En el sur de la provincia Costera de Kenia se encuentra uno de los sitios más singulares del planeta, compuesto por los restos de varias aldeas fortificadas, venerados por el pueblo indígena mijikenda como la morada sagrada de sus ancestros.
Conocidos localmente como «kayas», estos sitios selváticos se remontan al siglo XVI, cuando se cree que la migración de pueblos pastores de la actual Somalia originó la fundación de varias aldeas que se extendían a lo largo de 200 kilómetros de esta provincia, a unos 500 kilómetros de Nairobi, la capital.[pullquote]3[/pullquote]
Los kayas prosperaron durante siglos, y sus pobladores desarrollaron su propio idioma y costumbres. Pero las aldeas comenzaron a fragmentarse a principios del siglo XX, debido a las hambrunas y los combates armados.
Aunque hoy en día están deshabitadas, los mijikendas continúan cuidando de los kayas, a los que veneran por ser depositarios de sus antiguas creencias y prácticas.
Pero ahora los kayas corren peligro.
El descubrimiento en los últimos tres años de grandes yacimientos de minerales de tierras raras en esta región hizo que los bosques se convirtieran en blancos para la extracción, el desarrollo y el desplazamiento de la población indígena.
A medida que los promotores inmobiliarios y las empresas mineras se interesan por estas tierras, los lugareños se preparan para una pelea en lo que el Banco Mundial considera una de las economías de mayor crecimiento en África subsahariana.
“Unidos a nuestros bosques”
Mnyenze Abdalla Ali, del Consejo de Ancianos del kaya Kinondo, que representa a una selva del condado de Kwale, en la punta más austral de la provincia, dijo a IPS que los mijikendas «se consideran cultural y espiritualmente unidos a sus bosques”.
La comunidad mijikenda, con un total de 1,9 millones de habitantes, según el censo más reciente, comprende a nueve tribus con una lengua y cultura en común.
Cada tribu tiene su propia kaya, que quiere decir «hogar» o pueblo construido en un claro del bosque, explicó Ali.
«Nada puede sacarse de la selva, ni siquiera una rama caída puede usarse como leña en nuestros hogares», subrayó Hamisi Juma, una residente local.
En consecuencia, la cincuentena de kayas desperdigados por los condados de Kwale, Mombasa y Kilifi, en la provincia Costera, albergan un nivel sumamente alto de biodiversidad.
El ministerio de medio ambiente, agua y recursos naturales de Kenia declaró a la zona un punto excepcional de biodiversidad y se comprometió a asignar los fondos y recursos necesarios para su protección.
Pero la zona es algo más que un rico cinturón ecológico.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) añadió a los kayas a su prestigiosa lista de sitios de Patrimonio Mundial en 2008, refiriéndose a la zona como «un ejemplo excepcional de asentamiento humano tradicional… representativo de una interacción única con el medio ambiente”.
Asimismo, Unesco señaló que el kaya representa una «fuente fundamental del sentido de ‘estar en el mundo’ del pueblo mijikenda y de su lugar dentro del panorama cultural contemporáneo de Kenia”.
Además, los bosques son muy apreciados como repositorios de plantas y hierbas medicinales, según Eunice Adhiambo, gestora de proyectos del Centro Ujamaa, una organización no gubernamental que apoya la lucha de los mijikendas por preservar los kayas.
En Kenia, «35 por ciento de los sitios de mayor valor de conservación se encuentran aquí», añadió.
«Si los promotores se salen con la suya vamos a perder gran parte de la riqueza que la madre naturaleza nos ha dado. Tenemos la responsabilidad de conservar este regalo porque no podemos comprarlo en ninguna otra parte”, exhortó.
Pero no todos en este país de 20 millones de personas comparten su sentir, en particular los economistas, inversores y responsables políticos interesados en que se cumpla la expansión económica pronosticada de 5,4 por ciento en 2014 a seis o siete por ciento hasta 2017.
Minerales, una oportunidad tentadora
En 2012, la empresa minera Cortec Mining Kenya Ltd. anunció que había encontrado un yacimiento de minerales de tierras raras por valor de 62.400 millones de dólares y que invertiría hasta 200 millones de dólares en un emprendimiento en Mrima Hill, hogar de varios bosques kayas.
La empresa proyectó una producción inicial anual de 2.900 a 3.600 toneladas de niobio, un elemento utilizado en aleaciones de alta temperatura para tipos especiales de acero, como los que se utilizan en la producción de gasoductos, automóviles y motores a reacción.
Los expertos calcularon que el yacimiento de Mrima Hill es el sexto mayor del mundo, con una vida útil de 16 a 18 años, y que pondría a Kenia en la lista de los principales exportadores de niobio.
Debido a la reacción adversa de organizaciones ambientalistas y otros grupos de la sociedad civil ante el proyecto, preocupadas por el impacto de la minería en sitios ecológicos y culturales sensibles, el gobierno revocó el permiso inicial de 21 años concedido a la empresa.
A principios de 2015, el gobierno confirmó la decisión de un tribunal que revocó el permiso, y anunció que el Estado controlaría la prospección de los minerales.
El 20 de marzo, el ministro de Minería, Najib Balala, afirmó en un comunicado de prensa que «ni… Cortec ni otra empresa podrán trabajar en Mrima. Esta será gestionada en nombre del pueblo de Kenia y, en especial, de la gente de los condados de Mrima y Kwale en su conjunto”.
Sin embargo, las comunidades indígenas siguen viendo con inquietud la ambiciosa agenda de desarrollo económico de Kenia.[related_articles]
El sector minero y el inmobiliario se convirtieron en los principales motores del crecimiento del país, y los yacimientos de minerales de tierras raras podría ser un gran impulso en ese sentido.
Además, el descubrimiento de petróleo y gas natural en 2013 en el condado de Turkana, en la frontera de Kenia con Sudán del Sur, junto con la noticia de que los exploradores habían encontrado titanio a lo largo de los 500 kilómetros de costa, reavivó el temor de que los bosques kayas fueran invadidos y destruidos.
El Centro Ujamaa sostiene que algunas comunidades indígenas comienzan a ceder a las presiones de las industrias mineras y a la tentación de dinero rápido que les ofrecen los constructores.
El kaya Chivara, ubicado en el condado de Kilifi, por ejemplo, está completamente degradado como consecuencia de la invasión humana, mientras que otros, sobre todo en el condado de Kwale, rico en minerales, están en alto riesgo.
«La inminente extracción de niobio seguramente degradará al bosque», advirtió Adhiambo, y resaltó que los mijikendas tendrán un papel importante en impedir todo desarrollo potencialmente destructivo.
Una maldición o una bendición
Hasta el momento, el kaya Kinondo está en buenas manos. El Consejo de Ancianos se mantiene vigilante sobre la protección de los bosques.
«Si tiene malas intenciones dentro de este bosque, una maldición recaerá sobre usted y creemos que es posible que ni siquiera salga con vida”, advirtió Rashid Bakari, un guía que trabaja con jóvenes de la comunidad para llevar a los visitantes a los kayas, en diálogo con IPS.
La Constitución de Kenia también es una fuente de protección. En su artículo 44 se estipula que la resolución de disputas sobre tierras consuetudinarias debe incluir la participación de la comunidad.
Este reportaje forma parte de una serie concebida en colaboración con Ecosocialist Horizons.
Editado por Kanya D’Almeida / Traducido por Álvaro Queiruga