nada sobre la amenaza de sanciones de Estados Unidos que sufrió en el pasado Sudáfrica por producir medicamentos genéricos contra el VIH/sida. Washington solo abandonó la idea ante una reacción mundial y la firmeza del entonces presidente Nelson Mandela.
Occidente sigue explotando a África
La estrategia de Biden para el África subsahariana promete comprometerse con los socios africanos para exponer y poner de relieve los riesgos de las actividades negativas de China y Rusia en África, de acuerdo con la Estrategia de Defensa Nacional 2022 de Estados Unidos.
Pero ignora por qué África sigue siendo subdesarrollada y pobre. Al fin y al cabo, África tiene alrededor de 30 % de las reservas minerales conocidas del mundo y 60 % de su tierra cultivable. Sin embargo, 33 de sus 54 naciones están entre los países menos adelantados.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
El informe sobre el Nuevo Colonialismo muestra que las empresas británicas controlan los principales recursos minerales de África, ya que 101 empresas, en su mayoría británicas, que cotizan en la Bolsa de Londres, realizan operaciones mineras en 37 países del ASS.
En conjunto, controlan más de un billón (millón de millones) de dólares, mientras que 192 000 millones de dólares son drenados anualmente de África a través de la transferencia de beneficios y la evasión de impuestos por parte de las empresas extranjeras.
Francia mantiene el control de los sistemas monetarios de sus antiguas colonias, exigiéndoles que depositen las reservas de divisas en el Tesoro francés. Nunca ha dudado en derrocar a gobiernos no amigos mediante golpes de Estado y su ejército.
Recientemente, Estados Unidos prometió seguir proporcionando a Francia apoyo en materia de inteligencia, vigilancia y reconocimiento en África, utilizando su avanzada tecnología de drones y satélites.
Mientras las antiguas potencias coloniales siguen controlando y explotando el ASS, las políticas impuestas por los donantes, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y los bancos multilaterales de desarrollo han garantizado su continuo subdesarrollo y empobrecimiento.
África, que antes era un exportador neto de alimentos, se ha convertido en un importador neto de alimentos. Con unas políticas del Consenso de Washington más pronunciadas desde la década de los años 80, la inseguridad alimentaria ha empeorado.
El ASS también se ha desindustrializado, lo que le hace más dependiente de los recursos y vulnerable a la volatilidad de los precios internacionales de las materias primas.
¿Olvidar el pasado?
Muchos africanos han sufrido mucho debido al colonialismo, el racismo, el apartheid y otras opresiones. El panafricanismo contribuyó mucho al movimiento de los no alineados durante la antigua Guerra Fría. El líder tanzano Julius Nyerere declaró en 1965: «no permitiremos que nuestros amigos elijan a nuestros enemigos».
Medio siglo más tarde, Mandela recordó a Occidente que no debía presumir de que sus enemigos fueran los nuestros. Los africanos de más edad aún recuerdan a la extinta Unión Soviética y a China por su apoyo en las luchas pasadas, cuando la mayor parte de Occidente se mantuvo en el lado equivocado de la historia.
Los africanos desconfían, con razón, de los nuevos griegos que traen regalos y promesas. Aunque la mayoría no quiere una nueva Guerra Fría, muchos ven que China y Rusia ofrecen beneficios más tangibles.
No es de extrañar que 25 de los 54 Estados africanos no apoyaran la resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas de marzo en la que se condenaba la invasión rusa de Ucrania.
T: MF / ED: EG