MADRID – Hoy vivimos un momento de crisis. Durante las dos últimas décadas, creímos que estábamos en el camino hacia un progreso que, aunque no fuera tan rápido como lo deseábamos, parecía imparable. En muchas partes del mundo los conflictos habían disminuido, la pobreza se estaba reduciendo, la violencia de género se estaba combatiendo y los derechos a la salud sexual y reproductiva estaban avanzando.
Sin embargo, hoy en día, todos estos avances están en peligro. Las señales de alarma que ya emergían antes de la pandemia se exacerbaron con ella. La deuda, la pobreza y las desigualdades han aumentado.
El daño medioambiental sigue asolando comunidades y amenazando la existencia de nuestro planeta. La desinformación y los discursos de odio en línea están creciendo y corroyendo nuestras sociedades.
El aumento del nacionalismo y el autoritarismo y la erosión de los valores democráticos aumentado la polarización entre países y dentro de los países. En los últimos meses hemos vistos nuevos conflictos y golpes de estado, con un impacto grave en la estabilidad de las instituciones y las sociedades.
El aumento de los precios de los productos básicos debido a la guerra en Ucrania puede generar un creciente descontento social y, en algunos contextos, una posible espiral de represión y violencia.
Como bien lo sabemos, las mujeres y las niñas sufren el peso de estos desafíos de manera desproporcionada. A pesar de esto, siguen siendo excluidas de los espacios de toma de decisiones.
Los desequilibrios de poder entre mujeres y hombres persisten a todos los niveles y en todas las esferas de la toma de decisiones. Permítanme darles algunas estadísticas:
- Las mujeres representan apenas algo más de una cuarta parte de los legisladores nacionales de todo el mundo. El 1 de septiembre de 2021, solo había 26 mujeres como jefas de Estado y/o de gobierno en 24 países. A este ritmo, la igualdad de género en los más altos puestos de poder no se alcanzará hasta dentro de 130 años.
- Entre 1992 y 2019, las mujeres constituyeron en promedio tan sólo el 13% de los negociadores, 6 % de los mediadores y 6 % de los signatarios en los principales procesos de paz de todo el mundo.
Cerrar la brecha de género en la vida económica de las mujeres también sigue siendo un enorme desafío. En el mundo laboral, las mujeres sólo representan 27 % de los puestos de dirección de las empresas.
Además, la proporción de ayuda bilateral a las organizaciones y movimientos de derechos de la mujer en países frágiles o afectados por conflictos es inferior a 1%.
No nos podemos permitir de seguir con esta situación. Para poder avanzar y enfrentar los desafíos que he mencionado, necesitamos la participación sistemática de las mujeres en la vida pública, económica y política, así como movimientos feministas fuertes e inclusivos.
No podemos avanzar hacia un futuro de paz, desarrollo, y derechos humanos, con sólo la mitad de la población. Necesitamos un equipo completo, compuesto por mujeres, hombres y personas no binarias, en toda su diversidad. En este histórico punto de inflexión, es fundamental destacar en especial que las mujeres jóvenes y las niñas son extraordinarias líderes y agentes de cambio.
Una mayor inclusión significa una gama más amplia de perspectivas, una legitimidad institucional más fuerte, una mayor confianza de la población en los sistemas políticos, y soluciones más duraderas.
Pero a pesar de las barreras que siguen existiendo, estoy convencida de que hay esperanza.
Con motivo del 25 aniversario de la Declaración y la Plataforma de Acción de Beijing, el Foro Generación Igualdad de 2021 dio un impulso a la defensa y el avance de la igualdad de género y los derechos de las mujeres.
Dio lugar a inversiones confirmadas por un valor de 40 000 millones de dólares, así como a ambiciosos compromisos en materia de promoción, políticas y programas, incluidos los relativos a los movimientos feministas y liderazgo.
Muchos países africanos y latinoamericanos están actualmente a la cabeza del liderazgo femenino y de la representación igualitaria en la toma de decisiones públicas.
Ruanda está a la cabeza del resto del mundo en la consecución de la paridad de género en su poder legislativo, con 61,3 % de mujeres en el parlamento, mientras que Cuba, Nicaragua, México y los Emiratos Árabes Unidos han logrado la paridad de género en sus parlamentos nacionales.
Las mujeres están liderando como jefas de Estado o de gobierno en siete países de África. Están rompiendo techos de cristal y derribando barreras en la gobernanza y el liderazgo. Ellen Johnson-Sirleaf, fue la primera mujer presidenta de África.
En América Latina y el Caribe, las mujeres son jefas de Estado o de gobierno en seis países.
Las mujeres y las niñas del Sur Global también están liderando esfuerzos para afrontar retos globales. En África y América Latina, desde el cambio climático hasta la corrupción, pasando por la resolución de conflictos y la promoción de la paz, las mujeres y las niñas defensoras de los derechos humanos trabajan en la primera línea para promover el cambio.
Los derechos humanos son fundamentales para que cada mujer y cada niña tenga autonomía, voz y liderazgo.
Nuestro objetivo común debe ser defender y hacer avanzar la igualdad de derechos de las mujeres en todas las esferas de la vida: en la familia, en la educación, en la vida pública y política y en el trabajo.
Las mujeres tienen derecho a la autonomía corporal. Tienen derecho a vivir libres de odio y violencia. Tienen derecho a decidir si y con quien se casan, si y cuando tienen hijos.
Nuestro objetivo común debe ser eliminar la discriminación basada en el género. Y es fundamental reconocer cuando ésta se cruza con otras formas de opresión basadas en factores como la edad, la discapacidad, la raza o la etnia, la nacionalidad y la religión.
Debemos erradicar las leyes y prácticas discriminatorias. Deben utilizarse activamente medidas temporales especiales, como las cuotas en los parlamentos nacionales, para aumentar la representación de las mujeres en los procesos políticos.
Debemos desmantelar los estereotipos de género que tanto perjudican a las mujeres y destacar el papel y contribución positiva de las mujeres para cambiar percepciones.
Por último, debemos hacer realidad el derecho al desarrollo – es decir el derecho a participar en el desarrollo económico, social, cultural y político, a contribuir y a disfrutar de él – y proporcionar un papel activo a las mujeres en el proceso de desarrollo.
Las mujeres del Sur Global, en toda nuestra diversidad, tenemos un papel crucial que desempeñar. Si unimos nuestras fuerzas y actuamos como constructoras de puentes en la defensa y el avance de la democracia y los derechos humanos, si afrontamos juntas los retos mundiales y si utilizamos el potencial de la cooperación Sur-Sur, confío en que podemos conducir al mundo hacia un futuro más humano, justo, pacífico y sostenible.
Este artículo recoge la participación de Michelle Bachelet, alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, este jueves 19 en la conferencia internacional de la Fundación de Mujeres por África, que se celebra en Madrid el 19 y el 20 de mayo.
RV: EG