Más de 850 millones de niños, niñas y jóvenes, la mitad de la población estudiantil del mundo y en su mayoría de las regiones del Sur, permanecen alejados de escuelas y universidades a las que se prohibió el acceso en el marco de la lucha contra el coronavirus, informó este miércoles 18 la Unesco.
La pandemia “impone a los países inmensos desafíos para poder proporcionar un aprendizaje ininterrumpido a todos los niños y jóvenes de manera equitativa”, declaró la directora general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), la francesa Audrey Azoulay.
En el mundo, hasta el martes 17, un total de 102 Estados establecieron cierres nacionales de todos los centros de enseñanza, y otros 11 países cierres localizados en algunas de sus regiones.
Solo en los niveles de preescolar a secundaria, en los 65 países en desarrollo de Asia, África y América Latina que han dispuesto cierres totales de sus aulas, hay inscritos más de 600 millones de alumnos.
Ente los que dispusieron cierres parciales hay naciones de gran población, como India y Brasil.
Los países se apresuran a llenar el vacío con soluciones de educación no presencial, las que van desde alternativas de alta tecnología, como clases de vídeo en tiempo real realizadas a distancia, hasta otras opciones, como la programación educativa en canales de televisión o radio.
Aun así, “las dificultades aumentan exponencialmente si se prolongan los cierres de escuelas”, dijo Stefania Giannini, subdirectora general de Educación de la Unesco, en la sede del organismo en esta capital.
“Las escuelas, por muy imperfectas que sean, desempeñan una función igualadora en la sociedad y cuando se cierran, las desigualdades se agravan”, sentenció.
La organización produjo un listado de repercusiones negativas por el cierre de las escuelas, varias de las cuales se extienden más allá del sector propiamente educativo.
Además de la interrupción del aprendizaje, está la de la nutrición, pues muchos niños y jóvenes dependen de las comidas gratuitas o con descuento que les proporcionan las escuelas para alimentarse de forma saludable.
Se puede perder la protección que las escuelas brindan en sus espacios a niños y jóvenes, y se producen lagunas en el cuidado de los niños, muchos de los cuales quedan solos cuando sus padres marchan al trabajo.
Muchos padres no están preparados para la educación a distancia y en el hogar, y los accesos a los portales de aprendizaje digital son muy desiguales. La falta de acceso a buena tecnología, o a una buena conexión a internet, obstaculizan el aprendizaje continuo, especialmente en las familias más desfavorecidas.
Si los padres faltan al trabajo para cuidar a los niños se pierden remuneraciones y productividad, al tiempo que aumentan las tasas de abandono escolar, sobre todo cuando son prolongados los cierres de las escuelas.
Finalmente, se registra aislamiento social, pues las escuelas son centros de actividad social e interacción humana. Cuando las escuelas cierran, muchos niños y jóvenes pierden el contacto social, que es esencial para el aprendizaje y el desarrollo.
Ante el “desafío sin precedentes” que representa la escala y la velocidad de los cierres de escuelas por la covid-19, “estamos intensificando la creación de una coalición para garantizar una respuesta rápida y coordinada” de manera global, dijo Azoulay.
La coalición busca juntar a entidades multilaterales con firmas como Microsoft y la asociación empresarial de operadores de telefonía móvil, para ayudar a los países a desplegar sistemas de aprendizaje a distancia.
También la Unesco estableció un grupo de trabajo para ayudar a los gobiernos en esa dirección.
“Este esfuerzo es una oportunidad para repensar la educación, ampliar el aprendizaje a distancia y hacer que los sistemas educativos sean más resistentes, abiertos e innovadores”, sostuvo la titular del organismo.
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