Solo el nombre Berbera ya sugiere algo exótico y evoca imágenes de muelles tropicales, comerciantes morenos y atardeceres encendidos con aroma a especias, inciensos y aceite de palma.
En el golfo de Adén, frente a Yemen, las calles asoleadas de este puerto comercial de Somalilandia están imbuidas en la historia. La ciudad vieja es una joya de la arquitectura del Imperio Otomano, así como los viejos barrios donde florecieron las comunidades árabes, indias y judías.[pullquote]3[/pullquote]
Hay quienes opinan que tiene grandes posibilidades de convertirse en un sitio Patrimonio Mundial de la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), si no fuera por el limbo político en el que se encuentra Somalilandia, que no ratificó la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural, de 1972, y por el hecho de que muchos de los edificios se vienen abajo con tal rapidez que pronto no quedará nada para registrar.
“La negligencia y la falta de conciencia entre los somalilandeses empeora la situación”, explicó Jama Musse, director del Centro de Cultura Mar Rojo en Hargeisa.
“No he sabido nada de ningún programa de restauración y, por desgracia, tenemos que actuar pronto si queremos evitar que desaparezca”, remarcó.
La ciudad vieja de Berbera no es el único sitio amenazado. Unos 100 kilómetros al oeste, adentrándose en el monte bajo de Somalilandia, están las cuevas de Laas Geel.
“Es uno de los sitios de arte rupestre más importante de África oriental por, al menos, dos razones”, explicó Xavier Gutherz, quien encabezó el equipo de arqueólogos franceses que descubrieron Laas Geel en 2002.
En particular por la “gran cantidad y la calidad de la ejecución de los paneles de arte rupestre, así como la originalidad de las representaciones de ganado y personajes”, precisó.
Pero las obras con 5.000 a 10.000 años de antigüedad son ahora casi manchas irreconocibles por la falta de protección.
“No hay dinero para cuidar mejor del sitio, nuestro departamento de turismo es muy pequeño”, explicó Abdisalam Mohamed, quien trabaja en las pocas oficinas destartaladas del Ministerio de Turismo de Somalilandia en el centro de la capital, Hargeisa.
Al no contar con el reconocimiento internacional desde que autoproclamó su independencia hace más de 25 años, tras una guerra civil cuando formaba parte de Somalia, el gobierno de Somalilandia cuenta con un presupuesto muy pequeño.
Tampoco puede acceder a préstamos ni a otros mecanismos financieros, y dependen de las remesas para ayudar a sostener la economía.
Apoyar la infraestructura turística sencillamente no es una prioridad en estas circunstancias.
Eso hace que muchas atracciones podrían perderse, y con ello la base misma de una posible industria turística que podría ayudar a reforzar una economía dependiente de la exportación de animales, además de cambiar las perspectivas del mundo sobre este incipiente país.
Además del cuidado de sitios históricos, faltan fondos para desarrollar otro atractivo de interés turístico apenas registrado, como son las playas, que se extienden por 850 kilómetros.
“Hay muy poca cosa en las playas en términos de infraestructura, tiene que haber más”, opinó Georgina Jamieson, de la consultora de turismo Dunira Strategy, que realizó un estudio de viabilidad del patrimonio turístico como impulsor del crecimiento económico sostenible en Somalilandia.
“Concluimos que a corto plazo, los sitios históricos de Somalilandia son su atractivo más fuerte”, añadió.
Este país puede mostrar las tradiciones nómades y pastoriles, la historia islámica, como las ruinas Masjid al-Qiblatayn, en el balneario de Zeila, una de las mezquitas más antiguas con dos mihrabs dirigidos a La Meca y mercados de camellos en Hargeisa.
Y tierra adentro, el acantilado en torno a la selva de Daallo, donde hay paisajes maravillosos y aves magníficas.
Pero más allá de la oferta, es difícil atraer turistas occidentales cuando sus gobiernos lanzan alertas de viaje a Somalilandia.
“La pobre vieja Somalilandia está en la misma lista que Siria y Yemen, lo que no genera interés de los grupos hoteleros ni inversiones extranjeras”, indicó Jim Louth, de la agencia de turismo aventura Undiscovered Destinations, que a este país como destino turístico.
“La única forma de vender los atractivos del país es contar con reconocimiento internacional”, indicó Musse. “El turismo no crecerá sin reconocimiento. Es tan simple como eso. El mundo no sabe de nosotros”, añadió.
El resultado es que los extranjeros no saben a quién contactar, explicó Musse, nadie se hace cargo. Y las instituciones que suelen operar en el extranjero para proteger los intereses de los turistas no existen, lo que supone un peligro para cualquiera que ofrezca asesoramiento sin responsabilidad.
“Etiopía es nuestro vecino y con su gran población nos ofrece un gran mercado”, indicó Mohammed Abdirizak, director de la agencia Safari Travel Tour and Culture, con sede en Hargeisa.[related_articles]
Ese país tiene una de las economías de mayor crecimiento y una población que, según las estimaciones actuales, tendrá 127 millones de habitantes para 2037.
“Muchas personas de clase media van a Kenia o a Yibuti de vacaciones cuando podrían venir aquí”, acotó.
Somalilandia también podría sacar provecho de convertirse en el próximo destino para el creciente número de turistas extranjeros atraídos por Etiopía, en un contexto de crecimiento de la industria turística, opinó Mark Rowlatt, un turista de 56 años que planificaba su recorrido en este país desde el hotel Oriental, en Hargeisa, tras visitar Etiopía.
Los promotores del turismo en Somalilandia sostienen que el gobierno no hace lo suficiente y se escuda en su limitado presupuesto para no ser más activo pues no registra las posibilidades del turismo para hacer frente a la pobreza y al desempleo crónico que deja a grandes cantidades de jóvenes haraganeando en las calles.
A pesar de todos los desafíos que afronta Somalilandia, no hay mucha delincuencia, y el último atentado terrorista fue en 2008.
Es común enviar una escolta armada cuando los turistas salen de la capital, pero muchos sostienen que eso se debe más a que el gobierno teme que cualquier incidente socave los esfuerzos para lograr el reconocimiento internacional que con una amenaza real.
El mayor problema para la mayoría suele ser el calor del mediodía, en especial en Bernera, pero hay posibilidades de refrescarse en la playa de Baathela, a las afueras de la ciudad.
“Con sus pequeñas olas, me recuerda al Mediterráneo”, señaló Xavier Vallès, un consultor de salud, quien se crió cerca de la playa en Barcelona, antes de adentrarse al agua totalmente solo, salvo por los guardias con cara de aburridos al lado de su vehículo.
Mientras, en la ciudad vieja, unas cabras optaron por descansar a la sombra de unas paredes ruinosas.
Traducido por Verónica Firme