Cuando el presidente senegalés Macky Sall inauguró la planta solar Santhiou Mékhé de 30 megavatios en junio del año pasado, Senegal pasó a tener la granja solar más grande de África occidental. Pero la distinción le duró poco.
Menos de seis meses después, Burkina Faso le robó el título tras inaugurar en noviembre una planta solar de 33 megavatios a las afueras de Uagadugú. Pero al igual que Senegal, no conservará el título por mucho tiempo pues en esa misma región, Malí tiene previsto tener la suya para fines de este año.
“En Senegal, en 2017, hubo numerosas plantas solares con un volumen de producción considerable alimentando la red eléctrica”, indicó Mahamadou Tounkara, representante del Instituto Global para el Crecimiento Verde (GGGI) en Senegal y Burkina Faso.
“Y parece convertirse en una tendencia, creo, porque es una de las formas de llenar el vacío en lo que respecta a la electricidad, la disponibilidad y el acceso”, apuntó.
El instituto se dedica a apoyar a los países emergentes y en desarrollo a generar estrategias rigurosas de crecimiento verde, y trabaja tanto con el sector público como con el privado.
El crecimiento de las energías renovables se logra con una combinación de asociaciones públicas y privadas y de una fuerte voluntad política de los países de cumplir con el Acuerdo de París sobre cambio climático.
El acuerdo incluye las contribuciones previstas y determinadas a nivel nacional (INDC) de cada país, que detallan las acciones que se proponen implementar para limitar el aumento de la temperatura global a menos de dos grados centígrados.
Según un estudio de 2017 de la Agencia Internacional de Energía Renovable (Irena), 45 países africanos presentaron objetivos cuantificables en sus INDC.
Pero muchos de ellos todavía tienen una gran dependencia en los combustibles fósiles como principal fuente de energía.
Los países muestran buenos avances en materia de energías renovables, pero el principal especialista del GGGI, Dereje Senshaw, dijo que todavía no es suficiente. La dificultad que tienen es “en cómo atraer fondos internacionales para el clima”, apuntó.
El experto en finanzas y políticas de Irena, Henning Wuester, había explicado en 2017 a IPS que había menos de 10.000 millones de dólares invertidos en energías renovables en África, y que debía triplicarse para poder explotar el potencial del continente.
Representantes de Burkina Faso, Costa de Marfil, Gambia, Guinea y Senegal se reunirán en Uagadugú desde este martes 26 al jueves 28 en el primer taller regional sobre desarrollo de capacidades para financiar las INDC desde el sector energético.
Uno de los resultados esperados del taller, organizado por el GGGI, la Irena y el Fondo Verde para el Clima, es que esos países aumenten sus compromisos en materia de energías renovables y desarrollen planes de acción concretos para priorizar el sector enegético y acceder a fondos climáticos.
Senshaw señaló que esos países de África occidental, e incluso los de África subsahariana, donde la mayoría de las fuentes de energía proceden de centrales hidroeléctricas y de la biomasa, “ podrían fácilmente lograr 100 por ciento de energía renovable” en su matriz.
“Elevar sus objetivos en materia de energía quiere decir que se abren a los fondos para el clima. Los fondos internacionales se mostrarán más dispuestos cuánto mayores sean los objetivos”, indicó.
La Irena estima que África tiene el potencial de lograr alrededor de 310 gigavatios a partir de fuentes renovables para 2030, aunque solo llegará a 70 gigavatios de acuerdo con sus INDC.
Las oportunidades de inversión en el sector renovables “es bastante sustancial”, pero los países africanos no han podido beneficiarse de ellas, indicó Tounkara.
“Una razón es la calidad de su cartera de programas y proyectos. Es muy difícil atraer inversiones si no se demuestra que son financiables”, explicó.
Christophe Assicot, especialista de inversiones verdes del GGGI, señaló que las barreras existentes en el sector renovables en África incluyen riesgos políticos, normativos, tecnológicos, crediticios y del mercado de capitales.
“Otros factores clave son la falta de políticas o sus contradicciones, experiencia y capacidad institucional limitada, así como sistemas económicos inmaduros”, añadió Assicot.
“Los gobiernos deben crear ambientes propicios para las inversiones, es decir ceñirse a las estrategias y objetivos definidos en las INDC, diseñar incentivos políticos, fortalecer el conocimiento y la capacidad del país en materia de tecnologías limpias, involucrar a los actores, movilizar al sector privado y facilitar el acceso a fondos internacionales”, detalló Assicot.
La participación del sector privado hará que la implementación de las INDC sea sostenible, precisó Senshaw, pues “se diseña para llegar a las comunidades locales olvidadas”, indicó.
“La disponibilidad de electricidad se encuentra principalmente en las áreas urbanas, mientras que en las zonas rurales están lejos de la red de suministro. La forma de llegar a ella es mediante la colaboración con el sector privado”, explicó Senshaw.
Senegal, Malí y Burkina Faso construyeron sus propias plantas solares con fondos públicos y privados, con acuerdos de que la energía creada se reenviaría a las redes nacionales. Pero a pesar de tener la mayor planta solar de África occidental, solo alrededor de 20 por ciento de los 17 millones de burkineses tienen electricidad.[related_articles]
Toshiaki Nagata, oficial de programa para la implementación de las INDC de Irena, agrega que los fondos públicos deben utilizarse de forma tal que incentiven a los fondos privados.
“Con ese fin, los fondos públicos tendrán que usarse más allá de la financiación directa, es decir subsidios y préstamos, para concentrarse en instrumentos de mitigación y mecanismos estructurados de financiación, que pueden ayudar a hacer frente a algunos de los riesgos y de las barreras que afronta el inversor privado”, explicó.
Los instrumentos de mitigación comienzan a usarse en África. El GGGI diseñó hace poco unos para Ruanda y Etiopía. Además, el Ministerio de Finanzas de Senegal también le solicitó al instituto y al Banco de Desarrollo Africano que le desarrollara uno, llamado Fondo de Energía Renovable y Eficiencia Energética (REEF).
“El REEF es un mecanismo para eliminar el riesgo, y que tiene que tener en marcha Senegal para que los bancos locales se interesen en financiar proyectos de energía renovable y de eficiencia energética”, explicó Tounkara.
El REEF de Senegal comenzará a operar en octubre, con 50 millones de dólares y alcanzará un volumen óptimo de 200 millones de dólares en 24 meses. Ese país se convertirá en el primero de la región en contar con un mecanismo financiero innovador.
“Ese es el tipo de mecanismos que creemos que serán necesarios en los países para acelerar el acceso a los fondos climáticos”, indicó Tounkara, quien añadió que el GGGI aportará asistencia técnica para cubrir las necesidades en materia de construcción de capacidades de los bancos, así como los promotores.
Senshaw también señaló que el GGGI apoya a los países con modelos de financiación, movilización y presentación de propuestas para solicitud de fondos.
“Ofrecemos apoyo para análisis de modelo de negocios, desarrollo de modelo de negocios y para saber cómo movilizar fondos. Si se fija en la experiencia del GGGI, el año pasado movilizamos 500.000 millones de dólares para los países miembro”, precisó.
La construcción de capacidad se considera vital para los países africanos que tratan de conseguir inversiones para las energías renovables; uno de los mayores motivos de preocupación en términos financieros ha sido la calidad de los proyectos y la capacidad de los bancos para analizar su calidad.
“Al llenar ese vacío, lo que hacemos es aumentar el interés de los inversores, en particular de los bancos locales y de las instituciones financieras para que se interesen y luego inviertan en energías renovables, así como apoyar al sector privado para que tenga la capacidad necesaria”, destacó Tounkara.
Traducción: Verónica Firme