Mateline Msipa, de 51 años, es portadora del virus de inmunodeficiencia humana (VIH) en Zimbabwe. Su hija de 17 años, nacida después que a su madre le diagnosticaron el virus, podría tenerlo, pero nunca fue sometida al análisis médico correspondiente.
«Mi hija no sabe que soy seropositiva y, con la estigmatización asociada a la enfermedad, es difícil para mí revelarle mi condición», señaló Msipa a IPS.[pullquote]3[/pullquote]
La hija de Msipa dice que nunca se sometió a un examen de VIH, a pesar de que las normas en Zimbabwe permiten que las jóvenes de su edad lo hagan sin el consentimiento paterno.
«No tengo motivo alguno para hacerme la prueba del VIH porque nunca tuve relaciones sexuales», explicó.
Las estadísticas revelan que miles de niños y niñas de Zimbabwe están infectados con el VIH que provoca el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida).
El Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (Onusida) calcula que cerca de 200.000 niños y niñas hasta los 14 años de edad tienen el virus pero no están en tratamiento porque no fueron debidamente analizados. Es una tendencia que los investigadores califican de «subóptima» en ese país.
«A menudo a los niños se les hace el examen del VIH” solo “cuando caen gravemente enfermos, y por lo general no los salva de morir», comentó Letwin Zindove, un consejero de VIH/sida en este país.
Los datos amenazan con echar por tierra el esfuerzo de este país del sur de África por cumplir el sexto Objetivo de Desarrollo del Milenio (ODM), dedicado a detener y comenzar a reducir la propagación de la infección para este año.
Los niños mayores, entre seis y 15 años, que podrían haber contraído el VIH al nacer son especialmente vulnerables a que el virus se desarrolle hasta transformarse en sida.
Un estudio realizado en 2014 por la británica universidad Escuela de Londres de Higiene y Medicina Tropical concluyó que este grupo tuvo un acceso insuficiente a las pruebas y el asesoramiento dado por los responsables primarios de la atención médica.
Los trabajadores sanitarios eran reacios a ofrecer análisis que pudieran exponer al niño o niña a abusos si estos resultaran positivos, según el estudio. Además, los extensos períodos de espera para ser atendidos por un médico obstaculizaron el asesoramiento y las pruebas de rutina.
Zimbabwe lanzó en 2014 sus pautas nacionales para el asesoramiento y la prueba del VIH, con especial énfasis en parejas, niños y adolescentes, con el fin de detener la propagación del virus antes de la fecha límite para cumplir con los ODM en 2015.
En este marco, un joven de 16 años puede dar su pleno consentimiento para someterse a la prueba de VIH y recibir asesoramiento relacionado con el virus.
Sin embargo, el estudio concluyó que muchos trabajadores de la salud no comprenden plenamente las nuevas directrices.
Estos «manifestaron confusión acerca de la edad en que un niño puede optar por la prueba, qué tipo de cuidadores califican como tutores legales, y si los tutores debían someterse a la prueba primero», según el estudio.
La lenta progresión del VIH entre los niños y niñas también contribuyó con peligrosos retrasos en los exámenes médicos. Una nueva investigación halló que un número considerable de niños infectados sobreviven hasta una edad adulta mayor. Las demoras en las pruebas y el diagnóstico hasta que aparecen los síntomas generan un alto riesgo de complicaciones crónicas, como el retraso en el crecimiento y daños en los órganos.
La incidencia del VIH en Zimbabwe puede ser alta, con 14,7 por ciento en la población adulta, pero es mayor aún en Sudáfrica (17,8 por ciento), Botswana (23 por ciento), Lesoto (23,6 por ciento) y Swazilandia (25,9 por ciento).
Los países con cifras bajas son Malí, Guinea, Burkina Faso, Benín, Sudán, Senegal, Níger, Mauritania y Somalia, que van desde 1,0 por ciento a 0,7 por ciento. La mayoría avanza con relativo éxito al cumplimiento del ODM, pero dos son una gran decepción.
Las infecciones en Chad y Uganda aumentaron, lo cual contrasta con la década de los 90, cuando una fuerte campaña de sensibilización pública que exhortaba a recibir tratamiento médico y a las relaciones sexuales monógamas hizo caer en picada las tasas de infección de la población ugandesa.[related_articles]
En Uganda, las mismas aumentaron de 6,4 por ciento en 2005 a 7,3 por ciento en 2012.
Los activistas aseguran que los niños y las niñas no son inmunes a la estigmatización arraigada en torno al VIH/sida, lo cual es otra barrera para que se hagan la prueba.
«Los zimbabuenses son una gran comunidad, estrechamente unida, y una vez que un niño se somete a la prueba del VIH, es difícil que se mantenga en reserva”, lo cual lo expondría al estigma, destacó Sifiso Mhofu, de la Red Nacional de Zimbabwe de Personas que Viven con el VIH.
El problema es serio para los huérfanos como Tracey Chihumwe (no es su nombre real), de 13 años y oriunda de Mabvuku, un barrio de alta densidad de Harare, la capital de Zimbabwe.
«El rechazo, la estigmatización y la discriminación de las personas seropositivas aquí me hacen dudar si debo o no hacerme la prueba de VIH/sida, aunque no sé qué fue lo que mató a mis padres», dijo Chihumwe a IPS.
El gobierno pretende que 85 por ciento de la población, incluidos niños y adolescentes, sepan si son seropositivos o no para fines de este año, en un intento desesperado de cumplir el plazo del ODM en diciembre.
Pero no será una tarea fácil.
«A pesar de las nuevas pautas para la prueba del VIH, existen focos de resistencia entre los propios niños, su padres y tutores», aseguró un alto funcionario del gobierno, que pidió permanecer en el anonimato por razones profesionales.
Editado por Lisa Vives y Kitty Stapp / Traducido por Álvaro Queiruga