NACIONES UNIDAS – Tres de cada cinco víctimas que ha dejado desde 2015 el conflicto en Yemen no han muerto pos las balas o las bombas, sino por efectos sociales de la crisis como el hambre y las enfermedades, indicó este martes 23 un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Achim Steiner, administrador del PNUD, observó que “a menudo medimos el costo de las guerras en términos de víctimas de los combates, pero en el caso de Yemen el número de personas que ha muerto por las consecuencias del conflicto excede a las que han muerto en el campo de batalla”.
Las fuerzas que combaten en la guerra civil yemení son las dirigidas por las milicias hutíes, nutridas principalmente por chiítas zaidíes, que controlan el norte y la capital, Saná, y las del gobierno del presidente Abdrabbuh Mansur al Hadi (sunita, exiliado), que controlan las regiones del sur y su principal ciudad y puerto, Adén.
Una coalición de países con mayoría sunita encabezados por Arabia Saudita, y algunos gobiernos occidentales, ha apoyado a las fuerzas de Al Hadi, mientras que Irán, gobernado por chiítas, ha respaldado a las milicias hutíes.
El conflicto, en este país de 30 millones de habitantes, ha dejado 377 000 víctimas, según el informe del PNUD, y 60 % de ellas no han perecido bajo la metralla en los combates, sino por efectos como el hambre y las enfermedades prevenibles.
Si el conflicto se extendiese hasta 2030, ese tipo de víctimas puede sumar 75 %, es decir, pueden fallecer por el impacto social 1,3 millones de personas, según las proyecciones del PNUD.
“A menudo medimos el costo de las guerras en términos de víctimas de los combates, pero en el caso de Yemen el número de personas que ha muerto por las consecuencias del conflicto excede a las que han muerto en el campo de batalla”: Achim Steiner.
Las muertes de no combatientes han sido en su gran mayoría de niños, que son especialmente vulnerables a la desnutrición. En 2021, un yemení menor de cinco años muere cada nueve minutos. En 2030 puede morir uno cada cinco.
En cambio, si el conflicto se detiene, hay probabilidades de erradicar la pobreza extrema en este país, uno de los más pobres del mundo y cuyos 527 968 kilómetros cuadrados ocupan el recodo suroeste de la península arábiga.
El informe, “Evaluación del impacto de la guerra en Yemen: Caminos para la recuperación”, señala que el conflicto ya ha empujado a 4,9 millones de personas a la malnutrición, y este número aumentará a 9,2 millones en 2030 si la guerra persiste.
El estudio prevé que, a finales de 2021, 15,6 millones de yemeníes vivirán en la pobreza extrema, y la cifra aumentará a 22,2 millones en 2030 o 65 % de la población. Centenares de miles de personas han huido de sus hogares, com desplazados internos o refugiados en el extranjero.
Se calcula que, en los últimos seis años, la crisis ha hecho que Yemen pierda 126 000 millones de dólares de crecimiento económico potencial. Si la guerra continúa, en 2030 el producto bruto perdido podría ser de 422 000 millones de dólares.
El documento envía un mensaje esperanzador de que no todo está perdido en Yemen, de economía tradicionalmente pastoril y con recursos de hidrocarburos, además de ser plaza para la industria liviana y el comercio, pero deja claro que no hay tiempo que desperdiciar, ya que el país sigue cayendo por una espiral descendente.
“Terminar el conflicto es el único camino viable para terminar con estos costos tan altos para la población más vulnerable”, sostuvo Jonathan Moyer, investigador de la estadounidense Universidad de Denver y autor principal del análisis.
Para identificar los posibles dividendos de la paz, el reporte analiza escenarios futuros a través de modelos estadísticos, con Yemen erradicando la pobreza extrema –que afecta a más de la mitad de su población- y trocándose en un país de renta media para el año 2050.
La malnutrición podría reducirse a la mitad para 2025, y el país puede lograr un crecimiento económico de 450 000 millones de dólares para 2050 en un escenario integrado de paz y recuperación.
La primera recomendación del informe es dar prioridad a una paz sostenible y duradera. Para ello, un nuevo acuerdo debe ser inclusivo en su negociación y sus condiciones y, una vez finalizado el conflicto, las políticas de recuperación deben dar lugar a mejoras significativas en la vida de los yemeníes.
El reporte sostiene que “las mujeres son indispensables para una recuperación efectiva”, y pide que sean incluidas “en las negociaciones de paz, en la planificación económica y en los esfuerzos de reconstrucción”.
Abordar las desigualdades de género y aumentar la tasa de participación femenina en la fuerza laboral -que actualmente es de seis por ciento, una de las más bajas del mundo-, tiene el potencial de desbloquear importantes ganancias económicas.
Steiner insistió en que “Yemen necesita más atención y compromiso internacionales. La ONU, por sí sola, no puede negociar la paz. La comunidad internacional tiene que involucrarse y empujar a las partes hacia la resolución del conflicto”.
A-E/HM