En Sudán basta con una simple llamada telefónica de un funcionario de seguridad enojado para clausurar un diario. Los agentes suelen emplear métodos abusivos como irrumpir en las oficinas de un periódico y confiscar una tirada a la vista de todos, sin motivo alguno y con total impunidad.
La cuestionada ley de seguridad de 2010 habilita a los agentes de seguridad a operar de forma impune.
El último periodista en caer en las redes de los Servicios de Seguridad e Inteligencia Nacional (NISS, en inglés) fue Faisal Mohamed Salih, quien no era ajeno a sus métodos de acoso. Según él, los agentes le impidieron viajar a Gran Bretaña el 25 de este mes.
“Me dijeron que mi nombre figuraba en una lista de personas que tenían prohibido viajar y me confiscaron el pasaporte”, detalló en su página de la red social Facebook cuando le impidieron embarcar en el Aeropuerto Internacional de Jartum.
Crítico implacable del régimen islámico, Salih obtuvo el Premio Peter Mackler por sus valientes coberturas periodísticas étnicas en 2013. Su experiencia no es más que la punta del iceberg en un país donde los profesionales de la prensa y los medios son constantes blancos de ataques.
Al-Ayam, Al-Mustaqilla y Al-Sudani son los últimos diarios en sufrir los arrebatos de las agencias de seguridad.
En uno de los allanamientos más descarados, agentes de seguridad aprovecharon la oscuridad de las primeras horas del día para irrumpir en una imprenta de Jartum el 15 de este mes y confiscar 20.000 copias del diario Al-Sudani, sin ninguna explicación.
Fuentes del diario dijeron que las pérdidas por el allanamiento ascendieron a unos 5.800 dólares. Esas acciones perjudican económicamente a los medios de prensa e impiden que la población lea lo que las autoridades desean mantener en secreto, denuncian profesionales y organizaciones del sector.
El allanamiento de Al-Sudani ocurrió mientras periodistas de Al Tayar, otro diario clausurado desde diciembre de 2015, realizaban una huelga de hambre para obligar a las autoridades de Jartum a permitirles reanudar las operaciones.
“Las huelgas de hambre pueden funcionar en Occidente, donde el fantasma de tal medida es una carga pesada para la consciencia de la sociedad. Pero en Sudán, puede considerarse anormal y contraria al islam”, observó Victor Keri Wani, autor de ‘’Mass Media in Sudan, Experience of the South 1940-2005’’ (“Medios masivos en Sudán. Experiencia del Sur de 1940 a 2005”), en diálogo con IPS.
“Quizá solo las organizaciones de derechos humanos, los amigos y los familiares simpaticen con ellos, pero no el gobierno”, explicó.
Además, esa no era la primera vez que Al-Tayar, crítico del régimen sudanés, fue clausurado por agentes de seguridad desde sus inicios en 2009.
La organización internacional defensora de la la libertad de prensa Reporteros Sin Fronteras (RSF) informó que ocho ediciones del diario había sido confiscadas desde principios de 2015, cuatro de las cuales solo en febrero de ese año.
RSF también recordó que el diario fue clausurado brevemente en 2012 tras denunciar que NISS utilizó dispositivos electrónicos ilegales para espiar a la oposición. En esa misma edición, Al Tayar alborotó el avispero de algunas personalidades poderosas al denunciar la corrupción de los gobiernos locales.
RSF registró 35 ediciones incautadas en 2014. Nunca pasa una semana sin que confisquen una tirada o cierren el diario por un breve lapso.
“Los medios de comunicación en Sudán soportan una dura censura y un férreo control por parte de los organismos de seguridad”, explicó el profesor William Hai Zaza, jefe del Departamento de Comunicaciones de la Universidad de Yuba, en diálogo con IPS.
Los problemas entre los medios y los organismos de seguridad comenzaron cuando la junta, encabezada por Omar al-Bashir, dio un golpe militar al gobierno civil, en junio de 1989, y creó publicaciones favorables para promover su visión del islam y del arabismo.
Los periodistas que discrepaban con la visión de la junta terminaron en la cárcel o tuvieron que irse del país.
Es un secreto a voces en Sudán que el gobierno islámico sigue financiando publicaciones para seguir su estricta línea política.
“A los diarios se les permite un limitado espacio para publicar una ligera crítica al gobierno, lo que las autoridades usan para demostrar su compromiso con la libertad de expresión”, observó Zaza.
“Reclamamos la reapertura de Al- Tayar para que pueda continuar con su labor periodística”, indicó Clea Kahn-Sriber, directora de la oficina para África de RSF, en un comunicado que se encuentra en su página de Internet.[related_articles]
A principios de la década de 2000, los periodistas sudaneses temían que los organismos de seguridad estuvieran empeñados en eliminarlos tras un episodio ocurrido en 2006, cuando hombres armados secuestraron y decapitaron al jefe de edición del diario Al-Wifag, Mohamed Taha, en un episodio que atemorizó a la comunidad periodística en Jartum.
El delito sigue impune hasta hoy en una ciudad conocida por su hermética red de seguridad.
La periodista Lubna Mohamed al Hussein, cuyo caso concentró la atención internacional en 2009, fue detenida y multada por llevar pantalones, prohibidos para las mujeres por la ley de decencia de Sudán.
A veces, los problemas locales suelen atentar contra la lealtad de los periodistas oficialistas, lo que los coloca en situaciones complicadas.
“Por ejemplo, la población cercana a la represa de Katjabas, en el norte del país, siempre protesta contra la obra. Si usted es un periodista de la zona, con seguridad, se sensibilizará con la situación, publicará un artículo que hará que cierren el diario”, explicó Wani.
Por eso, numerosas emisoras de radio FM de Jartum optan por un contenido volcado al entretenimiento o los deportes las 24 horas del día. Los agentes de seguridad, que no les prestan mucha atención, consideran que no son contenidos tan sensibles.
“El periodismo es una profesión peligrosa en Sudán y los profesionales del sector deben proteger sus vidas”, subrayó Zaza.
Sudán figuró en 2015 en el lugar 174, entre 180 países, en un el índice de libertad de prensa elaborado por RSF.
Los especialistas no ven la luz al final del túnel para el periodismo sudanés. “El espacio de los medios no se abrirá mientras los islamistas sigan en el poder en Sudán”, se lamentó Wani.
“La represión contra la prensa no se acabará en breve. Llevará cierto tiempo”, coincidió Zaza.
A menudo, los agentes emplean peligrosas estrategias de extorsión para asustar a los periodistas como acusarlos de ser espías israelíes, agentes del Mosad (servicio secreto de Israel) o de la CIA (Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos), un eufemismo de traidor, que se castiga con la pena de muerte en este país, precisó.
Traducido por Verónica Firme