La covid-19 ha creado la peor crisis para la educación y el aprendizaje en un siglo y se requieren medidas urgentes para mitigar esos impactos en todo el mundo, sostuvo un informe del Banco Mundial a un año de haberse desatado la pandemia.
Las alteraciones causadas por la covid en las sociedades y las economías agravan la crisis de la educación preexistente en el mundo y la afectan de maneras sin precedentes, según la institución multilateral que tiene como socios a 189 países.
Antes de la pandemia “ya había una crisis del aprendizaje”, pues unos 258 millones de niños en edad escolar no asistían a la escuela primaria ni secundaria, y la tasa de pobreza de aprendizajes en los países de ingreso bajo y mediano era de 53 por ciento.
Eso significa que más de la mitad de los niños de 10 años no podía leer ni entender un texto simple. En África al sur del Sahara la cifra era cercana a 90 por ciento.
La covid “ha agravado la crisis del aprendizaje, y es probable que el impacto en el capital humano de la actual generación de estudiantes se prolongue”, según el banco.
En abril de 2020, cuando se cerró el mayor número de escuelas, 94 por ciento de los estudiantes -1600 millones de niños y jóvenes- dejaron de asistir a la escuela en todo el mundo, y todavía unos 700 millones de alumnos estudian hoy desde su casa, en un contexto de gran incertidumbre.
Familias y escuelas debieron elegir entre opciones de aprendizaje híbrido y remoto, o ningún tipo de escolarización, y en la gran mayoría de los países no se vislumbra el término de esta incertidumbre, según el banco.
Los niños pequeños están especialmente expuestos a riesgos, ya que la pandemia agrava las disparidades existentes en materia de nutrición, salud y estimulación, y los servicios para apoyarlos a menudo se omiten en la respuesta a la pandemia.
Audrey Azoulay, directora de la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) ha dicho que “los cierres prolongados de los centros educativos tienen un creciente coste psicosocial para los estudiantes, aumentando las pérdidas de aprendizaje y el riesgo de abandono escolar”.
A este impacto en los sistemas educativos se suman las repercusiones negativas de la contracción económica global sin precedentes en los ingresos familiares, que aumenta el riesgo de deserción escolar y reduce los presupuestos de los gobiernos.
El banco calculó que, debido a las pérdidas de aprendizaje y los aumentos en las tasas de deserción, la actual generación de estudiantes podría perder 10 billones (millones de millones) de dólares en ingresos, casi 10 por ciento del PIB mundial.
Los países se desviarían aún más del objetivo de reducir la pobreza de aprendizajes, que podría trepar 10 puntos, hasta 63 por ciento de la población escolar.
Por ello, el banco considera que “se está gestando una catástrofe de desigualdad. Se observan inmensas diferencias en las situaciones de los estudiantes pobres y ricos en todos los países del mundo”.
La covid “representa un riesgo aún mayor para la educación y el bienestar de las niñas, ya que es mayor la probabilidad de que ellas abandonen la escuela, son más vulnerables a la violencia y enfrentan el matrimonio infantil y la fertilidad adolescente”, señaló el reporte.
Asimismo, los niños con discapacidad, las minorías étnicas, los refugiados y las poblaciones desplazadas tienen menos probabilidades de acceder a materiales de aprendizaje remoto y de regresar a la escuela después de la crisis
El sistema de educación terciaria también atraviesa una crisis profunda. En el momento más crítico, 220 millones de estudiantes de educación superior se vieron afectados por los cierres de los centros educativos en todo el mundo, y se prevén importantes reducciones del número de estudiantes actuales y futuros.
Además se registró una interrupción sin precedentes en la enseñanza y formación técnica y profesional. Un resultado de todos esos cierres es que posiblemente
la actual generación de estudiantes, y especialmente los más desfavorecidos, nunca reciba una educación completa ni el máximo de ingresos potenciales.
Como las pérdidas de aprendizaje van en aumento y es fundamental que los niños y los jóvenes vuelvan a participar en el proceso de aprender, ya sea con clases a distancia eficaces, opciones híbridas o mediante alternativas seguras de educación presencial, el banco propone una especie de decálogo a sus socios.
En primer lugar, evaluar las pérdidas de aprendizaje y monitorear los avances, cuando los niños regresen a la escuela y durante la instrucción a distancia.
Luego, proporcionar clases de nivelación y apoyo socioemocional a los estudiantes, reestructurar el calendario académico para hacer ajustes por los días escolares perdidos debido a la pandemia, y adaptar el plan de estudios para priorizar el aprendizaje fundamental, teniendo en cuenta el tiempo perdido.
Se debe preparar y apoyar a los maestros para manejar el agotamiento profesional, mejorar las habilidades digitales, identificar a los estudiantes que necesitan apoyo e implementar planes que garanticen la continuidad del aprendizaje y las condiciones de salud y seguridad cuando los niños regresen a las escuelas.
También se debe fomentar la reinscripción, minimizar la transmisión de enfermedades en las escuelas, y apoyar el aprendizaje en el hogar a través de la distribución de libros, dispositivos digitales cuando sea posible y paquetes de recursos para el aprendizaje a distancia.
El Banco Mundial se declaró dispuesto a agregar 6200 millones de dólares a los 5300 millones que ha desembolsado para proyectos que alcanzan a la educación y reportan beneficios a 400 millones de alumnos y 16 millones de profesores en 65 países.
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