“Camaradas, llegamos. Hace ocho años que esperábamos esto. Logramos llegar a este lugar”, arengó el obispo anglicano Jo Seoka, deteniéndose por las expresiones de algarabía de una multitud reunida en esta ciudad sudafricana en protesta contra la minería irresponsable.
Seoka, presidente de la organización no gubernamental sudafricana Fundación Bench Marks, se dirigió así a los manifestantes que daban rienda suelta a años de frustraciones con la industria minera local.[pullquote]3[/pullquote]
La protesta del 8 de este mes formó parte del encuentro anual Indaba Minera Alternativa (AMI, en inglés), realizado en Ciudad del Cabo, y llamada así por el nombre de una importante conferencia celebrada de los pueblos zulú y xhosa en Sudáfrica.
Ese día se reunieron los residentes de las comunidades afectadas por la minería y representantes de organizaciones de la sociedad civil para intercambiar información sobre los problemas comunes generados por la minería.
En el tercer y último día del encuentro, los participantes salieron a la calle para presentar la declaración con sus reclamos a la industria y a los delegados gubernamentales.
En una primera instancia, la policía impidió el avance de la marcha hacia el centro de convenciones, donde se llevaba adelante la Indaba Minera, reunión paralela de la industria minera, lo que enfadó más a los manifestantes, quienes se quejan que desde años no se los toma en cuenta.
Finalmente, la marcha llegó hasta las puertas del centro de conferencia donde la policía y guardias privados de seguridad les bloquearon el ingreso, y reclamaron hablar con los miembros de la Indaba Minera.
“Como ciudadanos y representantes de organizaciones ciudadanas, deseamos expresar nuestra voluntad de trabajar con los gobiernos africanos y otros actores para buscar cómo aprovechar los vastos recursos extractivos para respaldar la transformación socioeconómica de África, y la (Visión de la Minería) sienta las bases para ello”, reza la declaración.
“Agradezco mucho la voluntad de diálogo, y creo que es el primer paso para crear una visión común”, destacó Tom Butler, director general del Consejo Internacional sobre Minería & Metales, frente a la multitud, antes de firmar la recepción de la declaración y de pasársela al director de la Indaba Minera para que hiciera lo mismo.
A diferencia de Butler que se acercó a la AMI en nombre de la industria minera, muy pocos integrantes del gobierno o del sector hicieron lo mismo. La cuenta oficial de Twitter de la Indaba Minera incluso bloqueó a varios delegados de la AMI que usaron las redes sociales para hacer denuncias.
En la Indaba Minera participaron ministros de Minería, gerentes de mineras y otros representantes de la industria para conectarse y lograr acuerdos. Durante el encuentro, Sudáfrica y Japón, por ejemplo, suscribieron un tratado para impulsar la colaboración en la cadena de valor.
“Esta Indaba reafirmó el estatus de Sudáfrica como destino preferido de las inversiones”, indicó el ministro de Minería, Mosebenzi Zwane, en una declaración al final del encuentro.
“Como gobierno, nos reconforta esto y nos comprometemos de nuevo a garantizar la necesaria seguridad de las políticas y la normativa para atraer aún más inversiones a nuestro país”, añadió.
En su discurso de inauguración de la reunión, Zwane también anunció que el borrador de la nueva Carta Minera, el documento que fija el funcionamiento del sector, se publicaría en marzo.
Pero la AMI surgió como una reacción de la comunidad por la toma de decisiones sin consultas previas con los afectados.
“Van a encontrar a esta masa de gente apiñada”, aseguró Mandla Hadebe, uno de los organizaciones del encuentro alternativo, refiriéndose a los objetivos de la protesta en su primer año de realizado, donde solo había 40 delegados participantes.
Pero en sus ocho años de historia, AMI creció hasta los actuales 450 representantes de 43 países. Los delegados llegaron desde distintas partes de África, desde Egipto, pasando por República Democrática del Congo, hasta Malawi, además de otros lugares del mundo tan distintos como Camboya, Bolivia y Australia, para compartir sus historias.
“Esto no hace más que mostrar que la lucha es la misma y que estamos decididos a unirnos por un fin común”, comentó Hadebe, en relación al crecimiento del encuentro. “Queremos transparencia, queremos que asuman su responsabilidad y, lo más importante, queremos que participen las personas perjudicadas por la minería”, precisó.
Numerosos paneles ofrecieron a los activistas plataformas para compartir sus historias y métodos de resistencia. Las salas de conferencias contaban con traductores de inglés, francés y portugués, una necesidad, además de un nodo tácito para los efectos siempre presentes del mismo colonialismo que trajo a la minería.
“Al principio escuchamos promesas”, relató una activista peruana. “Ya pasaron 30 años y ahora llamo a esta segunda parte del proceso ‘las mentiras’”, añadió.
“Tratamos de construir una masa crítica que esté lo suficientemente enojada como para hacer frente a la minería irresponsable”, explicó un delegado de Kenia.
Hubo paneles específicos sobre los desafíos que presenta la industria extractiva en África. Por ejemplo, se mencionó la necesidad de abandonar los impuestos indirectos por otros directos a las empresas mineras.[related_articles]
El presentador, un integrante de la Red de Justicia Fiscal – África, explicó que el aumento de las auditorías del gobierno llevó a un crecimiento de los ingresos fiscales desde 2009, un éxito inusitado, opinó.
Otro panel se concentró en la inminente pérdida de empleos por la generalización de la mecanización, y otro más trató la necesidad de que los gobiernos logren mejores acuerdos con las corporaciones internacionales.
Otras actividades permitieron profundizar el conocimiento sobre asuntos como la corrupción relacionada con la extracción minera en tierras comunales.
En la proyección de un filme documental sobre el activista sudafricano Mbhekiseni Mavuso, los delegados de otros países como Sierra Leona compararon y contrastaron sus propias experiencias de reubicación forzada.
“Nos ven como personas que no contamos. Nos convertimos en ‘víctimas del desarrollo’, lo que también nos convierte en víctimas de la democracia. Estamos en lucha, levantémonos y luchemos”, arengó Mavuso.
Algunas veces, los delegados agarraron el micrófono y lamentaron que sobren las palabras y falten las acciones concretas.
La mayor parte del AMI se concentró en el documento Visión de la Minería para África, elaborado por la Unión Africana (UA). Su objetivo es lograr que los beneficios de la minería lleguen a todos los africanos, pero el texto se concentra en cuestiones generales de política sin tratar directamente el problema de las comunidades afectadas por extracción.
Los tres días que duró la conferencia no alcanzaron para profundizar en cada uno de los asuntos que afectan a los países representados, por lo que los delegados promovieran la idea de tener encuentros nacionales. Así, el año pasado, Madagascar, Angola, Swazilandia y otros más organizaron sus propias indabas alternativas.
Una semana antes de la AMI, se realizó en Sudáfrica la primera conferencia nacional en Johannesburgo. Y a pesar de la frustración y del enfado de muchos delegados, la marcha hacia la Indaba Minera ofreció una provisoria sensación de victoria.
Tras obtener algo de reconocimiento de los representantes de la industria, los participantes en la AMI bailaron y se tomaron selfis fuera del centro de conferencias, lejos de los municipios y de las aldeas rurales vecinas a los sitios de extracción.
Los delegados abandonaron el encuentro en autobuses que se sacudían con su zapateo y sus cánticos. Algunos, incluso, se asomaron a las ventanas para vociferar las últimas consignas en nombre de las comunidades afectadas por la minería.
Las investigaciones sobre minería de Mark Olalde cuentan con apoyo económico del Centro Pulitzer para la Cobertura de Crisis, del Fondo para el Periodismo Ambiental y del Fondo para el Periodismo de Investigación.
Traducido por Verónica Firme