Uganda, que en el pasado tuvo un enorme éxito en la lucha contra el VIH, está perdiendo la batalla contra el cáncer, el gran problema sanitario de este país de África oriental. Uno de cada 500 ugandeses padece la enfermedad, pero solo cinco por ciento recibirá algún tipo de tratamiento.
Acostada en una cama sucia en un precario hostal de Kampala, Jovia, de 29 años, esbozó una sonrisa débil mientras un doctor le entregaba una pequeña botella verde con un líquido.[pullquote]3[/pullquote]
«Estoy muy contenta de que trajeran la morfina. Me controla el dolor y me hace la vida más soportable”, expresó a IPS pocas semanas antes de morir.
Jovia sufría del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) y de cáncer de cuello de útero, una combinación mortal que afecta a miles de mujeres en Uganda. Gracias a Hospice Africa Uganda (HAU) – una organización que brinda cuidados paliativos fundada hace 23 años por la británica Anne Merriman-, a los pacientes como Jovia no solo se les da morfina líquida, sino esperanza y dignidad en sus últimos días.
A la doctora Merriman, de 81 años, se le atribuye la introducción de los cuidados paliativos en África. HAU atendió a 27.000 personas moribundas desde 1993, la gran mayoría con la morfina que produce en su sede en Kampala por solo dos dólares la botella, con financiación estatal.
Según el Instituto del Cáncer de Uganda (UCI), 80 por ciento de los pacientes mueren a causa de un diagnóstico tardío debido a la mala detección y la falta de servicios de salud.
Para los pacientes como Jovia, que falleció el 29 de abril y dejó una hija de 14 años, la radioterapia puede curar o prolongar la vida cuando se trata en las primeras etapas.
Sin embargo, a principios de abril, la única máquina de radioterapia de Uganda, que utilizaban alrededor de 30.000 pacientes por año, se rompió de forma irreparable. Desde entonces, miles de personas con cáncer se quedaron sin el vital tratamiento.
En 2013 el gobierno compró otra máquina, por valor de 500.000 dólares, pero no construyó las instalaciones necesarias para alojarlo – conocidas como búnker – aunque prometió que lo haría en los próximos seis meses.
El hospital de la Universidad Aga Khan, de Nairobi, Kenia, ofreció tratamiento gratuito a 400 pacientes con cáncer de Uganda, que serían enviados allí por el gobierno ugandés a través del UCI.
Pero más de tres meses después, persiste la confusión y las contradicciones acerca del cumplimiento de esa promesa. Ni el Ministerio de Salud ni el UCI confirmaron si se han enviado pacientes a Kenia para su tratamiento.
Christine Namulindwa, la funcionaria de relaciones públicas del UCI, indicó que los pacientes que van a Nairobi tienen que pasar por una «evaluación» y recibir la aprobación de una comisión.
«Hasta ahora sometimos 15 nombres al Ministerio de Salud y se presentarán más”, aseguró en junio. La promesa del tratamiento gratuito en el hospital Aga Khan no incluía el costo del transporte de los pacientes y su estadía en Nairobi, precisó.
El 1 de julio, Anthony Mbonye, director general interino de Servicios de Salud, aseguró a IPS por correo electrónico que el Ministerio de Salud había «recibido un presupuesto para apoyar a los pacientes enviados a Aga Khan y proporcionará transporte y fondos para su mantenimiento».
Un abogado había «preparado un memorando de entendimiento entre el Aga Khan y el UCI», añadió.
«La máquina de radioterapia se compró, pero el búnker aún no se ha rehabilitado. Dentro de dos meses se instalará la máquina y se reanudarán los servicios», afirmó Mbonye.
Versiones periodísticas a principios de julio informaron que la «larga espera» había “terminado” para los pacientes, tras la firma del memorando de entendimiento con el UCI que permitía que 400 de los 17.000 pacientes con cáncer recibieran “tratamiento». Pero la prensa no mencionó las fechas de partida a Kenia.
Otra versión señalaba que solo viajarían los pacientes que tuvieran posibilidades de supervivencia. Añadía que el alojamiento y otros servicios de apoyo serían organizados por la Alta Comisión de Uganda en Nairobi, y que la ida de 20 pacientes ya había sido aprobada.[related_articles]
Siete pacientes serán tratados en el Aga Khan no a través del UCI y el gobierno de Uganda, sino de una asociación con HAU y Road to Care, un programa desarrollado por el médico canadiense Joda Kuk en 2011 cuando vio a mujeres con cáncer de cuello uterino en las zonas rurales de Uganda que necesitaban ayuda urgente para recibir radioterapia en Kampala.
Mary Birungi y Mary Gahoire, ambas del oeste de Uganda, volvieron a casa el 21 de julio después de viajar a Kenia por carretera, donde recibieron radioterapia y fueron alojadas por Road to Care. Ahora están de vuelta con sus familias.
Dos pacientes más están recibiendo tratamiento y dos más pronto viajarán a Kenia. Está previsto que el séptimo paciente se traslade al vecino país en la primera semana de agosto.
La doctora Merriman rogó al gobierno de Uganda que haga todo lo posible para completar la construcción de los nuevos búnkers para que la nueva máquina de radioterapia pueda ponerse en marcha.
«Estamos muy contentos de que con Road to Care siete de nuestros pacientes serán tratados en Kenia, pero esto es solo una gota en el océano. La necesidad es enorme. Ha habido mucha confusión ya que la máquina se rompió, causando enorme estrés a los pacientes y sus familias”, comentó.
«Mientras que la radioterapia no está disponible en Uganda morirán muchos más pacientes”, advirtió.
Para muchos ya es demasiado tarde.
Vesta Kefeza, de 49 años y madre de siete hijos, tiene cáncer de cuello uterino avanzado. Acostada en un colchón en el suelo de su casa de una sola habitación en el asentamiento de Namugongo, en Kampala, está inmóvil, ya que su pierna está hinchada debido a una complicación por el cáncer.
Ella ha estado en el programa de HAU desde 2011 y la morfina se la dan sus enfermeras. En 2004 Uganda se convirtió en el primer país en permitir que las enfermeras recetaran el fármaco. El equipo de cuidados paliativos también proporciona alimentos y apoyo espiritual.
En junio, gracias a una donación de Irlanda, Kefeza recibió una silla de ruedas, lo que le permite salir a tomar aire fresco e ir a la iglesia.
«Hasta entonces me quedaba en la cama todo el día. Doy gracias a Dios por mis bendiciones. Tengo la suerte de que HAU cuide por mí», manifestó.
Traducido por Álvaro Queiruga