NAIROBI – El murmullo de las aguas serenas seguidas de mareas inesperadamente altas y olas violentas ya se ha vuelto demasiado familiar para la comunidad de pescadores ubicada a lo largo de los 1420 kilómetros de la costa del Océano Índico en Kenia.
“Cuando una nube muy oscura se posa sobre el océano, es señal de que está muy enojada, liberando olas muy fuertes desde su misma profundidad. Cuando esto sucede, el océano solo se calma quitando una vida. Los pescadores mueren todos los años a causa de fuertes olas repentinas”, dijo a IPS Aisha Mumina, residente de la aldea de Makongeni, en el condado de Kilifi.
Pero incluso durante mareas tan altas, el stock de alimentos ha disminuido significativamente, dice Mwanamvua Kassim Zara, un comerciante de pescado local. Antes, las mareas altas eran sinónimo de una mayor cantidad de peces, al apresurarse hacia la seguridad de las gruesas raíces de los manglares para refugiarse, alimentarse y reproducirse.
Hoy, continúa, los pescadores ya no pueden lanzar sus redes más allá del arrecife de coral y esperar una cosecha. Incluso el popular Dagaa, un diminuto pez plateado y el manjar más preferido en Vanga Bay, en el condado de Kwale, con una población de más de 8700 hogares, casi ha desaparecido.
“Compro una cubeta de pescado a los pescadores a 40 o 45 dólare, frente al precio anterior de entre 20 y 25. Los precios altos luego se trasladan a nuestros clientes que compran un kilo de pescado hervido, seco y salado a tres dólares, en relación a los dos anteriores”, dice a IPS.
Kassim pensó en diversificarse hacia el cultivo de arroz, pero incluso eso presenta nuevos desafíos. Además de que no arrastran los peces hacia las costas y hacia las redes de los pescadores, las mareas altas inundan las granjas de arroz adyacentes. Esto imposibilita el acceso a las fincas, lo que lleva a la destrucción de los cultivos.
En el pueblo de Jimbo, comenta que los padres tenían miedo de enviar a sus hijos a la enseñanza preescolar de Jimbo. En mareas altas, el agua del océano Índico adyacente inundaría la escuela, poniendo en peligro la vida de los niños.
Pero Kassim cuenta que una iniciativa prometedora impulsada por la comunidad está abordando progresivamente sus preocupaciones más apremiantes relacionadas con el cambio climático. Esta esperanza es restaurar los manglares y liberar sus superpoderes ocultos para almacenar de tres a cinco veces más carbono que los bosques terrestres.
Una vez descartados como humedales sucios y pantanosos, el laberinto de exuberantes manglares verdes que bordea los canales de agua serpenteantes a lo largo de la costa de Kenia fue invadido, degradado y talados a una tasa del 0,5% por año entre 1991 y 2016, según los Servicios Forestales de Kenia (KFS, en inglés).
Basándose en el conocimiento indígena, los grupos étnicos a lo largo de la costa de Kenia, incluidos los pueblos Digo, Duruma, Shirazi, Wapemba y Wagunga, descubrieron que cuanto más talaban los manglares para obtener leña, material de construcción, equipo de pesca y comercio, más peces desaparecían. Con estos cambios vinieron olas e inundaciones más altas y poderosas.
«Incluso cuando varias especies de peces, como el sabalote (Chanos chanos), el salmonete y el pulpo, desaparecían lentamente y los pescadores ya no podían arrojar sus redes más allá del arrecife de coral y atrapar camarones, cangrejos u otros mariscos, llevó tiempo ver la conexión», dice a IPS Mohamed Suleiman, un miembro de las comunidades indígenas de Vanga Bay en Kwale.
Los manglares son la primera línea de defensa contra las catástrofes relacionadas con el océano Índico. Las raíces de los manglares proporcionan a los peces zonas de alimentación y reproducción. Permiten que casi todas las actividades pesqueras se lleven a cabo a lo largo de áreas costeras poco profundas dentro de los manglares y en las zonas adyacentes, según el Instituto de Investigación Marina y Pesquera de Kenia (KMFRI, en inglés).
“Nos tomó muchos años comprender que los manglares son el lugar de reproducción y crianza de muchas especies de peces por aquí. Al perder manglares, perdíamos nuestro sustento. Ganamos dinero con la pesca, el turismo, la observación de aves, la apicultura y la miel de los bosques de manglares es única y valiosa”, expone Suleiman.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
Oscar Kiptoo, conservacionista e investigador de KFS, dice que los manglares son bosques de reserva gubernamentales bajo la autoridad del KFS, ya sea individualmente o en asociación con el Servicio de Vida Silvestre de Kenia cuando los manglares crecen en reservas y parques marinos. La cobertura total de manglares en esta nación del este de África es de aproximadamente 61 271 hectáreas.
El condado de Lamu tiene 37 350 hectáreas, Kilifi 8536 hectáreas, Kwale 8354 hectáreas y 3260 hectáreas en el río Tana. Mombasa tiene 3771 hectáreas de manglares distribuidos a lo largo de Port Reitz y Tudor Creeks.
Se estima que 1850 hectáreas de la cobertura de manglares del condado de Mombasa están degradadas, y más de 1480 hectáreas se encuentran destruidas en Tudor Creek, principalmente porque la madera de manglar es resistente a la putrefacción y los insectos y, por lo tanto, es muy valiosa como material de construcción.
Suleiman explica cómo tres aldeas adyacentes en el condado de Kwale formaron la Asociación Forestal Comunitaria Vanga Jimbo Kiwengu (Vajiki) para restaurar, conservar y proteger los manglares de forma voluntaria.
Suleiman, presidente de Vajiki, dice que la iniciativa se inspiró en las aldeas de Gazi y Makongeni en el condado de Kilifi. Estas comunidades fueron pioneras en el primer proyecto de compensación de carbono de este tipo en el mundo para comercializar con éxito créditos de carbono de manglares. Trabajaron bajo el grupo comunitario Mikoko Pamoja con el apoyo del Instituto de Investigación Marina y Pesquera de Kenia (KMFRI).
Kassim, de la comunidad Vajiki, señala que la comunidad inicialmente no tuvo éxito porque carecían de conocimiento sobre las especies de manglares y la zonificación. Hay manglares para la costa y los que se desarrollan mejor en tierra firme.
“Desde 2016, personas educadas del gobierno nos han estado enseñando cómo sembrar y proteger los manglares. Nos dicen que los manglares son las raíces del océano, de la misma manera que un árbol no puede crecer sin árboles, lo mismo sucede con el océano. No podemos beneficiarnos del océano si destruimos los manglares. Aprendemos a usar los manglares como un muro alrededor del océano para protegernos de las mareas altas y vemos los frutos de nuestro trabajo”, afirma Kassim.
Suleiman está de acuerdo y agrega que el proyecto Vajiki es una iniciativa de manglares de 460 hectáreas lanzada oficialmente en 2019. Dice que 450 hectáreas se conservarán, protegerán y se les permitirá renovarse de forma natural. Los 10 restantes serán reforestados durante dos décadas.
De las 450 hectáreas, señala que 250 hectáreas están en el continente y corren un riesgo significativo de sobreexplotación continua, y otras 200 hectáreas se encuentran en la isla Be deshabitada. Aunque sin explotar, los manglares de la isla Be están expuestos a un riesgo significativo a causa de los madereros.
Suleiman dice que la comunidad Vajiki se compromete a garantizar que la isla permanezca libre de toda actividad humana, incluida la pesca ilegal y el uso de dinamita. Según KFS, los manglares de Be Island protegen aproximadamente 250 peces y 124 especies de coral.
“La comunidad Vajiki está en conversaciones con representantes del gobierno para ser pionera en una iniciativa de restauración y conservación de manglares transfronterizos que comenzará desde Mombasa, a través del condado de Kwale y hasta Tanzania. Estamos muy cerca de otras comunidades indígenas en el lado de la frontera de Tanzania. No tenemos barreras idiomáticas ni culturales”, señala.
Suleiman sostiene que han aprendido que las plántulas de manglares tienen una mayor tasa de supervivencia cuando se preparan para plantarlas en un vivero de semillas.
Las plántulas de manglares habían sido recolectadas en el extenso bosque de manglares, empacadas en sacos, empapadas en agua salada o marina y almacenadas para plantar durante seis meses.
Al menos 100 miembros de la comunidad se ofrecen como voluntarios para la actividad en los días de siembra de semillas.
Las semillas de mangle son estacionales y su disponibilidad a lo largo del año varía de una especie a otra. Por ejemplo, las semillas de Ceriops Tagal están disponibles en febrero y marzo, las semillas de Rhizophora mucronata lo están en marzo y junio y las semillas de Avicennia marina se pueden encontrar en abril y mayo.
La comunidad Vajiki planta al menos 3000 plántulas de manglares al año y se propone vender créditos de carbono por un valor de 48 713 dólares al año mediante la acumulación de 5023 toneladas de carbono sobre el suelo. Sus registros muestran que el período 2020/21 trajo créditos de carbono por un valor de 44 433 dólares.
Suleiman indica que la Comunidad Vajiki vende carbono sobre el suelo calculado utilizando mediciones directas de la biomasa de los manglares. Kiptoo dice que estas medidas se toman utilizando técnicas de inventario forestal tradicionalmente establecidas.
Comenta que el proceso implica recopilar medidas de árboles, incluida la altura, el área de la copa o la densidad de la madera y el diámetro a la altura del pecho dentro de las parcelas designadas. Estas medidas, dice, luego se utilizan ´para definir la requerida ecuación alométrica, que estima la relación entre la biomasa y el diámetro o altura de la planta.
Suleiman dice que estos cálculos requieren conocimientos técnicos. La comunidad Vajiki confía en la Asociación de Servicios de Ecosistemas Costeros (ACES, en inglés), una organización benéfica registrada en Escocia, en Reino Unido, para coordinar todo el proceso, incluido el comercio de carbono real, ya que tienen acceso a mercados internacionales viables.
«Las mujeres de la aldea de Kiwengu dieron a luz en sus casas o en otras aldeas porque el dispensario de Kiwengu no tenía una (sala) de maternidad. Pero compramos una cama con el dinero, y las mujeres pueden dar a luz en el dispensario», dice Kassim.
Añade que «nuestros niños pueden ir a la guardería, ya que construimos una barrera para evitar que las inundaciones entren en la escuela. El cultivo de arroz es posible ahora porque las inundaciones se han reducido en los últimos dos años”.
En el condado de Makongeni Kilifi, Naima Juma cuenta que su hija de nueve años fue abordada y casi agredida cuando se dirigía a buscar agua.
“Solíamos caminar dos kilómetros en busca de agua dulce porque nuestras aguas son demasiado saladas. Pero ahora todos en el pueblo tienen agua cerca de sus casas a través de grifos comunales o grifos domésticos propios», explica.
La iniciativa Mikoko Pamoja (manglares juntos) hizo posible proporcionar agua limpia a la comunidad, mejorar la atención de la salud, el saneamiento, la educación y la infraestructura en beneficio de Juma y de 4500 miembros de la comunidad.
Los registros muestran que el grupo comunitario Mikoko Pamoja tiene 47,5 hectáreas de plantaciones de manglares, restaurando las costas degradadas de la bahía de Gazi al plantar aproximadamente 2000 plántulas al año y otras 2000 en el continente.
El proyecto captura unas 2000 toneladas de carbono por debajo y por encima del suelo. Los registros muestran que el proyecto genera actualmente al menos 25 000 dólares al año a partir del comercio de carbono.
“Nuestros líderes y jefes comunitarios generalmente nos invitan a una reunión para discutir cómo se debe gastar el dinero. Solemos elegir proyectos que nos beneficien a todos”, dijo Juma a IPS.
Las iniciativas comunitarias, dice Suleiman, son tan fuertes que un desarrollador privado que una vez destruyó acres de manglares para construir un hotel de playa y un restaurante a solo unos metros de la costa, tuvo que demoler las instalaciones debido a la resistencia de la comunidad. Otros desarrolladores deforestaron de manera similar grandes porciones de manglares para construir salinas; desde entonces, los proyectos han sido cancelados.
Kiptoo señala que las iniciativas en curso dirigidas por la comunidad están alcanzando todos los objetivos correctos, ya que son una victoria para el clima, la biodiversidad y las comunidades.
Debido a las iniciativas en curso basadas en la comunidad y dirigidas por ésta, dice que el país está deteniendo con éxito la degradación y la deforestación de los manglares.
Entre 2019 y 2022, KFS indica que se han plantado más de 16,7 millones de plántulas de manglares.
Suleiman afirma que las iniciativas lideradas por la comunidad no están exentas de desafíos. «La falta de comprensión de las diversas especies de manglares disponibles y dónde crecen mejor es el principal problema, ya que hay especies que prosperan en tierra firme y otras a lo largo de la costa”, dice.
«La falta de conocimiento sobre los métodos de plantación, ya sea a través de un vivero o simplemente recogiendo una plántula y clavándola directamente en el suelo, los problemas de espaciamiento de las plántulas y todos estos factores afectan la tasa de supervivencia», aduce.
Añade que Vajaki «comenzó a plantar plántulas hace años, pero hasta hace poco, cuando comenzamos a interactuar con los científicos, la tasa de supervivencia era solo de 10 %».
Alienta a las comunidades costeras a asociarse con científicos y el gobierno porque con un mayor entendimiento de los manglares, la tasa de supervivencia mejorará. Seguirán otros beneficios, como el aumento del dióxido de carbono atrapado en los manglares y el dinero obtenido del comercio de carbono que se puede utilizar para apoyar proyectos comunitarios. Todo esto mejora significativamente la vida.
Kassim dice que su amada Dagaa, un elemento básico en la comunidad de la bahía de Vanga, está regresando lentamente a las costas y al alcance de los pescadores. Ella dice que el negocio está en auge y que los precios del pescado ya habrían bajado si no fuera por la inflación actual y el costo del combustible.
Este artículo fue elaborado con el apoyo de Earth Journalism Network de Internews.
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