En silla de ruedas, su cuerpo esquelético a causa del avance del sida, (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), Melisa Chigumba, de 38 años, espanta con la mano las moscas que la acosan frente a su casa en Chachacha, 278 kilómetros al sur de Harare, la capital de Zimbabwe.
Su esposo Francis, que al igual que ella vivía con una discapacidad, murió de sida hace cuatro años. Los tres hijos de la pareja, que nacieron con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) que causa el sida, murieron en su infancia.
Melisa es un ejemplo de los miles de personas que viven con una discapacidad en Zimbabwe y que soportan la peor parte del VIH/sida en este país de África austral de 14 millones de habitantes.
Su cuñada Meagan se ocupa de ella en su casa, la única herencia que le dejó su marido.
Según la Asociación Nacional de Sociedades de Atención a los Discapacitados, en Zimbabwe hay 1,8 millones de personas que viven con discapacidades. En esa población se incluyen ciegos, sordos y mudos que no se libraron del VIH/sida.
Esto a pesar de que Zimbabwe tuvo grandes avances en la reducción de la prevalencia del VIH/sida, de 29 por ciento en 1997 a aproximadamente 13,7 por ciento en la actualidad.
Activistas con discapacidad y que también son seropositivos afirman que no reciben asistencia en la lucha contra la pandemia.
«No sé de ninguna gestión que se haga para ayudar a las personas con discapacidad que son seropositivas, como yo. No hay programas gubernamentales especiales para nosotros, y al igual que todas las personas sin discapacidad, también hacemos fila para los medicamentos en las clínicas», aseguró Melisa, en diálogo con IPS.[pullquote]3[/pullquote]
«Aunque somos sexualmente activos, así como vulnerables a la violación y otras formas de abuso sexual, como somos personas con discapacidad, se nos ignora en las estrategias nacionales de prevención del VIH», confirmó Agness Mapuranga, una activista discapacitada y seropositiva de la austral ciudad de Shurugwi.
«Somos la población menos cubierta… del país por las organizaciones de servicios de VIH/sida, a pesar de que muchos de nosotros también luchamos con el virus», añadió.
Para peor, el Ministerio de Salud y Atención Infantil no tiene estadísticas sobre cuántas personas con discapacidad tienen acceso a medicamentos para el tratamiento del VIH/sida.
Un alto funcionario del Ministerio confesó que existen deficiencias en ese sentido.
«El sistema de salud pública carece de políticas o programas para equipar al personal médico (que trata) el VIH/sida con la formación y el conocimiento necesarios para ayudar eficazmente a las personas con discapacidad en la prevención” de la epidemia, aseguró el funcionario, con la condición del anonimato.
Mientras tanto, las personas sordas, así como las ciegas, son las que se enfrentan a la mayor amenaza del VIH/sida, según organizaciones de la sociedad civil.
«La información no está disponible en formatos accesibles para ellos… en lenguaje de señas y braille», denunció Farai Mukuta, asesor de las organizaciones Disability, HIV and AIDS Trust (DHAT) y Deaf Zimbabwe Trust (DZT).
No hay un «programa integral de prevención, tratamiento y atención para estas dos categorías de discapacidad», agregó. DHAT es una organización sin fines de lucro cuyo objetivo es promover los derechos de las personas con discapacidad que tienen cáncer de cuello uterino, tuberculosis o VIH/sida.
Las declaraciones de Mukuta son compartidas por otros activistas.
«Las personas sordas tienen dificultades en materia de acceso a la información. La lengua de señas es el medio de comunicación de las personas sordas o con dificultades de audición y necesitan información en formatos que entiendan», expresó Barbra Nyangairi, directora de DZT.
Liberty Hungwe, sorda y seropositiva, vive en la zona de Tongogara de Shurugwi.
«Para mí, la prueba del VIH fue un problema porque los proveedores de servicios no tienen lengua de señas, y debido a eso… a la gente como yo nos hicieron la prueba sin ninguna orientación», informó Hungwe a IPS con la ayuda de un intérprete.[related_articles]
Según la información que maneja DHAT, muchas dificultades que padecen estas personas seropositivas se derivan de la idea, común en el personal de salud, que las personas con discapacidad no son sexualmente activas.
En un estudio de 2012, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) señaló que la población de Zimbabue con discapacidad no suele contar con privacidad en los centros de asesoramiento y de pruebas voluntarias del VIH/sida, debido a la presencia de intérpretes.
«Las personas que viven con discapacidad corren un gran riesgo de contraer el VIH, y la evidencia empírica ha demostrado que las personas con deficiencias sensoriales – los sordos y los ciegos – son más vulnerables que otros, debido a sus necesidades especiales de comunicación», advirtió el estudio de la ONU.
El informe también señaló la ausencia general de textos e imágenes de los medios de comunicación que «incorporen las necesidades de información de las personas con discapacidad, especialmente los sordos y ciegos, sobre el VIH/sida”.
«La realidad es que las personas con discapacidad son tan sexualmente activas como el resto de la sociedad y corren un riesgo de infección aun mayor a causa de las barreras obvias que encuentran para acceder a información vital sobre el VIH/sida», añadió Mukuta.
El éxito de Zimbabwe en la lucha contra la pandemia excluye a las personas seropositivas con discapacidad, según el activista.
No obstante, otros activistas destacan avances en el combate al VIH/sida.
En DZT “capacitamos a 20 personas sordas como educadores con el fin de proporcionar información precisa a la comunidad sorda y tenemos la intención de capacitar a más educadores… para que puedan transmitir información mientras estamos en el proceso de creación de un grupo de apoyo para las personas sordas y que viven con sida», explicó Nyangairi.
Pero Chigumba, cuyo sida está evolucionado, tiene pocas esperanzas. «Solo espero que me llegue la hora de morir para evadir este dolor”, expresó.
Traducido por Álvaro Queiruga