NAIROBI, Kenia – La funesta advertencia le llegó en 2019 a través de un mensaje anónimo en su teléfono móvil que le sugería alejarse de un hombre que había conocido en las redes sociales.
Con 18 años y recién salida de la escuela secundaria, *Nicole Kisi mantenía una relación con un empresario de 45 años.
«El mensaje era claro. Decía que tuviera cuidado porque corría el rumor de que la mujer del hombre había muerto de VIH/sida. Me sorprendió. Le reenvié el mensaje a mi novio y me dijo que esa persona estaba celosa porque él tenía éxito», contó a IPS.
El VIH es el virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida).
«Me pareció que estaba sano y creí que el mensaje procedía de una de esas personas celosas», reconoció.
Al cabo de un año de relación, Kisi entraba y salía de los hospitales. Al principio, la trataron por una malaria (paludismo) grave, pero su estado no hizo más que empeorar. Finalmente, se descubrió que era seropositiva.
Al igual que en otros países de África subsahariana, los datos oficiales muestran que el sida es la principal causa de muerte y morbilidad entre adolescentes y jóvenes de Kenia.
En la última década, la lucha contra el VIH en África permitió reducir 43% las nuevas infecciones por el VIH y reducir casi a la mitad el número de muertes relacionadas con el sida.
Sin embargo, el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida (Onusida) muestra que este continente no está en vías de acabar con esta enfermedad para 2030 porque no se han alcanzado los mojones clave para lograrlo.
«En Kenia se producen anualmente 18.004 nuevas infecciones y 2.797 muertes entre adolescentes de 10 a 19 años. En general, 40% de las nuevas infecciones por VIH en el país se producen entre adolescentes y jóvenes de 15 a 24 años», observó Damaris Owuor, activista contra el VIH en Nairobi.
«La prevención de la transmisión materno-infantil del VIH tiene un gran éxito, por lo que ahora nos preocupa enormemente el riesgo al que se enfrentan nuestros jóvenes por las relaciones sexuales intergeneracionales», apuntó.
Más de 90% de las infecciones por VIH detectadas en niñas y niños se debían a la transmisión de madre a hijo, asegura Elisha Arunga Odoyo, quien trabaja en una clínica del programa de prevención de la transmisión de madre a hijo en el Hospital de Referencia del Condado de Homabay.
Los datos de Onusida muestran que África oriental y meridional redujeron de forma significativa ese riesgo. Entre 2010 y 2018, las nuevas infecciones por VIH entre niños de 0 a 14 años se redujeron de 1,1 millones a 84.000 en toda la región.
Odoyo se detuvo en la situación del condado keniano de Homabay. A pesar de tener la mayor prevalencia del VIH en Kenia, con 20,7%, más de cuatro veces la prevalencia nacional de 4,8%, la transmisión del VIH de madre a hijo se redujo de 16,8% en 2015 a 9,1% en 2019.
Owuor afirmó que la principal causa es la escasa educación sexual y reproductiva, así como la falta de acceso a servicios de salud reproductiva adaptados a los adolescentes.
Además, las investigaciones del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) muestran que las relaciones sexuales transaccionales y la diferencia de edad, la presión de los pares, el estigma y la discriminación, las perjudiciales normas sociales y de género y la dinámica de poder desigual contribuyen de manera significativa al creciente número de adolescentes con el VIH.
La última Encuesta Demográfica y Sanitaria de Kenia muestra que tres de cada 10 niñas tienen relaciones sexuales antes de los 15 años y que una de cada cinco adolescentes de 15 a 19 años está embarazada o ya es madre.
Aun así, Owuor dijo a IPS que es necesario lograr avances significativos para atender el riesgo de que los adolescentes adquieran el virus causante del sida. Las niñas representan seis de cada siete nuevas infecciones de VIH entre los adolescentes de África subsahariana, subrayó.
«A mis amigas y a mí nos preocupaba más quedar embarazadas que el VIH. Cuando eres joven, piensas en el VIH como algo que le ocurre a la gente mayor. Ninguna de mis amigas ha comprado un preservativo, pero sí muchas veces la P2 (píldora del día después) por miedo a quedarnos embarazadas», relató en diálogo con IPS.
Las investigaciones de Onusida muestran que adolescentes y madres sufren de forma desproporcionada los efectos del VIH y han quedado rezagadas en la respuesta mundial contra el sida.
En este contexto, Owuor advierte que el aumento de casos de VIH entre jóvenes podría incrementar de forma significativa las nuevas infecciones si no se adopta un enfoque específico para mejorar el acceso a la prevención, los análisis de detección, la atención y el tratamiento entre adolescentes y jóvenes.
Para alcanzar el objetivo mundial de acabar con el sida para 2030, un análisis de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que, para 2025, 95% de las personas con el VIH deben conocer su estado serológico, 95% de los que lo conocen deben recibir tratamiento y 95% de los que están en tratamiento deben tener una carga viral suprimida.
En África, 87% de las personas que viven con el VIH conocían su estado. Entre ellas, 77% estaban en tratamiento y 68% tenía una carga viral baja, según estadísticas publicadas en diciembre de 2021.
Sólo nueve países, entre los que se encuentran Kenia, Botsuana, Cabo Verde, Lesoto, Malaui, Nigeria, Ruanda, Uganda y Zimbabue, están por alcanzar el objetivo de la vía rápida 95-95-95 para acabar con el sida.
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No obstante, Owuor afirma que, aunque los progresos han sido encomiables, el ambicioso objetivo no se alcanzará si no se logran mojones cruciales en la eliminación del VIH/sida entre los adolescentes.
Según el Ministerio de Salud de Kenia, el acceso y la aceptación de los análisis de testeo y el asesoramiento en materia de VIH por parte de los adolescentes son significativamente bajos, al igual que la cobertura de la terapia antirretroviral, en comparación con otros grupos de edad de personas que viven con el VIH.
La investigación de Unicef concluye que, aunque hay una mayor conciencia sobre el VIH en general, los adolescentes siguen sin tener un conocimiento exhaustivo del virus, y el uso de preservativos sigue siendo bajo en ese grupo etário.
«Los jóvenes se encuentran entre los que menos se realizan análisis de testeo, y sin una intervención dirigida, tampoco reciben tratamiento y, a menudo, no tienen carga viral suprimida», puntualizó Owuor. “Una carga viral alta, o la cantidad de VIH en la sangre, aumenta el riesgo de que un adolescente transmita el virus, por lo que tenemos que romper ese ciclo», remarcó.
Kisi está de acuerdo, y añade que el camino de un adolescente hasta aceptar un resultado positivo de VIH es un largo recorrido marcado por la negación, la ira y la amargura.
«Ver a tus amigos viviendo una vida despreocupada mientras tú te mueres por dentro es muy doloroso. El mayor problema es que pierdes la esperanza y empiezas a creer que no hay futuro», reconoció.
«Incluso hoy, me cuesta aceptar mi estado. Hace poco me uní a un grupo de apoyo entre pares y he vuelto a sonreír. Me siento con más esperanzas que nunca», se alegró.