Cada día 4000 personas o más cruzan la frontera occidental de Etiopía y entran a Sudán, huyendo de los combates en el estado etíope de Tigray entre fuerzas regionales y del gobierno central, según dijeron, este martes 17, varias agencias de las Naciones Unidas en esta ciudad suiza.
“Mujeres, hombres y niños han cruzado la frontera a un ritmo de 4000 personas al día desde el 10 de noviembre, abrumando rápidamente la capacidad de respuesta humanitaria sobre el terreno”, deploró Babar Baloch, portavoz de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
Michelle Bachelet, alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, expresó su alarma porque “existe el riesgo de que esta situación se salga totalmente de control, provocando un gran número de víctimas y destrucción, así como el desplazamiento masivo dentro de Etiopía y a través de las fronteras”.
Las agencias estimaron que más de 27 000 personas han huido a Sudán en menos de dos semanas, para ponerse a salvo de la confrontación, y ese desplazamiento ya constituye el peor éxodo en la región en los últimos 20 años.
El corte de comunicaciones impide conocer desde el terreno precisiones y el alcance de los combates, pero el terror avanza y la organización humanitaria Amnistía Internacional (AI) denunció que en la segunda semana de noviembre se produjo una gran masacre de civiles.
AI informó que posee imágenes de decenas de civiles masacrados con hachas, cuchillos y machetes en en Mai Kadra, una ciudad del suroeste de Tigray. Las víctimas podrían ser centenares, quizá hasta 500, según la organización.
El director de AI para África oriental y meridional, Deprose Muchena, dijo que las víctimas “parecen ser jornaleros no implicados de ninguna forma en la ofensiva militar. Es una tragedia cuya verdadera dimensión se conocerá con el tiempo”.
“Si se confirma que una de las partes en los combates efectuó deliberadamente estos asesinatos de civiles, constituirían, por supuesto, crímenes de guerra, y debe haber una investigación independiente y una rendición de cuentas completa por lo sucedido”, dijo Bachelet.
Sin embargo, “la primera prioridad en este momento debe ser detener los combates y evitar que se produzcan más atrocidades”, afirmó la responsable de la ONU.
El primer ministro etíope, Abiy Ahmed, acusó a grupos rebeldes de la región de perpetrar la matanza en represalia por la acción contundente del ejército nacional, la cual, según dijo, continuará y está en su “fase final”.
Las agencias humanitarias de la ONU tratan de multiplicar la asistencia en la frontera etíope-sudanesa, entregando raciones de alimentos, agua potable y comida caliente, instalando letrinas y habilitando refugios temporales.
Baloch dijo que hay reportes de que también aumentan a diario los desplazados internos, que huyen de los combates sin cruzar la frontera y sin acceder a la ayuda exterior por la imposibilidad de transportar mercancías en la zona.
El conflicto también es una preocupación importante para la población de refugiados de la vecina Eritrea, que son casi 100 000 en Tigray y dependen en buena medida de la asistencia de las agencias de la ONU.
Bachelet pidió a las partes confrontadas “un diálogo serio para resolver sus diferencias sin demora”, pues “un conflicto interno prolongado causará daños devastadores tanto en Tigray como en Etiopía en su conjunto, deshaciendo años de progreso vital en el desarrollo”.
Además, “podría traspasar las fronteras con demasiada facilidad, desestabilizando potencialmente a toda la subregión”.
La región en conflicto, en el norte fronterizo con Eritrea, ha sido gobernada por el Frente Popular de Liberación de Tigray, que mantiene un choque político de años con el poder central en Addis Abeba.
El gobierno nacional acusó al Frente de atacar a principios de noviembre una base militar, “la gota que rebasó el vaso”, según Ahmed -Premio Nobel de la Paz 2019- y se desató la actual confrontación.
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