LEEDS, Reino Unido – En ninguna parte la naturaleza está más llena de vida que en los bosques tropicales. Refugio de más de la mitad de todas las especies de plantas y animales del mundo, los bosques cercanos al ecuador han sustentado a recolectores y agricultores desde los primeros días de la humanidad.
Hoy en día, sostienen gran parte de nuestra dieta globalizada y tienen un gran potencial para la medicina actual y futura. Los bosques tropicales que quedan almacenan miles de millones de toneladas de dióxido de carbono cada año, proporcionando la mejor solución natural para luchar contra el cambio climático. No existe un camino posible hacia las cero emisiones netas en el que se ignoren las tierras tropicales.
Para ayudar a limitar el calentamiento global a mucho menos de los 2 °C, los países piden desesperadamente datos sobre la cantidad de carbono que estos bosques pueden almacenar. La mejor manera de estudiarlos es a través de mediciones a largo plazo tomadas en parcelas cuidadosamente definidas en el terreno, árbol por árbol, año tras año.
Estas parcelas nos dicen qué especies están presentes y necesitan ayuda, qué bosques almacenan la mayor cantidad de carbono y crecen más rápido y qué árboles destacan por resistir el calor y producir madera.
Lejos de los laboratorios y las capitales donde se estudian y legislan estos bosques, los investigadores afincados en los trópicos recogen los datos que constituyen la base de nuestro conocimiento sobre estos ecosistemas vitales.
Podría pensarse que hacer que todos los datos recopilados sean de libre acceso es igualitario.
Pero para las personas que registran las especies y el carbono de los bosques tropicales, ofrecer los frutos de su duro trabajo sin una inversión justa no reduciría las desigualdades, las aumentaría.
Esto se debe a que quienes recopilan los datos en los bosques tropicales están en desventaja en comparación con los investigadores y los encargados de formular políticas que utilizan estos datos.
Aquellos que trabajan sobre el terreno a menudo arriesgan sus vidas al hacer las mediciones que logran expandir el conocimiento mundial de uno de nuestros mejores baluartes contra el cambio climático y el mayor depósito de biodiversidad mundial. Por su trabajo, reciben poca protección y escasa compensación.
Valorar a estos trabajadores es fundamental para aprovechar al máximo lo que la naturaleza puede ofrecer para hacer frente a la pérdida de biodiversidad y la crisis climática.
Por ejemplo, los bosques tropicales tienen una capacidad sin igual para absorber carbono de la atmósfera.
Pero sin el trabajo de la gente que los estudia, la gran contribución de los bosques tropicales para frenar el cambio climático se pasará por alto, se subestimará y se pagará de manera inadecuada.
Hoy en día, 25 investigadores destacados en la ciencia de los bosques tropicales de África, Asia, Europa, América del Norte y del Sur exigen el fin de la explotación que socava la sostenibilidad de los bosques.
Precario, peligroso y sin fondos suficientes
Medir la biodiversidad y el carbono de una sola hectárea de bosque amazónico –lo que mide un campo de fútbol– requiere medir e identificar hasta diez veces el número de especies de árboles presentes en los 24 millones de hectáreas del Reino Unido. La habilidad, los riesgos y los costos involucrados en la recopilación de esta información son ignorados por aquellos que la esperan de forma gratuita.
Aquellos que trabajan sobre el terreno arriesgan sus vidas para medir e identificar árboles tropicales lejanos.
Muchos se enfrentan a la amenaza de secuestro y asesinato, sin mencionar los peligros naturales, como las mordeduras de serpientes, ataques de elefantes, inundaciones e incendios. Sin olvidar la posibilidad de sufrir enfermedades infecciosas como la malaria y la fiebre tifoidea, así como el transporte en condiciones precarias y el riesgo de violencia de género.
Además, estos profesionales pueden quedarse sin trabajo tan pronto como se recopilen los datos. ¿Cuántos de los que utilizan sus resultados para calibrar instrumentos satelitales o escribir informes de alto nivel, como el reciente informe del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático, se enfrentan a condiciones similares?
Medir cuánto carbono secuestran los bosques tropicales vírgenes cuesta alrededor de 7 millones de dólares al año.
Esta cifra supera las pequeñas donaciones proporcionadas por un puñado de organizaciones benéficas y consejos de investigación.
Puesto que la inversión en investigación de campo es tan limitada, las naciones tropicales no saben cómo está afectando el cambio climático a sus propios bosques.
No les es posible decir qué bosques están frenando el cambio climático y carecen del poder de negociación para recaudar la financiación necesaria para protegerlos.
Mientras tanto, los Estados Unidos gastan más de 90 millones de dólares al año en su inventario forestal nacional. Los países ricos tienen una buena comprensión de los balances de carbono de sus bosques y no tienen problema en demostrar al mundo la contribución que hacen sus bosques para frenar el cambio climático.
Un trato justo para los que trabajan sobre el terreno
Un nuevo enfoque debería poner las necesidades de aquellos que recolectan los datos in situ en primer lugar y exigir que aquellos que se benefician de sus esfuerzos aporten fondos y otro tipo de apoyo. La colaboración equitativa debería ser el objetivo de los financiadores, productores y usuarios de la ciencia forestal tropical.
Para que esto suceda, la financiación de la investigación debe cubrir no solo los costos de adquisición de datos, sino también los de formación continua de los trabajadores forestales en el campo, y a la vez ofrecer un trabajo estable y seguro para estos.
Después del trabajo de campo, debe haber financiación para las labores de seleccionar, gestionar y compartir la información. Y no hay que olvidar la importancia de la participación de las comunidades locales: a menudo son propietarias de los bosques y necesitan oportunidades económicas.
Los autores y las revistas que publican estudios científicos sobre los bosques tropicales podrían ayudar incluyendo siempre a las personas que recopilan los datos como coautores en los estudios científicos, así como publicar en sus correspondientes idiomas, en lugar de asumir que el inglés es suficiente.
Eventualmente todos podríamos beneficiarnos del intercambio abierto de datos. Al fin y al cabo, el árbol del conocimiento da muchos frutos. Pero a menos que cuidemos de sus raíces, tendremos pocos frutos que recoger.
Este artículo se publicó originalmente en The Conversation.
RV: EG