Más de siete décadas después de que Estados Unidos tirara las dos bombas atómicas sobre Japón, la ONU aprobó un histórico tratado para prohibirlas. Pero la esperanza de vivir en un mundo libre armas nucleares se ve opacada por las dudas en torno al éxito del nuevo documento.
Más de 122 países, las dos terceras partes de los 192 miembros de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), adoptaron el acuerdo para prohibir las armas nucleares tras varios meses de negociaciones.
“Logramos plantar la primera semilla de un mundo libre de armas nucleares; una norma que espera desde hace 70 años”, destacó Elayne Whyte Gomez, la representante permanente de Costa Rica y presidenta de la Conferencia de la ONU que negoció el tratado.
Por su parte, la responsable del programa de Desarme Nuclear de la organización PAX, Susi Snyder también subrayó la importancia del hecho: Hay “gente que trabaja desde hace décadas en este asunto, incluso yo misma, y vivir un momento que sabes perfectamente bien que es histórico, te hace sentir todas las emociones”.
Existen unas 15.000 ojivas nucleares en el mundo, más de 90 ciento de las cuales están en manos de Estados Unidos y Rusia.
A diferencia del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TPN), de 1968, que permite a cinco países poseer bombas atómicas, el nuevo instrumento prohíbe de forma explícita el uso directo e indirecto, la amenaza de uso, la adquisición y el desarrollo de estas armas.
También incluye por primera vez disposiciones para brindar asistencia a víctimas de ensayos y usos de armas nucleares, así como la recuperación ambiental de áreas contaminadas por actividades vinculadas a ellas.
“El tratado normativo subraya las consecuencias humanitarias de las armas nucleares, lo que es un logro enorme, en especial para los «hibakushas», personas bombardeadas, en japonés, (por las bombas lanzadas sobre las ciudades japonesas de) Hiroshima y Nagasaki”, dijo a IPS la investigadora de la Asociación para el Control de Armas (ACA), Alicia Sanders-Zakre.
Las referencias al impacto de la bomba aparecen en todo el documento, incluso en la profunda preocupación por “las catastróficas consecuencias humanitarias que resultarían del uso de armas nucleares” y el riesgo persistente que su “continua existencia” supone para la humanidad.
El conocimiento sobre devastación que causan las armas nucleares no es nuevo, pero tanto Snyder como Sanders-Zakre coincidieron en que los países siguen letigimándolas como parte de su enfoque en materia de seguridad.
“Algunos países dijeron en las negociaciones que al tener una doctrina de seguridad que apunta a la disuasión nuclear, las potencias nucleares legitiman su uso y se apartan de sus consecuencias humanitarias, las que a menudo no se aparecen primero en el escenario de seguridad”, indicó Sanders-Zakre.
El nuevo tratado procura eliminar el prestigio de las armas nucleares haciéndolas inaceptables para el derecho internacional.
No sin pelear
Los nueve estados con armas nucleares, así como la mayoría de los miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) no participaron en la conferencia, salvo Holanda, que votó en contra el documento.
Entre los más críticos se destacó Estados Unidos, que desde el inicio de las negociaciones, dijo que el proceso no era “realista”, en especial dadas las crecientes tensiones entre el gobierno estadounidense y el de Corea del Norte.
“No hay nada que quiera más para mi familia que un mundo sin armas nucleares, pero tenemos que ser realistas. ¿Hay alguien que crea que Corea del Norte las prohibirá?”, planteó la embajadora de Estados Unidos, Nikki Haley.
Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia anunciaron en una declaración conjunta que no tienen intenciones de firmar, ratificar o formar parte del tratado.
“Una presunta prohibición de las armas nucleares que no resuelve el problema de la seguridad que sigue haciendo necesaria la disuasión no llevará a la eliminación de todas las armas nucleares ni mejorará la seguridad de ningún país ni la seguridad y la paz internacionales”, señalan, al reiterar su continuo compromiso con el TPN.
No sorprende que esos países decidieron no participar, observó Snyder, por su deseo de mantener el poder político asociado a las armas nucleares. Pero criticó la iniciativa conjunta, pues puede violar el TPN.
El artículo 6 del TPN, suscrito por la mayoría de los estados, señala que cada parte “se compromete a celebrar negociaciones de buena fe sobre medidas eficaces relativas a la cesación de la carrera de armamentos nucleares en fecha cercana y al desarme nuclear”.
Snyder señaló que para la mayoría de las partes, las negociaciones constituyeron una “medida efectiva” hacia el desarme.
“Esta prohibición no es el último esfuerzo para lograr y mantener un mundo libre de armas nucleares, pero sí es un elemento clave. Era una falta que avergonzaba a los estados nucleares, que demostraban su compromiso con las armas inhumanas en vez de con la humanidad”, prosiguió.
Pero las potencias nucleares arguyen que no violan el TPN porque no consideran que la prohibición permita eliminar las armas nucleares y por ello no es una “medida efectiva”, explicó Sanders-Zakre.
Este último tratado refleja la creciente división entre los estados que tienen los que no tienen bomba atómica en materia de desarme.
¿Entre la espada y la pared?
También hubo molestias por la prohibición de estacionar, instalar o desplegar armas nucleares, pues pone a muchos miembros de la OTAN con acuerdos para compartir tecnología nuclear en una situación delicada.
Cinco países, entre ellos Alemania y Turquía, tienen actualmente ojivas estadounidenses en el marco de la política de la OTAN. Para que los miembros de la alianza atlántica se unan al tratado deberán revertir o abandonar sus obligaciones.
“Por un lado, el tratado busca ser universal para incluir a muchos miembros. Pero a la vez, es un tratado de prohibición y que en un tratado de prohibición, uno de sus miembros tenga armas nucleares en su territorio sería contradictorio”, reconoció Sanders-Zakre en diálogo con IPS.[related_articles]
¿Podrá ser eficaz un tratado sin esos países? Según Snyder y Sanders-Zakre, sí.
“El tratado fija una norma, y los estados nucleares tienen antecedentes de cumplir las normas, aun cuando no suscriben un acuerdo”, indicó Snyder, refiriéndose al Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (TPCEN) que, a pesar de no haber sido ratificado por todas las naciones y de no haber entrado en vigor, fijó una serie de normas que condenan los ensayos nucleares.
“La norma se extenderá más allá del tratado y, probablemente, se transforme en una condena continua de las actividades de los estados nucleares que no sean de desarme”, abundó.
Sanders-Zakre reconoció que podrán aparecer algunos obstáculos antes de la entrada en vigor del acuerdo, como la posible presión de los estados nucleares para que los otros países no lo ratifiquen o una disminución general del impulso político.
Pero con o sin los estados nucleares, el tratado marcará un paso normativo significativo hacia el desarme si los 122 estados que negociaron el instrumento lo firman y lo ratifican.
“Espero que este acuerdo sea el primer paso hacia un diálogo más productivo sobre desarme y que sirva para despertar a los estados nucleares que desde hace tiempo no emprenden serias negociaciones para el desarme”, señaló.
Por su parte Snyder subrayó el hecho histórico. “Este tratado ayudará a eliminar las armas nucleares; no es lo último paso que las sacará para siempre del mundo, pero ayuda a reafirmar la completa ilegitimidad de estas armas tan inhumanas y ofrece un camino para su eliminación”, destacó.
El documento se abrirá a la firma el 20 de septiembre, al inicio de la 72 sesión de la Asamblea General de la ONU, y entrará en vigor 90 días después de que haya sido ratificado por 50 países.
El documento se aprobó en un momento que refleja el temor de que el mundo estuviera más cerca de un desastre nuclear de lo que estuvo en 1953, cuando Estados Unidos y la disuelta Unión Soviética realizaron ensayos con bombas de hidrógeno.
Traducido por Verónica Firme