Alemania, Brasil India, Japón y Sudáfrica se mantienen desde hace años como firmes aspirantes a ocupar un puesto permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU). ¿Ayudaría esa ampliación a romper el monopolio que ostentan los cinco miembros con derecho a veto: China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia?
Hace más de dos décadas que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) arrastra los pies con la ampliación de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad y los candidatos deben aguantar que se les anticipe que, de cristalizar la iniciativa, formarán una “ciudanía de segunda clase”.
Eso porque el grupo del P5, como se conoce en la jerga de la ONU a los cinco miembros permanente y con poder de veto, han dejado claro que ni ellos perderán ese privilegio ni permitirán que se extienda a otros Estados.
El CSNU lo componen el P5 y otros 10 miembros rotatorios con mandatos bianuales, que se votan entre los Estados miembros de la ONU, con base a principios de equilibrio entre las regiones.
Los líderes de África, por su parte, reiteran cada vez que salta el tema que no aceptarán ninguna membresía permanente en el CSNU si no se incluye el poder de veto en el órgano de la ONU con capacidad de declarar la guerra y la paz.
Y son mayoría en el universo de la ONU que piensan que tienen razón porque el hecho de que eventualmente haya dos categorías de miembros permanentes afianzaría la discriminación dentro del CSNU y reforzaría que el organismo mundial predica las virtudes de la igualdad a nivel planetario, pero se niega a practicarla en su interior.
Al hablar en nombre de la Unión Africana, con 54 países miembros, en un debate sobre el tema en la Asamblea General de la ONU, en noviembre de 2018, el representante de Sierra Leona fue contundente al respecto.
Dejó claro entonces que África exige no menos de dos puestos permanentes y con poder de veto, si este se mantiene para otros miembros, además de cinco puestos no permanentes.
Esa posición no ha cambiado al igual que el estancamiento de la ampliación y la renovación del Consejo de Seguridad, y algunos representantes de países y especialistas aventuran que la situación no cambiará durante lo que reste de vida a la ONU, que este año cumplió 75 años.
Tras más de 20 años de frustraciones, el actual presidente de la Asamblea General de la ONU, el turco Volkan Bozkir, decidió realizar un nuevo intento para reformar el CSNU, incluida la ampliación de miembros permanentes y la vigencia o no del poder de veto.
Dos embajadoras, la polaca Joanna Wronecka y la catarí Alya Ahmed Saif Al-Thani, quedaron encargadas como copresidentas de promover fórmulas para reactivar las estancadas Negociaciones Intergubernamentales sobre la reforma del CSNU.
En una entrevista con IPS, el embajador Anwarul K. Chowdhury, expresidente del Consejo de Seguridad (2000-2001) como representante permanente de Bangladesh, ofreció una perspectiva sombría.
«Como observador y pragmático practicante y realista de la ONU durante casi 50 años, creo que los arduos esfuerzos para la reforma del CSNU no tienen perspectivas de alcanzar un logro significativo y el actual statu quo está condenado a mantenerse”, afirmó.
Aun así consideró que revivir una vez más los esfuerzos de la reforma del Consejo crea por sí mismo un ambiente positivo, de expectativas, rompe el punto muerto actual, aunque el final sea predecible.
Estos son algunos extractos de la entrevista con el embajador bangladesí ante la ONU (1996-2001) y subdirector general del organismo entre 2002 y 2007.
IPS: ¿Por qué cree que el ejercicio para reabrir la negociación sobre la reforma del Consejo de Seguridad está condenado al fracaso?
ANWARUL K. CHOWDHURY: ¿Cuál es la base lógica para explorar la posibilidad de que las Negociaciones Intergubernamentales comiencen a principios de 2021? ¿Es solo un ejercicio cosmético u obedece a que la reforma está en la agenda de la Asamblea General? Debe entenderse que la en general la membresía de la ONU y las personas bienintencionadas, amantes de la paz y conscientes de las realidades mundiales, no están interesadas en la llamada reforma del Consejo de Seguridad.
Actualmente, hay mayores desafíos que enfrenta la humanidad y que requieren un compromiso más intenso de la ONU.
IPS: ¿Qué opina de la ampliación del número de miembros del Consejo de Seguridad?
AC: Si las tendencias de los procesos anteriores para reformar el CSNU sirven de guía, la reforma contempla cuatro niveles del Consejo de Seguridad: 1) cinco miembros permanentes con veto (el P5); 2) nuevos miembros permanentes sin veto; 3) miembros no permanentes de dos años, los 10 actuales más los nuevos; y 4) el resto de los miembros de la ONU que no son miembros del Consejo.
Tal expansión no ayudaría de ninguna manera, excepto para aumentar la desigualdad del trabajo del CSNU y satisfacer las aspiraciones nacionalistas de los nuevos miembros permanentes. El objetivo del ejercicio de reforma de reflejar las realidades de la actual composición de 193 miembros de la ONU perdería toda credibilidad si este es el resultado.
Además, es absolutamente justo asignar dos puestos permanentes a África, ya que es el grupo regional más grande, junto con el hecho de que no tuvo ningún puesto permanente desde la creación del Consejo.
IPS: ¿Cree que la toma de decisiones cerrada y sin transparencia del Consejo de Seguridad preocupa dentro de este ejercicio de reforma?
AC: Por sí sola, la actual forma de toma de decisiones del CSNU no es lo que la Carta había previsto: los P5, a los que se alían ocasionalmente miembros no permanentes ‘amigos’, se burlan de su responsabilidad por el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales.
La historia de la toma de decisiones del Consejo deja en claro que su membresía se ha utilizado básicamente para reflejar las perspectivas nacionales y promover los objetivos geoestratégicos del P5. Como muchos, creo que cualquier reforma significativa del Consejo debe comenzar con la abolición del veto.
Es bien sabido por todos los observadores que el veto, o en la mayoría de los casos la amenaza de veto, se ha utilizado en forma abusiva durante los 75 años de existencia de la ONU para subvertir los mejores intereses de la paz y la seguridad globales.
IPS: Además del tema de la ampliación, también se está abordando la reforma de los métodos de trabajo. ¿Cómo se puede afrontar apropiadamente esta parte?
AC: La reforma de los métodos de trabajo no funcionaría simplemente reajustando las funciones de procedimiento, sin cambiar las consideraciones políticas, sin salir de las fallidas estrategias de seguridad, reemplazando las con estrategias orientadas a la seguridad humana más orientadas a las personas.
Reformar los métodos de trabajo sin un cambio de orientación de las políticas solo sería de naturaleza robótica, sin ningún enfoque en las dimensiones humanas de las acciones del Consejo.
IPS: La sociedad civil ha pedido, una y otra vez, una oportunidad para presentar sus pensamientos sobre la reforma del Consejo. ¿Lo considera útil y necesario?
AC: Aunque el proceso es intergubernamental y, por lo tanto, impulsado por los Estados Miembros’, como ha reiterado el presidente de la Asamblea General, la ausencia de participación de la sociedad civil socavaría gravemente el papel y la contribución de lo que engloba ‘Nosotros los Pueblos’.
Cuando la sociedad civil, en general, siente que no tiene ningún papel, no tiene la oportunidad de compartir sus puntos de vista, creo que un ejercicio tan estrecho, no inclusivo y no participativo está destinado al fracaso. El propio presidente de la Asamblea también ha afirmado que ‘la sociedad civil es el pilar de la democracia, y debemos, después de algún tiempo, encontrar una forma de (re) presentar la sociedad civil aquí’.
T: MF