LONDRES – Dirigentes políticos y gigantes del mundo empresarial se confabularon para acaparar poder y beneficios en 2021, traicionando sus promesas de una recuperación justa de la pandemia covid-19, expuso la organización humanitaria Amnistía Internacional (AI) al presentar este martes 29 su informe anual.
“Un dirigente tras otro prometieron ‘reconstruir mejor’ con miras a abordar las desigualdades arraigadas que exacerbaron el impacto de la pandemia. En cambio, lo que hicieron fue representar una trágica fábula de traición y codicia en connivencia con los gigantes empresariales”, dijo Agnès Callamard, secretaria general de AI.
El año 2021 “debería haber sido de cura y recuperación. En cambio, se ha convertido en el vivero de una desigualdad más profunda y una mayor inestabilidad, un legado corrosivo para los próximos años”, agregó Callamard.
AI critica que el rápido despliegue de la vacunación contra la covid se presentó como una panacea, pero “pese a que había producción suficiente para vacunar totalmente a la población mundial en 2021, menos de cuatro por ciento de quienes vivían en países de ingresos bajos habían recibido la pauta completa al finalizar el año”.
Callamrd dijo que en las cumbres globales del año pasado “a los líderes y lideresas políticos y económicos se les llenó la boca de políticas que podrían generar un enorme cambio en el acceso a la vacuna, así como revertir la falta de inversión en protección social y abordar el impacto del cambio climático”.
“Sin embargo, desaprovecharon la oportunidad y recuperaron políticas y prácticas que profundizaban aún más la desigualdad. Los miembros del club más exclusivo del mundo hicieron promesas en público de las que luego renegaban en privado”, criticó.
“Un dirigente tras otro prometieron ‘reconstruir mejor’ con miras a abordar las desigualdades arraigadas que exacerbaron el impacto de la pandemia. En cambio, lo que hicieron fue representar una trágica fábula de traición y codicia en connivencia con los gigantes empresariales”: Agnès Callamard.
Países ricos como los de la Unión Europea, Reino Unido y Estados Unidos acumularon más dosis de las que necesitaban, mientras miraban para otro lado cuando las grandes empresas farmacéuticas anteponían los beneficios a las personas negándose a compartir su tecnología, expuso el informe.
En 2021, las corporaciones estadounidenses Pfizer y Moderna, y la alemana BioNTech “previeron unos exorbitantes beneficios de hasta 54 000 millones de dólares y, sin embargo, suministraron menos de dos por ciento de sus vacunas a países de bajos ingresos”.
También las empresas de redes sociales, como Facebook, Instagram y Twitter “permitieron que sus lucrativos algoritmos difundieran desinformación perjudicial sobre la pandemia, dando prioridad al sensacionalismo y la discriminación frente a la verdad”, expuso el informe.
“La magnitud de las ganancias que obtuvieron gracias a la desinformación y el impacto que eso tuvo en la vida de millones de personas obliga a esas empresas a rendir cuentas”, dijo Callamard.
La devastación se vio agravada por el desmoronamiento de los sistemas de salud y del apoyo económico y social bajo el peso de decenios de abandono, y en ningún lugar se notó con más claridad y crueldad que en África, según el reporte.
Con menos de 8 % de la población del continente vacunado con la pauta completa al finalizar 2021, África tiene la tasa de vacunación más baja del mundo.
Callamard deploró que, en muchos países, “poblaciones ya marginadas pagaron el precio más alto por las decisiones políticas deliberadas de una minoría privilegiada”.
En Sudáfrica, alrededor de 750 000 niños y niñas habían abandonado las escuelas en mayo, más de tres veces la cifra anterior a la pandemia.
En Vietnam, las trabajadoras migrantes sufrieron un impacto particular que provocó inseguridad alimentaria y les impidió satisfacer otras necesidades básicas.
En Venezuela, la pandemia empeoró una emergencia humanitaria preexistente, pues 94,5 % de la población vivía en la pobreza de ingresos y 76,6 %, en pobreza extrema.
Lo que AI consideró “fracaso mundial” para ofrecer una respuesta global a la pandemia, también creó un caldo de cultivo para mayores conflictos e injusticias.
“La pobreza creciente, la inseguridad alimentaria y la instrumentalización de la pandemia por los gobiernos a fin de reprimir la disidencia y las protestas quedaron firmemente arraigadas en 2021, favorecidas por el nacionalismo de las vacunas y la codicia de los países más ricos”, según AI.
El informe recordó que el año pasado estallaron conflictos nuevos y persistieron otros no resueltos en Afganistán, Burkina Faso, Etiopía, Israel y los Territorios Palestinos Ocupados, Libia, Myanmar y Yemen.
“A su paso, la población civil se convirtió en un daño colateral; millones de personas se vieron desplazadas; miles murieron; cientos sufrieron violencia sexual, y unos sistemas económicos y de salud ya frágiles llegaron al límite”, se resaltó.
Finalmente, AI deploró que “cuando más necesitábamos voces independientes, floreció la tendencia involutiva a amordazar la disidencia”.
“Defensores y defensoras de los derechos humanos, organizaciones no gubernamentales, medios de comunicación y dirigentes de la oposición fueron objeto de detención ilegítima, tortura y desaparición forzada, muchos bajo la cortina de humo de la pandemia”, indicó el informe.
Al menos 67 países introdujeron en 2021 nuevas leyes que limitaban la libertad de expresión, de asociación o de reunión. Solo en Estados Unidos al menos 36 estados presentaron más de 80 proyectos de ley que limitaban la libertad de reunión.
Callamard concluyó afirmando que “la resistencia palpable y persistente que ofrecen los movimientos populares del mundo entero es un rayo de esperanza. Sin desmayo y sin dejarse atemorizar, es un toque de rebato en favor de un mundo más equitativo”.
A-E/HM